De la ínfima biblioteca de nuestro Cuartel General, uno de
los más sobados... y magnífico... libro, a la cabeza de cualquier lista del más
insignificante de los Monos, encontramos la obra magna de Herman Melville,
conocida como Moby Dick (1851). En ella, mientras se nos narran las peripecias
de Ismael... el joven que, una mañana cualquiera, lo dejó todo para echarse al
mar... y el resto de la tripulación del Pequod, capitaneada por un esquizofrénico
capitán Ahab, a la caza de la gran ballena blanca, madre de todos los monstruos
nocturnos que, amparados en el subconsciente, acechan a las pobres almas
adormecidas.
Si no lo habéis leído, olvidad los prejuicios y, de cabeza,
zambullíos en las peripecias de ese chaval aventurero... "Podéis llamarme
Ismael"... que surcará los misteriosos mares en un viaje iniciático en el
arcano arte de la caza de ballenas mediante simples arpones y cuerdas de cáñamo,
surcando lejanos mares en compañía de una tripulación salvaje y primitiva,
formada por aquellos que adoran tallas de madera de incomprensibles espíritus
divinos.
Zambullíos...
... y disfrutad de esa mística fresca, con aroma a espuma y
sal, donde las gaviotas y los albatros, al partir de un puerto seguro, vendrán
a saludar vuestra marcha, abiertos en jarra sus largos brazos blancos...
... porque, como canta Melville en maravillosos capítulos,
blanco es el color de la pureza de la novia virginal que, sonrosada, se acerca
al altar para contraer matrimonio; el color de la nieve pura que cae del
plomizo cielo, ayer surcado por blancas nubes de algodón; el color de la luz,
el color de la pureza inocente, vulnerable, roto por la más mínima de las manchas
que sobre su fondo destaca, como las negras letras sobre el todo del pergamino
vacío...
... tornándose, a cada página, más turbia la hermosa pureza,
olvidada ya la inocencia en beneficio de la inquietud, la sospecha, el miedo
que avanza, cabalgando a lomos de la ausencia de color... a galope... sobre la
joroba de la ballena blanca, asesina fuente de locura, de nombre Moby Dick.
Lo bueno y lo malo. Las infinitas tonalidades de los
colores. La gracia de la obra maestra y su alegoría eterna, jamás enturbiada a
pesar del paso de los años...
... por mucho que lo intenten...
... por mucho que, otro blanco... en polvo y esnifado... intente empañar, con su negra mancha, la gloria eterna de los barcos, las artes y los hijos de la Mar.
8 comentarios:
Extraordinaria novela la de Melville. Es el máximo referente de las novelas naúticas.
Inolvidable su lectura, y lectura que no aburre en ningún instante.
En mi epoca juvenil difrute con esta gran novela.Aunque soy contrario a la captura de este hermoso mamifero,saludos,
Me gusta tu blog
sin lugar a dudas voy a volver
Muy entretenida, en verano suelo aprovechar para releer estas viejas historias de infancia.
Felices vacaciones.
Inolvidable y refrescante, Don Javier, sobretodo en estos tiempos veraniegos.
Sin dudarlo ni un instante, una de mis novelas de cabecera.
Un saludo.
Yo, Agustín, la encontré un día en una casa vieja y, tras leer el "Podéis llamarme Ismael" y la imperiosa necesidad de echarse a la mar, quedé embelesado y no pude más que comprarla y leerla del tirón.
Del otro tema, la captura y la caza en general, podríamos hablar largo y tendido.
Un abrazo, neozelandés.
Gracias, Recomenzar.
Serás bienvenida.
A mi también me gustaría poder releer mis novelas favoritas, Maribeluca, pero tengo una lista de "pendientes" que, la verdad, ocupa la mayor parte de mi tiempo libre.
Estoy pensando hasta en darle cuerda a eso que llaman "audiolibros"... ¡todo un sacrilegio!
Un abrazo. Que tengas unas felices vacaciones.
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