A ver, muchachos, ampliad el teclado en vuestras tabletas: es la
hora del dictado.
¿Sí? ¿Izaskun, todo correcto? Empecemos.
Tontolaba -así lo llaman en el terruño- apoya los pies sobre
la mesa baja del salón de su casa, satisfecho. Se enciende un puro, relaja la
espalda en la suavidad del sofá, degusta una copa de coñac celebrando otro gran
día. Merced a los últimos acontecimientos, y ayudado por su buena industria, ha conseguido que corra un rumor interesado por los mentideros
del país, de boca en boca, como la pólvora, que le será -como todo en este
mundo raro- favorable. Mientras tomaba café con el azote del populismo de nuevo
cuño y marxismo de chekista viejo, dos o tres menciones a la relación comercial que la economía del país
mantiene con los saudíes han servido para indicarle las directrices a seguir. Al instante, la
causalidad de la venta de armas ha hecho de puente uniendo la muerte por atropello y la complicidad indirecta (o no) de un gobierno sátrapa, heredero de los tiempos
oscuros de los demonios de mediodía. El argumento, caviar para una mancha
humana plegada al capricho de la generación más encoñada de la historia, apartará
la atención de la marcha de fondo que es el próximo rapto de Europa por parte de los perros de Alá... pero es otra historia, dejémosla para mañana.
Hoy, Tontolaba fuma a pulmón abierto, bocanadas, feliz y
contento. Los contenedores repletos de armas precintados aquí serán
sustituidos por los contenedores repletos de armas embarcados allí. Unos
afrontarán sus miedos repartiendo abrazos y arrastrando a la camada al
precipicio del sueño imposible; otros verán sucederse, uno a uno, los puntos de
un plan maestro del que Tontolaba -sí, sí, el mismo Tontolaba del que os reís
al entrecruzaros con él por la calle-, es arquitecto asociado.
Unos culpables, tres o cuatro sospechas simples -acordes a la fe ciega que profesan por el falso profeta- y desaparecerá todo derecho a réplica. ¿La verdad? Con
Montesquieu. El runrún de la intelectualidad mamporrera hará el resto. La influencia de la cultura analfabeta copará la escena teatral. Los
avalistas iraníes cobrarán el fruto de su inversión regodeándose por la suerte de sus enemigos declarados saudíes, que cargarán con las culpas de una guerra santa compartida, idéntica, pero que, también en esto... en el nauseabundo arte de la yihad progresista... tiene cerdos que se creen Napoleones.
Cabalgando contrariedades a golpe de camello.
Tontolaba... ¡mofa de los dioses es tu apodo, Tontolaba!...
estalla en una carcajada. El cuadrúpedo del desierto que tan bien le ha venido
a su imaginación para visualizar la escena encierra otra de esas
contradicciones de las que tan plagada está la niñería innata de sus lacayos
lennonistas, y no es otra que esa, el camello, el quinqui de la droga y la
paperina por cincuenta euros, el gran capo con sus jorobas de narcotráfico,
tema del cual sus también socios latinoamericanos en el buffet del foro paulista,
consabidos avaladores del nuevo fantasma que recorre el terruño español, son
exportadores a carretadas sin que eso suponga problema alguno para los
feligreses del otro mundo es posible.
Armas, droga, dinero... amor, sexo, cintas de vídeo...
Es Tontolaba quien ríe con el chiste.
Se acabó, chicos. ¿Difícil? Bueno, recoged vuestras casas y
¡venga!, tirad para casa.
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