Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

10 ene 2018

La impostura


Amanece el nuevo día, 
pero la penumbra se ha instalado a conciencia en el Palau; la tristeza cuelga de su rostro convirtiendo las cortinas en lágrimas; las delicadas sillas del otrora impoluto cuerpo funcionarial compungen el ánimo desnudas por los pasillos; todo es silencio donde ayer resonaban risas y voces temblorosas por la emoción de una republiqueta que se veía al alcance de la mano. Los rostros del Moltonorapbla en los cuadros dan más pena. El desorden es angustioso. La excelencia innata debió de encontrar irresistible arrojarse al vacío viendo el romanticismo de las abiertas ventanas que dan a la plaza mayor, punto de encuentro tan histórico, tan místico, tot-el-camp-es-un-clam...
Sin embargo, de aquello no queda nada. 
Sólo el Secretari, perplejo, contemplando sus manos desnudas, inútiles, incapaces de asimilar un mal sueño que había desechado por cruel. De un vistazo escudriña el despacho del President, constatando cómo un misterioso saqueo ha limpiado de polvo y paja las botellas del mueble-bar. El primer paso es reconocerse en la enfermedad, President. Las palabras vuelve a su cabeza como tantas veces, pero el Excel·lentísim no está para escuchar su consejo. Se largó después de unos chiquitos en el pueblo, sin decirle nada, como abducido por una idea luminosa que los psicoanalistas oficiales diagnosticaron como jugada maestra, aunque a él más bien le parece otra chiquillada más del niño rebeco que tan bien conoce. Un iluso, se dice el Secretari, y su mirada se posa en los papeles apilados sobre la mesa a los que nunca se dio importancia: las facturas del capricho, las minutas de la camada de maporreros que le alababan las gracias, las cartas franqueadas de la legión de plañideras clamando por los anhelos de sus abuelos, bisabuelos, tatarabuelos... el endoso de las editoriales encargadas de reeditar los grandes éxitos de los primeros filósofos del entuerto. Almirall, Prat de la Riba, el doctor frankenstein medidor de cráneos. Sus tomos languidecen en las estanterías, aguardando el polvo que seguirá a la desconcertante pureza que se respira en el aire, libre de la pestilencia del puro del Conseller en Cap -lo tienen preventivo en una celda de castigo. También se pudrirán a dos metros bajo el polvo el millón de lacitos que confeccionaron a cargo de los fondos reservados que están esparcidos por el suelo... aquí y allí... en la azotea del helicóptero... en el laboratorio que corta los alijos... en el sótano, con las ratas autóctonas... 
Tanta milenaria historia pasa ante tus ojos, Secretari.
Seguirás de pie, el último imbécil del Palau, junto al mástil del trapo, aguardando, perro fiel. Siempre puede haber un esclarecimiento fantasmagórico, hologramático, una aparición mariana, la bondad piadosa de santamaría.
Todo es posible siendo español, Secretari.
Asúmelo.


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