Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

19 jun 2018

Marxando


Cuando creíamos haber dejado atrás a nuestro inconmensurable corredor estepario...
... cuando los más pusilánimes del lugar habían arrinconado las largas marchas a la luz del amanecer en el cajón de la nostalgia enfermiza, olvidada la gran caminata veloz junto a los objetos perdidos que todos guardamos bajo el camastro que esconde los sueños y las desventuras de los tiempos pasados...
... uno nuevo, velocista de alto talle y tísico fuste, aparece masajeando sus rodillas al trote cochinero mientras atraviesa las sendas del palacete de La Moncloa arrancando sombras de las luces -estas artificiales- de las cámaras empuñadas por la famélica legión de periodistas que campean por lo que queda de España en busca de un reconocimiento ramplón que les permita arrojar lejos el luto inmortal que acompaña tan vejada profesión.
La lágrima por las costumbres pasadas, aún reciente en la mejilla del crédulo, toma nuevo brío merced a la figura atlética del presidente Sánchez, el Usurpador, quien, con calza corta y camiseta del gremio convenientemente seleccionada, asoma por la cuerda del estadio con la firme intención de seguir allí dónde se desvaneció el caminador veloz en esa carrera hacia el abismo tan particular entre la horda de corredores de fondo -y fango- que nos tocó en suertes a los pobres españoles de a pie... esos que apenas andan debido a que les fueron amputadas las piernas en nombre de la socialdemocracia solidaria del estado del bienestar -y bienpensar- que rige sobre sus destinos.
Nunca fue esta tierra de hijos del viento, pero sí de corredores de marcha forzada. Un pie tras otro sin despegar jamás ninguno del suelo, kilómetro tras kilómetro hasta la victoria -comunal- final.
Hay, sin embargo, variaciones en la estética dignas de prolongado y sesudo debate de bar: la miel con la que se embadurna la carrera del nuevo y amado líder desde las cabinas de los comentaristas, las alabanzas de los serviles nihilistas en busca de su medallita de oro redonda como un trozo de pastel, la emotividad del perro fiel retozando con las recias piernas del padrecito, la estudiada puesta en escena de la gran final de los ciento diez metros vallas, los elogios, las alabanzas, el vidrioso brillar de los ojos de la telepredicadora del noticiero...
Nada es dejado a la improvisación en esta nueva etapa. La barba rala del vagabundo adquiere en Sánchez, el Usurpador, tintes de sutil piel embadurnada en cremitas y demás potingues de culito fino. La mirada estrábica del que sigue una senda cuya meta es desconocida... cuyo fin es impuesto al ritmo de la rachera mexicana... ha sido sustituida por el cejo inquisitorial del que marca los fines y los objetivos por cuenta propia. El pantalón de chándal modelo transición, hoy, ha sido recortado hasta quedar convertido en un escuálido trapo de modernez (de mierda) plurinacional, y el Casio reloj-calculadora, en la muñeca del excelentísimo mequetrefe al frente del gomierdo actual, bien parece un peluco de los que mide la hora atómica de este planeta flotante en el cenagal.
Todo estudiado, todo cronometrado, largos años entrenado, dialogando, ensayando corruptelas... cien años de honradez, ni más ni menos... entre todos los principales marxistas de Chirigota Española, s.l. para que, llegado el momento del pistoletazo de salida, todo sea perfecto, amable, ético y del gusto de la mancha humana que, desde las gradas, ve cómo se pavonea, entre el aplauso entusiasmado de la servidumbre, el nuevo amo y señor de la pista de atletismo.
Todos en sus puestos.

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