En unos pocos días, el frío ha aparecido tras el telón de
este teatro antaño conocido como España. El Sol, poderoso Sol, ha decidido
apartarse de nuestra vera… lejos… abandonándonos mientras la vía muerta va
llenándose de nubes, vientos y helor.
La pasada noche encendimos la chimenea de la Sala X. Quizá
excesivo… pero acogedor y reconfortante. Tras la cena, uno a uno, todos
nosotros acudimos a la llamada de la llama silente. Al poco éramos 12. 12 Monos
agazapados en nuestros sillones, con una suave música de fondo, mirando el
crepitar de la llama, ajenos a la lluvia, la ventisca y la helada.
De esta guisa… entre calada y calada… mi mente se puso a
viajar y el minutero, como tantas y tantas veces, se reveló contra su curso natural.
El Tiempo se volvió reversible y, al instante, volvía a tener 13 o 14 años y
las formas que la llama dibujaba en las paredes tornáronse sombras de antiguos
compañeros de aula.
Sobrevolando la estancia pude observar al chaval espigado que fui, armado con su mochila al hombro, su autobús a las 08:00h de la mañana, sus raidos y venerados primeros tejanos americanos… Aunque fuera un sueño, aquello era real.
Yo lo viví, antaño.
Un buen día, finalizada mi EGB, mis padres decidieron
enviarme a la capital, a estudiar el bachillerato. Bachillerato Unificado y
Polivalente. Ha pasado tan poco tiempo, desde aquello… y parece tan lejano… Yo,
pueblerino, empezaba una nueva aventura aún con la nariz plagada de mocos, sin
rastro de pelusa y un desconocimiento total de lo qué era la moda, la movida,
lo cool, lo hortera, lo guay… Yo, engalanado
siempre con pantalones un par de dedos por encima del tobillo, remendados a
banda y banda, como bien dictaban las normas de la pandilla del barrio… Yo y las
miradas, los silencios a mi paso, las risas iniciáticas…
Al segundo mes las risas yo no fueron ajenas a mi presencia.
Los chicos de pueblo tenemos esa virtud… nos
adaptamos pronto. Hemos nacido y
crecido sin barreras de hormigón. Libres entre hectáreas de campo y avellanos.
Al calor de la hoguera, mi viaje astral a través del Tiempo,
dejó atrás los siempre concurridos pasillos del instituto para entrar de lleno
en las aulas. Uno tras otro, los rostros de mis antiguos profesores fueron
sonriendo ante mí, señalándome mi pupitre siempre en primera fila… atándome en
corto a la tarima… mientras desplegaban mapas, garafateaban con tiza blanca la
pizarra negra o rebuscaban papeles en los cajones del escritorio. Filosofía,
latín, literatura catalana y castellana, Historia… Historia del Arte… latín, griego,
inglés…
Ellos fueron quienes, poco a poco, año a año, intentaron alargar
mis cortos pantalones de pescador con puntadas de conocimientos, análisis y
trabajos extraescolares. A fuerza de aguja e hilo. En comparación con los
profesores de hoy en día, aquellos eran sastres excelentes… y les estoy muy
agradecido. No por lo que me enseñaron, sino porque despertaron en mi diversas
pasiones e inquietudes.
Sagrado Corazón de Jesús. Colegio católico, de pago y, hasta un par de años antes, estrictamente femenino.
Alucinante. Revolucionario. Catalanista.
A la nostra Catalunya,
la terra que estimem tant, hi ha flors de tota mena y floreixen també els sants….
Recuerdo las jornadas de convivencia y hermandad. Las reuniones
en la enorme capilla todas y cada una de las fechas señaladas. Las consignas
que circulaban de agenda en agenda...
… amb la sang dels
espanyols farem tinta vermella per dibuixar cuatre barres i una estrella…
Jamás había tenido agenda anteriormente. Pero aquellas, año
a año, fueron engordando con citas escritas en bolígrafo rosa, poemas de
maulets que corrían de boca en boca, dibujos de banderas esteladas y
estrelladas… También apuntes de exámenes y trabajos pendientes, pero mínimos. Cualquiera
que haya tenido una agenda sabrá de qué le estoy hablando.
