Hoy es San Jorge… y, con tiempo libre, se sumergió en el
paseo Rambla de Tarragona arriba… presto a “tocar
ferro” y mirar, con infinitos ojos, el azul del mar que se presentaba bajo sus
pies.
Las paradas, a derecha e izquierda, le encerraban en una
ratonera física de colores, perfumes y rostros. Como llegado al final de un
embudo metropolitano, las paredes de plástico iban cerrándose más y más en una
trampa de sensaciones… dulces, como la
miel… apetitosas como el blanco tacto de las mujeres, culpables… descubiertas
entre cientos de lujosos escaparates en rebajas.
E, imperceptible de inicio, brotaba una suave música que
anunciaba el deshielo de los acordes, las tonadas… la rápida y fuerte prosa de
una voz rasgada por la experiencia. Mezcladas, batidas, agitadas entre la
multitud de abejas, cientos de sopranos de garaje van recitando sus versos, abriendo
mis ojos… durmiéndome con nanas que hablan de un mundo feliz, pleno... perfumado…
Yo las miro… corcheas y semicorcheas… recorriendo el
pentagrama que dibujan los suspensos cables del teléfono… donde circulaban los
telegramas que aquella mañana te envió un corazón que no conocía de embudos, ni
de estrecheces. Pip-Pip… Bom-Bom, Bom-Bom…
Código Morse tecleado por rojo músculo de piel… Pip-Pip… Cambio y corto.
Dos diablos le detienen, armados con puñales de papel.
Tras ellos, dos más.
Y otros dos.
Presa de dolor y tristeza, se abre el escaparate que guardan
sus párpados y contempla… rojo amanecer… las puñaladas que ostenta su regazo. Unas,
en forma de fanzine. Otras, revolucionario prospecto sin receta… pisos en
construcción… Las más, facturas sin servicio.
Y sangran… y el cuerpo se queda sólo de sangre… solitario… como
una carretera de cien carriles o un túnel en una playa paradisiaca.
El dragón, de verde escamas, rodaba acera abajo… herido de
vida… muerto de miserias y maldiciones vertidas por una aldea perdida en la
inmensidad de un cuento de hadas.
Mil doncellas, como salmones a contracorriente, vienen a su
encuentro, desenfundadas sus mejores armas, prestas para la ocasión. Un arsenal
de gafas, pegadizos carmines y finas armaduras de torneo amistoso, danzan ante unos
asombrados ojos, verde esmeralda… meciendo un cuerpo entre torbellinos suaves e
hipnóticos… cantando… Como la miel… Dulce como la miel, que brota en mis labios…
… al tiempo, unos aldeanos… hijos de la ira… guardan sus
hoces rociadas de agria sangre y presentan presentes de oro, incienso y mirra… ¡Alabado el hijo pródigo! ¡Alabado el que
marcho para regresar!... agarrados, fundidos, soldados… en una orgía de
bailes en pausa, sin fuelle a causa de la innata energía.
Hoy es San Jorge… o Sant Jordi…
… y, al cerrar los ojos, la Rambla queda desierta.
El pueblo, asustadizo y traidor, no es más que una negra
mancha en la eterna oscuridad… invisible. La doncella, pintada con inmensa
paleta de colores, va encogiéndose a ráfagas… transformándose en el curioso insecto-bola
de mi infancia… donde toda ella es igual y similar… sea guapa, fea o de saldo…
redonda… pequeña… como una piedra que cae a un pozo.
Hoy es San Jorge… y el dragón, frenado por la caricia del
frio hierro del balcón, siente como las heridas sangrantes son cosidas a fuerza
y estoque de espada… pues no hay puntada sin hilo, ni cicatriz sin herida.
Las cantoras sirenas de Ulises quedaron atrás, como telas de
araña a la espera de una nueva presa. Un nuevo juguete de plástico que rellene
el hueco de la estantería. Otra muesca pudriéndose en una bota de caña, puntera
afilada. Carnaza enfundada en rojo picardías con liguero. Sueño de una noche
loca de un tormentoso verano.
Sus heridas, pasadas, serán cosidas, de nuevo, en este San
Jorge… o Sant Jordi… con presteza, con mano ágil, limpia… novata en cien lides
semejantes… bordando la carne con el dorado hilo de cien pañuelos tejidos por
las prometidas princesas de los torreones.
Como la miel…
El dragón, batiendo sus alas, de un salto, se arroja al
vacio que se abre a sus pies… balcón abajo… en busca de la Mar salada… ajeno al
aquelarre celebrado en honor a su muerte… dentro, en el embudo, parte estrecha,
paredes que se encogen… cada vez más, cada vez más… sobre el pueblo siervo del
mito y el vino dulce.
Vino dulce… como la
miel.
Hoy es San Jorge, o Sant Jordi, y el dragón, libre y
victorioso, vuela libre. El caballero de blanco fondo y roja cruz monta sobre
su lomo, y todo se torna áspero, luminoso… cicatrizante.
Y tanto vuela que, de un salto, escapa del cuento de hadas.
2 comentarios:
Adivino una cierta nostalgia.
Siempre es igual cuando lo que toca no es soñar sino luchar cara a cara contra el dragón..
Un poco, quizá.
Siempre que veo Lost in Traslation, me asalta la duda de si no me estaré perdiendo algo por el camino.
Luego, ya en frío, me convenzo de no mirar más hacia atrás.
Un saludo, Candela.
Publicar un comentario