La
jornada de ayer fue extenuante. El juicio presentado ante el Rey hizo que éste
acabara totalmente agotado… mentalmente exprimido. Nunca es fácil tomar una
decisión que acarree la división de un tierno infante en dos mitades idénticas…
dos trozos simétricos para contentar a dos madres lacrimosas.
Hoy, en
esta mañana soleada, la luz embriaga la Sala del Trono y el Rey, Juez Supremo,
con el semblante ojeroso y ataviado con su blanca túnica y su corona de
reluciente oro, toma asiento dispuesto a afrontar el nuevo caso que se presenta
ante sus ojos.
- Su
Majestad, abrimos la sesión.
-
Póngame en antecedentes, escribano.
- Al
instante. Le presento a los dos litigantes. El Sr. Hispánicus y el Sr. Catalu…
-
Déjese de presentaciones, escribano. Prosiga, prosiga.
- Como
su Majestad ordene. El aquí presente Sr. Hispánicus regenta, desde tiempo
inmemorial, una empresa de servicios. Dicha empresa, de carácter familiar, fue capitaneada
por su padre… y, anteriormente, por el padre de su padre… y el padre del padre
de su padre… y el padre del padre del padre de su padre… así durante eones de
tiempo. La empresa, modesta y humilde, fue sobreviviendo durante todos esos
años basándose en los principios de la lógica y el sentido común, tanto a nivel
humano como empresarial hasta que, un buen día, el Sr. Hispánicus aquí presente
decidió cambiar el estatus legal.
- ¿El
estatus legal?
- Sí,
Alteza. De empresa familiar pasó a convertirse en sociedad ilimitada. Para ello
se modificaron los estatutos allá por el año 1975, conociéndose el nuevo
vástago como Chirigota Española, s.l. La antaño loable unidad de acción
se vio truncada con esta nueva organización y la sede central pasó a segundo
término gracias a la implantación de una serie de franquicias mercantiles.
- ¿Franquicias?
¿Cuántas?
-
Diecisiete, Majestad. El Sr. Hispánicus dividió su imperio en diecisiete
franquicias regidas, todas ellas, por los mismos derechos y obligaciones. Su
intención era acercar la gestión a los clientes y elevar a la excelencia la
atención a los mismos. Así, con estos principios fundacionales, se repartieron
las diversas franquicias desparramadas en lo que antaño fue un único mercado
común. Al Sr. Cataluñus, aquí presente, se le concedió una de ellas.
-
Perfecto. Tomo nota. Prosiga, prosiga.
- La
única condición, Majestad, fue que, a final de año, cada una de ellas pagara a
la empresa matriz el 50% de sus ingresos totales. Así, si una franquicia
ingresaba 1.000 sestercios, la mitad de ellos debería ser abonada al Sr.
Hispánicus en concepto de uso y disfrute de la marca. La disposición,
perfectamente plasmada negro sobre blanco en el contrato de arrendamiento, fue
rubricada por ambas partes.
-
¡Expolio!
-
¿Perdón?
-
Majestad… ¡Expolio! ¡El Sr. Hispánicus me roba! ¡Pretende hundirme el negocio!
- No
sea arrogante, señor. Aquí, el Juez, soy yo. Deje que el escribano siga
exponiendo el caso y aguarde mi resolución. No se impaciente.
-
Gracias, Majestad. Prosigo. Durante años, el convenio se ha ido cumpliendo a rajatabla,
sin ningún tipo de problema…
-
¡Mentira! ¡Este sujeto me engañó desde el primer momento! Él quería quedarse
con mi…
- Sr.
Hispánicus, ¿no ha escuchado mis palabras? Guarden silencio y esperen mi
resolución.
- …
esto… gracias, Majestad. Como iba diciendo, durante unas décadas no se observó
ningún entuerto digno de relevancia. La franquicia del Sr. Cataluñus, ubicada
en zona costera y bien comunicada con los mercados exteriores, fue progresando
al albor de increíbles ventas que aportaron innegables beneficios. Contribuyeron a ello las políticas
comerciales pregonadas desde la sede central de la cadena, que ensalzaron las
bondades y peculiaridades de la franquicia del Sr. Cataluñus, amén de la
potenciación de la red de distribución y de proveedores.
- ¿Las
demás franquicias no gozaron de tales privilegios de marketing?
- Sí,
sí, Majestad. También, pero la franquicia del Sr. Cataluñus, debido a sus
excelentes cuentas de resultados y a una pizca de soberbia, se convirtió en el
ojito derecho de la cadena. Su volumen de ventas hizo que se afianzaran los
tratos con los proveedores, se suavizaran las condiciones financieras, se diera
manga ancha a los horarios comerciales, se rebajara el acatamiento de las leyes
comerciales… Dinero llama a dinero, Majestad.
