- Ella decía... decía... decía que no me quería. ¿Qué quería
que hiciera, comisario?
- Levántese y calle, mala bestia -contesta el policía,
chusquero, bien entrado en años, con la cabeza abonada por el blanco de las
canas, nariz roja de incontables noches en vela sujeto a la barra del Bar
Gloria, ahogando en ginebra la foto que la Polaroid de su sesera tiró mientras su idealizada esposa subía en aquel maldito taxi-. No quiero
volverte a oír en toda la noche, maricón.
- Ven, camina... entra, va -dice el otro policía abriendo la
puerta de la Comisaría... el novato, con su leve pelusa en las mejillas y esa
mirada cristalina, vidriosa, espeluznada ante la escena que contempló no hace
ni media hora, en la parte alta de la ciudad-. Siéntate ahí... y chitón.
- Yo... pero... yo... ¡Yo no he hecho nada, Comisario!
-repite, como haría el viejo loro de un mugriento capitán pirata, una y otra
vez-. Yo no he hecho... yo soy... soy inocente...
- ¿Inocente? ¡Hay que tenerlos cuadrados! Si los tuvieras,
claro... porque tú... una rata como tú... tú no tienes nada, cobarde. No tienes
nombre, no tienes valor, no tienes sangre... Sólo odio, odio y
resentimiento. Un veneno que te corre por las venas, nada más. Una ponzoña que
todo lo pudre y corrompe.
- Se equivoca, comisario. Se equivoca. ¿Odio? No... nada más
alejado de la realidad. Yo lo que emano es todo lo contrario... Yo sudo amor
por todos y cada uno de los poros de mi piel. Amo, amo, amo. No he hecho otra
cosa en todos los años de mi vida.
- ¿Amar, tú? -grita el anciano policía en el recibidor de la
Comisaría Central, en el barrio de Sants, atrayendo hacia su figura todas las
miradas de quienes pululan por la estancia-. ¿Esto es amor, para ti? ¿Esto?
¿Estas manos manchadas de sangre? ¿Este uniforme y su hedor a sangre caliente?
¿Así amas tú, sanguijuela? ¿Qué era esto, tu regalo de aniversario? ¿Esas
apuñaladas qué eran? ¿Eran besos, tus manos aferradas a su cuello?
- ¡Ella decía que no me quería, señor policía! ¿Qué quería
que hiciera? Ella se dejaba sobar por todos menos por mi... los pechos... las
nalgas... besos en la oscuridad de los portales... ¿Qué quería que hiciera, comisario? ¡Yo la amaba! Siempre la he amado... desde niño... desde que la vi
por primera vez allá en el mercado, contorneándose por el pasillo de las
pescaderías, y mi padre me explicó quién es... me dijo su nombre... ¡Me volví
loco por ella, Comisario!
- Eso ni que lo jures...
- ¡Calla, novato! Vete adentro y trae al Sargento Guillén.
Hay que fichar a esta escoria ipso facto. Su toxicidad se contagia, se
transmite por el aire, se respira como un suave perfume. Hay que ficharlo y
meterlo en alguna celda... la más profunda y negra que tengamos, si es posible.
- Como usted ordene, comisario -dice el verde,
desapareciendo por una puerta de la que cuelga un cartel en el que se prohíbe
el paso al personal no autorizado.
- Y tú, deja de llorar, asesino.
- Tengo miedo, Comisario. Me asusta la oscuridad. Me
aterroriza estar sólo. No quiero...
- ¿No quieres? No, si encima te creerás en posición de decir
qué quieres o pedir qué no quieres. Eres un asesino, chaval. Quizá todavía no
te han puesto ante el juez y este ha dictado sentencia pero, pase lo que pase,
eres un criminal de mierda... escoria, bazofia, una piltrafa de hombre, es lo
que eres. Pero, tranquilo, en el fondo tendrás suerte y no te pudrirás en un
zulo negro y húmedo como bien te estaría merecido, no. Tendrás tu celda
iluminada, con TV y sábanas limpias todos los lunes del mes... y compañía, sí. Verás
como no estás sólo por las noches, miseria... alguien te abrazará, verás...
- Usted se burla de mí, comisario. No lo entiende y se ríe
de mi desgracia. ¡Yo la amaba, comprende! Esto ha sido... esto ha sido un
error... un crimen de... ¡un crimen de amor! No ha existido ni pizca de mala
intención, comisario.
- Serás... serás... serás...
- ¡No, no, no! ¡No me pegue, comisario! No me pegue.
¡Socorro! Yo no quería... Yo la amaba, pero ella se reía de mi... Me humillaba,
me robaba, me señalaba con el dedo delante de los míos, burlándose de mi
dependencia, de mi sumisión, de mi... ¡No, no, comisario, en el estómago no!