Jamás he vuelto a tener una.
Som i serem…
Mi colegio era catalanista. Oficialmente catalanista. El alumnado…
las juventudes del Sagrado Corazón… era harina de otro costal. Con ellos la
oficialidad dejaba paso a la cirugía avanzada. Fueron criados como soldados victoriosos
allí donde sus padres habían clavado la rodilla. Sin complejos ni temores, pues
ellos era el futuro… la vanguardia de la revolución pendiente… los mozos del
Estado Catalán. La inocencia de aquellos infantes salvaguardó el proyecto
soterrado, escudándose en esta con la intención de ocultar el corte del
bisturí. Son niños, decían mientras
inyectaban el veneno. Son niños… que
mañana serán hombres. Nuestros Niño-Hombres.
Barcelonistas, tradicionalistas, apasionados.
Dos meses. Dos meses fue, esta vez, el tiempo que necesité
para curarme de aquella enfermedad imaginaria, desdeñando el desinteresado arte
de aquellos sastres… o cirujanos… o meras ratas…
Eran otros tiempos, eso sí. Sonrío cuando el rostro de… no
recuerdo el nombre… Una profesora de la vieja escuela. Ricachona y estilosa,
rozando los sesenta, pero estricta y dura. Daba Historia, Historia del Arte y,
si no me falla la mollera, un curso bordó Literatura Española. Con ella aprendí
la lista interminable de Reyes Godos y todos los líos de faldas que, al albor
de la Reconquista, tuvieron lugar en las cortes palaciegas de Castilla, Navarra
y el Reino de Aragón.
Llegamos hasta Franco. Siempre se llegaba hasta Franco.
La Historia de España no cabe en un curso académico.
Su Arte, tampoco.
A les armes, catalans…
El resto, con la excepción de la musa de Literatura
Española, era fiel devoto de La Moreneta.
El director daba Filosofía… ¡Filosofía, Dios! ¿Qué es Filosofía, ni-ni?...
todas las tardes, tras la hora de comedor bajo estricta vigilancia post-franciscana.
Kant, Descartes, Hume… Nietzsche… Siempre acababa la clase con Nietzsche o
interrogándome sobre cuestiones que, al pobre, debieron… y, seguramente, deben…
robarle las veladas de sueño… “Si es Una,
Grande y Libre, ¿cómo puede ser plural?”... y, aunque no recuerdo cuál era
mi respuesta, si su cara de contradicción ante mi insolencia y rebeldía, contradiciendo
ante toda la dicharachera clase la Ley de la Montaña Lacrimosa, alias Montserrat.
Tras cuatro años marché a cumplir mi Servicio Militar
Obligatorio. 18 años justos. Ni uno más, ni uno menos. Por aquellos días ya
había calado en mi cabeza a qué no quería dedicar mi tiempo. Quizá el primer
amargor del elixir hizo que aborreciera toda fuente, pero por aquellos tiempos
estudiar no estaba en los primeros puestos de mi lista de intereses. Era el
momento de probar otras cosas… y el verde me sentaba tan bien…
La idiotez vino luego… del sitio menos pensado, pero más
lógico… rojo y a la izquierda, órgano cruel hasta el infinito…
Y regresé, un último año, a un colegio totalmente dominado
ya por las minifaldas y los labios color carmín.
En el mástil de la fachada
principal tan sólo ondeaba una bandera, pero yo ya era un enfermo incurable. Estaba
blindado ante su cirugía. De acero de la cabeza a los pies. Como amante idiota,
le di una segunda oportunidad al estudio inducido, sabedor de mi inmunidad
congénita. Esta vez acabaríamos lo que habíamos empezado y realizaríamos un
viaje al edificio de enfrente… más grande y sobrevalorado… donde me convertiría
en un prohombre hecho y derecho. Uno más, cocido para finales de primavera, en
una fábrica en serie de talentos sobradamente preparados.
En la Universidad lo suficiente fueron menos de dos años.