- Sí,
escribano. Conozco demasiado bien el amor que, los cínicos fariseos, profesan a
tan vil metal. Pero, ¿dónde reside el problema, si la relación es satisfactoria
para ambas partes?
- Un
segundo, Alteza. Ahora llegamos a esa parte. Como su Majestad bien sabrá, los
últimos años no están siendo duchos en materia económica. La economía se ha
estancado y, poco a poco, la pobreza se está implantando en nuestra sociedad.
- Lo sé
bien… lo sé bien…
- ¡Los
ingresos de las franquicias han bajado sobremanera, Alteza! Y este ladrón de
aquí al lado sigue pretendiendo cobrarme la mitad de lo que ingreso. ¡Ladrón!
-
¡Silencio!
-
Gracias, Alteza, pero esa es la madre del cordero. El Sr. Cataluñus reivindica
que, ante la bajada de las ventas, no puede hacer frente al pago del 50% de los
ingresos estipulado en el contrato, y como el Sr. Hispánicus no quiere bajarse
de la burra, aquí se presentan los dos para escuchar su sabio consejo y su
certera resolución. Dice el franquiciado que, de hacer frente al pago
contractual, su franquicia no puede subsistir. Su destino, irreparablemente, lo
aboca al cierre y desaparición.
-
¡Expolio! ¡Expolio! ¡El Sr. Hispánicus me roba! ¡Nos condena a la miseria
eterna!
- Mmmm…
Sr. Cataluñus, guarde las formas y respóndame unas cuestiones. ¿Ha aumentado el
porcentaje que debe ser abonar por regentar la franquicia?
- No…
pero no puedo afrontar tal pago. ¡Es un robo!
- ¿Un
robo? ¡Pero si es lo que usted firmó hace treinta años, al hacerse cargo de la
franquicia! ¿Qué importancia tiene que usted gane más o menos, si siempre debe
pagar el mismo porcentaje? Un 50% de 1.000 sestercios son 500 sestercios y un 50%
de 100 sestercios son 50 sestercios, ¿me equivoco?
- ¡Lo
firmó, lo firmó! Aquí traigo el contrato, Majestad. Pero ahora dice que no
puede afrontar el pago porque, de hacerlo, sus ingresos serán menores que sus
gastos.
-
¡Claro! Si pago ese tributo, no podré abonar las nóminas de todos mis
empleados, ni mantener los servicios de limpieza, mantenimiento, basuras,
guardería… ¡He tenido que recurrir a los prestamistas para poder seguir
abriendo cada día! ¡Estoy endeudado hasta las cejas, Alteza!
-
¿Endeudado? No lo entiendo. Escribano.
- Sí,
Alteza… le explico. El Sr. Cataluñus, durante los años en los que el dinero ha
entrado a manos llenas a través de las puertas de su franquicia, no ha dejado
de contratar empresas en vistas a su proyección internacional, al tiempo que
iniciaba costosísimas campañas de marketing televisivo, comprando cadenas de
TV, prensa escrita, radios… actuando siempre a espaldas de la sede central. Con
tales artes ha pretendido ensalzar sus bondades en contraposición a las arcaicas
tesis de la matriz central y las demás franquicias.
- Una enorme
deslealtad, Alteza. Esta rata que tengo aquí al lado no ha dejado de derrochar
dinero en nuevos carteles encriptados para presentar sus productos. Los sueldos
se han visto incrementados en un mil por ciento; la plantilla de empleados ha
pasado de 5 trabajadores a 105… todos amigos, familiares, amantes… Su viejo
Seat ha sido sustituido por un flamante Ferrari y de asistir al cine el día del
espectador ha pasado a tener palco en el Liceo y el Palacio de la Música.
-
Alteza, el Sr. Cataluñus, a pesar de haber visto cómo menguaban sus ingresos de
forma aterradora, ha seguido disfrutando del elevado nivel de vida que la
bonanza económica de antaño le presentó en bandeja de plata. Ahora, cuando los
ingresos han disminuido, al mantener un idéntico nivel de gastos, quiere que el
importe porcentual rubricado en el contrato sea abolido. Por lo visto, ese
dinero con el que nunca debió contar pues no era suyo, es el maná que le abrirá
las puertas del Paraiso.
- ¡Ese
dinero es mío! ¡Mi tesoro! ¡Ladrón! ¡Expoliador!
...
-
Escribano.
- ¿Sí,
Alteza?
- ¿Usted
siente aprecio por su cabeza?
-
¿Cómo? Sí, sí… Por supuesto, Alteza.
- Asuma entonces que, de encontrarme ante otro
caso tan esperpéntico como este, su apéndice superior será quien pagará las
consecuencias de hacerme perder mi valioso tiempo con pleitos tan absurdos y simples como
el que hoy me presenta.
