Kinji Fukasaku murió hace quince años.
De pequeño, en su Japón natal en guerra, tuvo que salvar la vida escondiéndose en un charco de cadáveres de compatriotas acuchillados por la batalla. Sin honor ni humanidad. Años después, se haría cineasta del séptimo arte japonés. Suyo es el deshonor de Tora!Tora!Tora!, y la infamia genial de Battle Royale. Kinji Fukasaku se fue hace quince años, pero supo desde el mismo instante en que se levantó del charco hediondo que ya había muerto.
El gesto de amargura del hombre es, con frecuencia, sólo el petrificado azoramiento de un niño.
Franz Kafka
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