Estaba sentado ante el fuego cuando he recordado todas estas
fotos almacenadas en un archivo de mi mollera y, de repente, me ha sacudido la
imagen de la marea de rostros encolerizados que gritaban el pasado 11 de
Septiembre por las calles de Barcelona. Gritaban esas mismas frases que mis
compañeras escribían en mi agenda sobre, si tenía suerte, su número de teléfono
fijo. Ja… teléfono fijo… Tornarem a
lluitar, tornarem a vencer… Posiblemente, si sintiera curiosidad, azuzaría
la vista para intentar reconocer alguna de esas caras enrojecidas. ¿Quizá Iván?
¿Marta? No sé. Muchos empujan carros con niños de teta y rostro pintarrajeados
y, por doquier, saltan y corretean mocosos como aquel que, hace tantos años ya,
se disponía a iniciar esa aventura que todos imaginamos tras leernos un cuento
papá.
Disfrazados con capas que ondean al viento, llevan anudadas
al cuello banderas independentistas… la nueva capa del Superman catalán…
invencibles y todopoderosos sobrevuelan el asfalto en busca de gatos en los
árboles y ancianitas kamikazes. Todos sus poros destilan inocencia… como antaño…
y, tras ellos, madres liberadas de todo complejo decimonónico saludan a
ancianos profesores de instituto. Viejas ratas que, tras las cataratas de la
senectud, se enorgullecen entre lágrimas de sus inocentes pacientes de antaño,
contemplando con euforia la excelencia de su trabajo. Nuestros niños. Nuestros Hombres-Niño. Soldados del Estado Catalán.
Quizá soy un chico de pueblo, Monos, y jamás he conocido
muros de hormigón ni puertas entre tanto campo. Quizá sea esa libertad lo que
me emborracha el corazón aquí, ante el fuego de esta noche cada segundo más
fría.
Porque me reincorporo, me miro… y mis pantalones siguen
siendo cortos.
Un par de dedos por encima del tobillo.
14 comentarios:
Tengo que repetirlo, amigo Herep, porque ya en alguna ocasión lo dije. Tienes el don, cuando escribes, de poner el alma en ello, sobre todo al recordar hechos de tu pasado o al inventar una historia, como si se tratara de un recuerdo. Resumiendo, tu forma de escribir me engancha con suma facilidad, por esa capacidad tan tuya de narrar eficazmente.
¡Un cordial abrazo!
Sigues de pesca y ellos también. ¿Por cierto que hacían en ese sarao los legritos y las negritas, junto con algún moro?¿Tambe soc nacionalist las morenetas?.
Así que en los pupitres de delante ¿eh?, yo estaba en la primera fila, el primer pupitre en el asiento de la derecha (eran de dos). Eso es que tienes un apellido alto. Al fondo que hay sitio el pelotón de los torpes.
Menos mal que quedaste inoculado, sera por eso del aire libre y limpio, siendo de pueblo se sabe que los pajaritos no maman.
Saluditos.
Cuanta nostalgia resuma hoy tu post,Creo que mas de uno queda mas que retratado,Yo por supuesto con los Jesuitas se me enseño a amar y respetar a mi projimo,No me inocularon el veneno separatista que esplica en tu relato,Ojo. que lo que dices no es nada de ficcion sino la triste realidad,un abrazo.
Qué bonito Herep, cuantas cosas se perderán nuestros hijos que no podrán recordar lo que es la libertad, la ilusión y el amor por lo nuestro. Porque nuestra es también esa tierra por muchos muros idelógicos que pongan como barrera.
Muy bueno amigo mio, escribes como dice el Tio La Vara, estupendamente y cuantas muchas cosas que me recuerdan mis cosas.
Yo espero que todo se serene un poco y que empecemos a ver la luz de la prosperidad porque bajo estas cenizas y nubarrones que nos cubre es difícil encontrar la salida a nuestra crisis, porque cada uno la vivimos a nuestra manera, no son todas las crisis iguales.
La verdadera crisis difícil de sacar adelante es la que llevamos durante mas de 35 años inculcando a nuestros hijos en muchas partes de España un odio hacia su propia nación y eso es una autentica canallada, de difícil solución, solo un verdadero hombre de estado lograra parar los pies a estos asesinos de la cultura.
