-¿Cuándo acabará?
- Mucho, poco... es como una moneda que gira y gira.
Tras el luto oficial, llega la calma, y la calma, en Chirigota
Española., es inquina e infamia, un chapoteo incesante en la ciénaga de la
náusea.
En los inicios, al conocerse el rally que cuatro
rebanacuellos se pegaron en las Ramblas de Barcelona, apelamos al héroe de la Asturias
cristiana y la arenga del Gran Capitán en los albores de la mayor batalla que
jamás vieron los siglos.
Oh, el ardor guerrero...
Después, en la noche, vinieron el tiroteo de abajo -en la
calle, junto al bar en el que sirven ese café tan amargo, con el resultado de
cuatro rebanacuellos ajusticiados- y la conexión con el chalet ocupado de un
par de manzanas más allá -el de las dos explosiones que el cuerpo de élite policiaco
nos había vendido como un accidente en un laboratorio clandestino de metanfeta.
Amanecía y todo eran controles, zetas, retrasos en el
trabajo, cuchicheos y rumores, la mancha humana aferrada al canal de comunicación
apropiado... y el hedor, lento pero seguro, ascendiendo desde la ciénaga a
medida que se pudrían los cuerpos de las víctimas y florece la argamasa
criminal con la que se ensucian las manos los arquitectos del otro mundo es
posible.
La sangre todavía estaba caliente cuando los nietos
fundadores de la casa-gran-del-catalanisme, racialistas y soberbios en grado
fascistoide, salieron en trompa a criticar la metrópoli imaginaria que los
subyuga y que, al negarles la vital información antiterrorista, podría ser condenada
por complicidad en algún futuro tribunal de la futura tierra prometida
catalana. Complicidad, los más benignos; la bazofia a sueldo, la muchachada que
rebuzna los susurros que los señoritos confiesan tras sus negocios de alcoba,
directamente acusaba a los infrahumanos
mesetarios de estar detrás del complot con el que se quería desmantelar el prusés
de construcción nacional. Mal asunto, se repiten en una orgía endogámica: el tiro les está saliendo por la culata. El
cuerpo de élite policial, los mozos de escuadra y sus armas de asalto, andan
dado buena cuenta de los terroristas, acribillándolos sin que para ello haga
falta la ayuda de los cuerpos y fuerzas del estado español, mucho menos su mala
praxis y peor intención.
Como una nacioncilla, era suya la bandera que debía llevar
el crespón negro, cuatribarradas las luces con las que occidente debe mostrar
sus muestras de condolencia al pueblo masacrado, els segadors el himno a
interpretar por la filarmónica del poble sec, el estomago agradecido de
Exteriores que pulule por las cancillerías no ser otro que el inefable estómago
agradecido Romeva y el catalán, ese dialecto, el protagonista sordo de las
comparecencias oficiales.
Es Cataluña -no España- la atacada.
A la purria supremacista, se añadiría segundos más tarde, en
clara competencia, la progr(h)ez, siempre activa en este tipo de situaciones.
Su argumentario, a pesar del sobeteo de décadas, volvía con fuerza. El
capitalismo feroz, la deuda histórica con los terruños colonizados, los regufeewelcome,
la venta de armas a las teocracias del turbante enroscado... la islamofobia
atroz, el franquismo acechando a la vuelta de la esquina, los pianos de cola
brotando como putas en las esquinas de la gran ciudad, las velas, los cánticos,
el darse la mano y abrazos de amor, la delación de todo aquel que expusiera las
verdades de la secta mora, los cien mil mojamas siendo entrevistados por los
reporteros de actualidad siempre dispuestos a blanquear la sangre de los
muertos por España, los cien mil compañeros de viaje del materialismo dialéctico,
infelices que creen tener las llaves del caballo de Troya con el que pretenden
ganar la revolución pendiente y que, pasada la pérdida de Europa a manos del
gran sultán, han de ser recompensados con el degüello por sus benefactores...
Con la noche siguiente llegarían más tiros; al día siguiente
persecuciones; siempre hay cinco minutos para una filtración interesada o una
contradicción al galope.
Del relinche del caballo astur, nada de nada. Está
secuestrado por el mal gobierno, cobarde en su nivel de alerta acomplejada,
indiferente a la usurpación de funciones, la burla e insulto, la afrenta
declarada... la sangre vertiéndose sobre esta tierra tan maltratada, ríos que
se tornarán rojos, en silencio.
Como una moneda, la Nación rota en un movimiento estertóreo,
a la espera del fin.
Démosle uno que se recuerde en siglos.
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