Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

10 may 2018

De los tabardos del mercado


Las triunfitas del dosmildieciocho de la generación mejor preparada de la historia de España han aparecido en el bando municipal de la tevetrespercent para bendición de la mancha humana. Esta no se ha hecho la remolona: a las primeras de cambio, viendo la indumentaria llaçgroc de las chicas y tras escuchar la respuesta aguda y democrática de las jóvenes a la chonza vanidosa del noi de la mare presentador, el set se ha venido abajo en un sonoro aplauso, desenlace que ya podía preverse, no obstante; las peripecias de la otra pareja de triunfitos generacionales, allá por la portuguesa tierra, ya habían ablandado la desconfianza innata de la autóctona audiencia hacia el hijo del dios menor. El libro del zumbado del sofá en el día del patrón, la osadía del pequeño de la casa -tan equidistante, tan correctamente talentoso-, la mala educación inocente, el frescor de su amor consentido -y con (lennonista) sentido-... ¡la voluntad popular hecha empoderamiento y república, Siset!
No podía fallar. Un éxito. La encíclica corre como la pólvora, y quien se oponga a ella es facha.
Mañana sacarán un disco, o tirarán un tema a la red, y, de escucharlo aquí, sabed que será vía pirata. Pero a las triunfitas eso les da igual; algún mánager adoctrinante le abrirá hueco en la maquinaria mediática o le conseguirá un sueldo nescafé como cantautor de la millonésima... o milenial... romanza al otro mundo es posible. Como estacas al vent, pare. Así, en todos los dialectos, a capella, con gesto serio y voz desesperanzada durante el resto de los asalariadamente públicos días de tu vida. 
Apasionante vida digna de los miembros y miembras y miembrus de la generación.
Dadnos pan y tomad circo, se escucha en el anfiteatro portugués durante la fiebre del próximo sábado coreado por los modernillos -de mierda- que han de vilipendiar el imperio romano de los padres, y un Séneca contable que descansa en el sofá de su casa la rutina de una primavera que no llega, observando la desdicha predicha, aterrado por un augurio impertinente, sonríe jovial y amable consolándose pensando que estos son sus tiempos, los de la generación mejor preparada, esa por la que tanto se ha luchado en este país, heredera de lo republicano, sea lo que sea que quiera decir eso, y abre otra de gambas con birra fría, despatarrándose a los cuatro vientos hasta que, de repente, un recuerdo fugaz, una obligación presente, lo hace levantar para, con una equis roja, tachar del calendario el día menos que resta para cobrar la pensión.
Desde aquí arriba escribo esto; cuando todo cambie, subid a mi montaña y avisadme. 

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