Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

4 abr 2018

Deserción


Calles desiertas de la gran urbe son idílicas para un buen puñado de bípedos con gorrillo.
Siendo de un pueblucho de cuyo nombre nadie quiere acordarse, la emoción que ellos experimentan ante dicha imagen no me produce ni frío ni calor, indiferencia, aunque no deja de tener su morbo ver cómo las extensiones de panorámica inerte sustituyen lo agreste de cañadas y valles de mi hábitat por lo inerte de moles de hormigón y asfalto de la típica ciudad condal. Supongo que la ausencia de gente... de pueblo... que tanto abunda en la metrópoli y tanto escasea en el medio rural, esa carestía de iguales con los que camuflarse entre semáforos y pasos cebra, es el motivo de la congoja del modernillo (de mierda) que se imagina abandonado. Nadie que pasee, al olvido desterrado el zumbido del claxon, sin pájaros ni cotorras ni vida ajena al trasiego de la fotosíntesis. Cuatro contenedores separando plástico de materia orgánica, los inventos de mister danger con cuatro ruedas que se alimentan de azufre ocupando las lindes, el chicle rosa que ha de hacer las delicias de quienes estudien lo fósil llegado el futuro inapelable.
Dos de las generalas de las mayores metrópolis de Chirigota Española, s.l., ayer, se abrazaban en olor de multitudes inaugurando la penúltima exposición acerca de la Guerra Civil patria y sus inconfesables crímenes de lesa humanidad. La una generala, vieja del bando perdedor, de tanto ensalzar la resistencia iniciática de los subyugados por el terror olvidaba mencionar los incidentes aislados provocados por cuatro exaltados que ensayaban, entre ciudadanos prescindibles, futuros Katyn; y la otra generala... del bando de los analfabetos, sumida por los océanos de agitación lisenkiana que mece la cultura guay y de propaganda logsiana que inyectan en vena en el sistema educativo, sollozaba hecha un Orinoco de lágrimas, bufandita y pin amarillo meón, en recuerdo de quienes dieron su vida por la paz, la justicia y la democracia frente a la gran ramera del siglo veinte... y siguientes, que siempre hay que estar alerta contra la hidra de siete cabezas, balbucea, ahora abrazadita, una y otra, la plana mayor del generalato de las grandes urbes españolas.
Lástima que la realidad rompa el relato, que sus imágenes enmudezcan cien mil palabras, que las calles desiertas no den fe de la heroicidad de los bípedos que decían defenderla con sus gorrillos, ciudad abandonada a través de las alcantarillas de la cobardía, sin un solo disparo de resistencia infame, a la sombra de una paloma negra como la paz democrática pregonada por los descendientes del padrecito de los pueblos.
Calles desiertas, las de una ciudad cualquiera en el día de su liberación.
Desiertas de la épica, de la mística,
desiertas de la verdad.

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