Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

19 ene 2019

Pioneras



Corría el año 1851 cuando el terrateniente Roy Whitman, hastiado por las peleas y enemistades acaecidas entre los trabajadores de su rancho californiano de reses y demás cuadrúpedos debido a la frustración y la galantería no ejercida, marchó con una carreta y un billetero bien cargado dirección a los centros poblacionales más allá del desértico lejano oeste en el que residían con la intención de, como buen agasajador y vendedor de submarinos, hacerse con un puñado de mujeres con las que apaciguar los encendidos ánimos de sus asalariados mediante el siempre pragmático sacramento del matrimonio.
Se hacía famosa, de esta guisa, la caravana de mujeres que cruzaría montañas y ciénagas en dirección al edén mutado en rancho vaquero.
Ciento cincuenta y tantos años después, en la poblada y vieja piel de toro antaño conocida por su furia y coraje, España, otra caravana de féminas, ataviadas con sus gafas de sol a la moda, el pelo de color frambuesa rollo chica ye-ye, uñas arcoíris, macuto de influencer y pañuelo morado aferrado al gaznate, ha saltado a las portadas de los periódicos de la farándula merced a su viaje desde los más recónditos parajes sureños hacia los jardines y sombras del palacio de San Telmo, morada de la taifa andaluza, paraje de las tres culturas donde los dineros no son de nadie y las vacas se asan con billetes de quinientos euros.
Iban montadas a horcajadas sobre los asientos de lujosos autobuses cinco estrellas. Bugas de esos que alardean de retretes con la tapa bajada, papelerita para detritos mensuales y asientos reclinables donde descansar las espaldas de tanto ajetreo viajero... y, como las pioneras californianas de antaño, cantaban y lanzaban a los cielos sus plegarias y anhelos al compás de las palmas y el zapateado de suela plana.
...Ooooh, altísimo... danos un marido fiel, un esposo cariñoso, un hogar dulce hogar con hijos, oh altísimo...
¿Así cantaban, así, así... así cantaban que yo las vi? Caaaaa.... Son ciento cincuenta años, Monos, y aunque se trate de un suspiro de los dioses si hacemos la escala temporal desde el gran petardazo cósmico, mucho ha cambiado desde aquellas jornadas vaqueras, y más lo han hecho los cánticos, las ideas y, por descontado, la épica.... porque allí donde las useñas atravesaban barrancos y valles de la muerte montadas sobre caballos y carros afrentando peligros en busca de la libertad individual y el futuro laborioso, aquí las paladinas de la modernez viajaban fletadas por sus amos a lo largo de amplias y asfaltadas carreteras a no más de noventa kilómetros hora so amenaza de multa administrativa, por no mencionar la desavenencia de los deseos: allá unas pedían marido, hogar y futuro; acá las otras, más modernas y liberadas de los yugos de la superstición gracias a los aires gnósticos que soplan en Occidente, sólo berrean a coro por un negrata ilegal que las complete, café con leche y pastas para desayunar o una paguita de una mano amiga con la que sobrevenir el mundo heteropatriarcal y asesino y rasurador de piernas y sobacos e ingles al láser que anda al acecho. Una dádiva, mujer. Una renta básica democrática de izquierdas y feminista, que ya se sabe que el otro mundo es posible ha de hablar clitoriano, o no será, lo diga Agamenón, su porquero o la decisión libre expresada en las urnas.
Caravana de mujeres hacia la primera línea del frente en defensa de la servidumbre, la insignificancia positiva y el sectarismo totalitario de la cueva ideológica con tinieblas de moralina bastarda. Años transcurridos en los que el rifle Winchester al hombro de las pioneras ha dejado paso al dildo con estrías lubricado con hedor a rancio sobaco peludo de las autodenominadas defensoras de las esencias mujeriegas.
Signo de los tiempos modernos, y a todo color.


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