¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu,
podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo.,
algo que repugna
aunque es fuerza hacerlo,
el dejar tan tristes,
tan solos los muertos.
G. A. Bécquer
Hoy uno de los pocos días en el que los muertos se sienten,
secretamente, apenados. La paz de sus fincas, vencedora de la fría lluvia y el
gélido cierzo, se ve truncada por la marabunta de pequeños zagales corriendo
por las avenidas del complejo residencial del sepulturero, roto el silencio atronador
mediante pequeños aparatejos multimedia mientras unos padres dubitativos
contemplan lápida tras lápida esperando encontrar, en una de las inquietantes
fotos que observan detrás del cristal, al amigo que el paso del tiempo hizo
desaparecer de las tertulias del sábado, durante el vermú, cuando los viejos
camaradas rememoran los días de gloria, pocos, que quedaron anclados en la
juventud marchita.
¿Vuelve el polvo al polvo? ¿Qué se abre tras las palabras grabadas en el mármol?
Un día curioso, este de difuntos. Los vivos pasean por la
parcela de los muertos, contrariados, asustados, compungidos e, incluso,
ofendidos por un tránsito que se hace cuesta arriba a pesar de que lo único
cierto tras el naces es el morir. Huraño, el mozo rebelde rehúsa "el
más allá" aferrado a la tierra igual que las raíces de los árboles
milenarios y, renegando entre dientes, maldice la duda y la virtud de quienes superaron
el miedo.
Un anciano desdentado y mudo, redonda boina parda y roja
nariz, sentado en un banco frente a un puñado de flores frescas, recibe la
reprimenda vacía de una hipotética hija sesentona... No debí traerte....
y el anciano llora, y llora, y llora de esa manera que tienen los viejos cuando
se escucha al fondo el silbato del tren que llega.
Braulio... suspira el difunto justo al lado del
viejo... no llores, amigo. Guarda esas lágrimas para mañana, cuando
estés aquí, juntos, y sean vertidas por la alegría suprema del abrazo del
reencuentro. En el andén, sonrientes, aguardamos. Lo verás, amigo.
Qué solos, los muertos... qué solos, los vivos...
4 comentarios:
Eso de que a los familiares muertos se les recuerde un día al año, ya es una muestra de la simpleza humana.
Quien No Lleva A Su Estirpe En El Corazón,QUERIDO HEREP, No Merece Ni Un Sólo Día De RECUERDO FUTURO.
Porque Solos Y Desnudos Nacemos Y Nos Iremos De Igual Modo.
Un Cordial Abrazo, GENIO.
¡Un Brindis Por Todos Los Que Nos Precedieron Y Nos Hicieron Como SOMOS!
Y
¡¡RIAU RIAU!!
Exacto. No es necesario un día para recordar a quienes ya no están con nosotros. Todos los días son buenos, Javier.
Un abrazo.
Mucha razón tienen tus palabras, Old, pero qué difícil es reconocer la trascendencia de los actos en vida, amigo.
Un abrazo, y un fuerte brindis por los difuntos.
¡Riau!¡Riau!
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