Ahhhh... Ahhhh... Arggg... ¡Socorro! ¿Es que no va a ayudarme nadie? ¿No me
protegerá la policía? ¡No me pegue más, que no podré confesar sin dientes, comisario! ¿No me auxiliará ninguno de los que aquí trabajan?
- ¿Auxiliar? ¡Perro, rata... maldita sanguijuela...! Toma,
toma bastardo, toma... -repite una y otra vez el comisario, porra en mano,
mientras reblandece a palos el lomo... el cuello, la sesera... del reo llorón,
encogido en el suelo como un feto de cuarenta años y un centenar de kilos de
peso.
- ¡Socorro! ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho yo para merecer
esto? Soy un alma débil, lo confieso, pero no un criminal. ¿Qué he hecho yo,
sino amar? Amar con pasión, amar con locura, amar con saña...
incondicionalmente, hasta el fin, como buen hombre en decadencia, bestia herida...
sin recibir nada a cambio. Aahhh... No me pegue, comisario. Entiéndalo, policía.
¡Ha sido un crimen de amor!...
... ¡Yo la amaba!...
... si decía que no me amaba, ¿qué iba a hacer yo, comisario?... si no me amaba... si no me correspondía con idéntica pasión... si
no es mía... No, comisario... si no es para mí, no será para nadie.
No bien acabada la frase, el policía verde apareció en el
recibidor de la Comisaría Central seguido por el Sargento Guillén. A sus
espaldas, la puerta con el cartel de acceso autorizado se había cerrado con un sonido
grave y seco... aunque ahora, ante el interrogatorio de Asuntos Internos, el novato no puede asegurar
si ese sonido lo produjo dicha puerta, o la cabeza del detenido... el cráneo del
amante... cuando se abrió como un coco.
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* Entrada inspirada en una canción de Albert Plà, ese esquizofrénico... otro más... que viene a confirmar aquello de que, incluso los locos, pueden tener momentos de lucidez.
10 comentarios:
Muy bien relatado el cuento y perfectamente sincronizado el suspense.
Buen escrito, Don Herep. Muy creativo y ameno.
Es muy paradójico pero ciertamente es real. No puedo creer que el máximo dirigente de ERC se declare acérrimo amante de España y se justifique diciendo que quien a él le maltrata es el Estado del que, por otro lado, está cobrando dos sueldos, cómo alcalde y parlamentario.
Excelente exposición, hermano.
Un saludazo.
Como siempre un relato con un perfil entre politico, y unas gotas de un buen thriller,saludos,
Juajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuaaaa
Y
Plasplasplasplasplasplasplasplasplasplasplasplasplasplasplasplas
¡MUY BUEN RELATO DE "AMOR NO CORRESPONDIDO", GENIO!
¿Se Admiten Voluntarios Para INFLAR A HOSTIAS A DESCEREBRADOS Y OTROS EJEMPLARES DE PARANÓICOS Y PELIGROSOS "ASESINOS PASIONALES"?
¡PORQUE YO ME APUNTO, PARA RELEVAR AL COMISARIO Y LOA AGENTES SI SE CANSAN DE "ESPABILAR A ESE GENTUZO ASESINO Y ROBABOLSAS"!
Asmodeo Estaría Partiendose De RISA, SEGURO.
Un Abrazo Camarada.
Un Brindis Por "LA HOSTIA PURIFICADORA"
Y
¡¡RIAU RIAU!!
Gracias, Javier... pero reconozcamos que, para creativo, el Sr. Junqueras, protagonista del relato cuya imaginación no conoce límites.
Un saludo.
¿Qué será lo próximo con lo que nos sorprendan, CS? ¿Una posesión infernal? ¿Una invasión de ultracuerpos? ¿Pueden sorprendernos con algo, cuando estamos más que curados de espantos?
Lo dudo, aunque no me verás poner la mano en el fuego, por si las moscas.
Un saludo, campeón.
La política ha acabado convirtiéndose en eso, Agustín: un thriller macabro de final incierto.
Un abrazo.
Los voluntarios para repartir palos siempre son bienvenidos, Old. Cuantos más seamos mejor, aunque luego, si por culpa de las aglomeraciones sólo puede ver el espectáculo y no participar en él... Mala suerte.
Piense que, en ocasiones anteriores, todos esos que alzaban la voz y se las daban de valerosos en los balcones de la Generalitat, acabaron escondidos o fugados por las alcantarillas.
Mucho será que nos pongamos el traje de faena para nada.
Un saludo, camarada, y un brindis por la colleja redentora.
¡Riau!¡Riau!
Cuando del amor solo hablan las crónicas de sucesos, es que todos quieren recibirlo pero nadie se atreve a darlo.
Ese es el sino de los hombres, Gaia. Recibir sin esforzarse en dar.
Un saludo y bienvenida.
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