Y dicho
esto, el Rey Salomón abandonó la Sala del Trono, aquejado de una profunda
jaqueca.
14 comentarios:
Lo que no se que piensan hacer con los españoles. Cuidadin Herep que pronto empezarán con los progroms.
Saluditos.
El mal de todos los males se encuentra en Cririgota Española, S.L. Cuidadito con el rey salomónico, que amenaza con cargarse al mensajero-escribano del pleito.
Un cordial abrazo, amigo Herep.
Que les den el 100%, y que se lo paguen todo, hasta el ejército que les defiende. A ver si les llega para pagar sus pensiones, y su sanidad.
Magistral y divertido Herep, es la mejor forma de afrontar las tontunas de los nazios..y de SM jaquecosa que debería ingresarse en un clínica de peposo y dejar paso a la reina que tiene mejor hacer..
Magnífico post.
Lo del nacioanalismo es la sempiterna historia del victimismo pedigüeño y el chantaje sistemático.
Ya cansan.
Y el resto de España está como esos matrimonios que esperan -ansiosos-, a que el otro coja la maleta y la puerta para perderlo definitivamente de vista...
Juajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuaaaa!
¡Querido Herep!
¡CHAPEAU!
¡Pero Cuanto Gilipollas y Bocazas Hay Por Estos Pagos!
Y El REy Salomón ¿No Se Había Ido de Vacaciones con la Reina de Saba, Después DelJUICIO AQUEL del Niño "DIVISIBLE"?
Pos Si No, ¡Que Le Jodan!Y Se Tome Un Par De Analgésicos POTENTES!
A Ver Si CAPA DE UNA VEZ AL "EXPOLIARI DE LAS CAIXETAS" Y LO PONE EN SU SITIO DE UNA PUÑETERA VEZ!
Un Abrazo Genio
Y Visto Como Está El PATIO "JUDIOSO Y LEGULEYAL" MEJOR ENCARGAR EL TRABAJO A UN BUEN CAPADOR DE COCHINOS...
Un Brindis Por La Que VIENE Y OTRO POR LA QUE VA A CAER.
y
¡¡RIAU RIAU!!
Estoy al tanto, Zorrete.
Aquí ya se empieza a hablar de traidores y traiciones, así que ya os tendré al tanto.
Un abrazo.
No hay teatro como este, Tío Chinto. Aquí si que hasta lo más increíble puede pasar a convertirse lo más normal del mundo.
Un enorme teatro de sueños.
Un saludo.
Esa opción no la contemplo, Capitán. Sé que va imponiéndose entre quienes no viven aquí, pero yo no me la planteo.
Sus consecuencias para quien esto escribe serían imprevisibles de todas todas.
Un abrazo.
SM debe estar preparándose para el último tropezón, Candela: el secesionista.
¡Qué ristra de traidores que tenemos en España, amiga mía! ¡Qué hartazgo!
Hay una novela de Torrente Ballester titulada "El Rey pasmado" que, de no haber sido escrita hace años, podría utilizar al Borbón como inspiración.
Y soy muy misericordioso con lo de "pasmado".
Un abrazo.
Gracias, Natalia.
Me entristece vuestro cansancio.
Lo entiendo y, posiblemente, si estuviera en vuestro lugar también me sentiría hastiado...
... pero no lo estoy. Y pensar en el exilio en mi propio país me trae imágenes de desolación infinita.
Un saludo.
Si la justicia de hoy en día fuera la mitad de lo que se cuenta de aquella, otro gallo nos cantaría, Old.
Pero aquí las sentencias están para ser saltadas a la torera... entre aplausos y el júbilo de la parroquia. El desacato y la mentira están a la orden del día y la voluntad del pueblo es tomada a broma.
Hoy sale Gallardón diciendo que están por la "cadena permanente revisable"... y uno no sabe si está viviendo de nuevo un episodio acontecido hace seis meses, o el ilustre está hablando de las cadenas de TV que les regalan a los amigotes del puñal en la espalda.
Miseria, Old. Miseria en todos los aspectos.
Que empiece ya la limpia, y ajo y agua para todos.
¡Riau!¡Riau!
Buenas Herep:
Una genial transposición de nuestra triste situación nacional a la leyenda salomónica. Sobre todo porque deja a las luces que el problema de Cataluña es una cuestión que no obedece a complejos motivos socioeconómicos, como parece querer hacernos ver el Gobierno de Mas, sino que es una cuestión de lo más elemental. Igual que en la auténtica leyenda salomónica: el mentiroso cae pronto.
Un saludo.
Esa es la cuestión de fondo, Wittmann: el conflicto es tan absurdo que, el Rey Salomón, preferiría perder su tiempo mirando cómo pasan las nubes por el cielo.
Pero los españoles somos expertos en hacer montañas de granos de arena.
Un abrazo.
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