Un abrazo
Ya se sabe, los hijos heredaran la estupidez de los padres y darán pasos gigantes hacía la muerte que sus progenitores les procuraron... Yo no tengo nada en contra de las modas pero, sinceramente, portar la estelada es de ser unos incultos manifiestos y de campeonato. Es asumir las tesis cubanas en territorio catalan. Ya vemos que Mas ha hechado más leña al fuego del que asumía la lumbre y ahora se va a quemar pero bien. Ajo y Agua...
Un saludazo.
¡Querido Herep, eres un Genio de la Narración Corta,.-Que Es LA MÁS DIFICIL-- ¿Será Que LA VERDAD SIEMPRE EMOCIONA?
CHAPEAU
y
C O J O N U D A Como Siempre.
Un Abrazo
Un Brindis
Porque Nunca Olvidemos Quiénes Somos, De Donde Venimos y Adónde QUEREMOS IR.
Y A los Que Se POngan Enmedio,
Pues Lo SUYO. Lo Que Se Buscan y Merecen Desde Hace Más de Cinco Lustros.
¡BON CU DE FALCS!
y
¡¡RIAU RIAU!!
Vuelvo a darte las gracias por tus palabras, Tío Chinto.
Como digo en la entrada, yo lo he vivido. Na hace falta que nadie me diga qué sucede en estas tierras y qué es falso o qué es verdadero.
Las manipulaciones no sirven ante quien consiguió verle el rostro al Monstruo.
Un abrazo, artista.
Tú dale un bocata al hambriento y, si quieres, conseguirás que este baile un fandango japonés.
Si tu sipueras el chollo que tienen aquí los "extranjeros".
Pero los extranjeros "buenos", eh! Que incluso para eso los nacionalistas hacen diferencias.
En lo referente al pupitre, decirte que, además de un apellido alto, también influía un cierto grado de rebeldía incontrolada.
Ah, qué tiempos aquellos!
Un abrazo, Zorrete.
Cuando he visionado las fotografías de la "marcha sobre Barcelona" no he podido más que recordar aquella etapa de mi vida, Agustín.
De aquellos polvos vienen estos lodos... por mucho que, desde siempre, se nos ha dicho que "nada. Esto no es nada. Chiquilladas".
Ahora, esas chiquilladas corren el riesgo de convertirse en cuchilladas, pero... es lo que toca, amigo mío.
Un abrazo desde esta tierra enferma.
Tienes razón, Candela, aunque muchos españoles parecen haber olvidado que Cataluña es su tierra. Tierra española.
Nuestros hijos, como bien dices, se lo perderán TODO. Ellos son la Generación Perdida y, por muy mal que me sepa decirlo, son un lastre para el futuro de nuestro país.
Un abrazo, valenciana.
Gracias, Vicente.
Sinceramente, creo que las cosas todavía van a empeorar mucho más. Muchísimo más, pero... Ya sea por desinterés o desidia, nosotros mismos nos lo hemos buscado.
Durante años, hemos ido educando a nuestros infantes inculcándoles la idea de que todos los males venían de España, cuando deberíamos haberles inyectado en vena la idea de que todas las soluciones emanan de España.
Esa es nuestra infinita desgracia, fuente de nuestra infinita tristeza.
Un abrazo.
El problema, CS, es que estas ratas de cloaca jamás se queman. Cuando vean que el incendio se descontrola, agarrarán el primer maletero libre y pondrán rumbo a la frontera, dejando tras de sí un infierno de consecuencias imprevisibles.
Ajo y agua, como bien dices.
Ajo y agua.
Un abrazo, jienense.
Yo no olvido quién soy, Old, ni de donde vengo. Es más, estoy orgulloso de ambas cosas. Y, quiera Dios, moriré orgulloso de ello.
Cuando la sociedad está tan dominada por la mentira y la manipulación, tan sólo se tiene que echar la vista atrás para volver a recibir el bofetón de la realidad.
Y, con una mejilla al rojo, ya tengo más que suficiente.
Un abrazo, maestro, y un brindis por la Justicia suprema porque la otra, la terrestre, parece que se está tomando unos días de permiso.
¡Riau!¡Riau!
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