Como dijo el compositor a Stalin,
podría escribir los versos más tristes esta tarde-noche.
Escribir, por ejemplo, "Laika está en celo, y pringa, de rojo, el sofá".
El viento acre abotarga el cielo y hiede.
Sí, podría escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella de mí se deshizo.
En las noches como esta estuve entre sus piernas.
La besé tantas veces en aquel negro infinito.
Tirome al piso, yo siempre la quería.
Cómo no haber amado su profundo pozo fijo.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no me tiene. Sentir que me ha sustituido.
Oír la nada inmensa, más áspera sin ella.
Y su vino cae al suelo como al pasto el rocío.
Qué importa que mi condición pudiera ultrajarla.
La fuente anda abierta y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mis alas no se contentan con haberla perdido.
Como para secarla mi sed la busca.
Mi algodón la busca, y ella no está conmigo.
La misma luna que enrojece el mismo negro prado.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no me quiere, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi suavidad buscaba la dermis para acariciar su higo.
De otro. Esponja o copa. Como antes de mis abrazos.
Su mata, sus labios finos. Su profundidad infinita.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan breve la luna y tan larga la espera.
Porque en noches como esta la tuve entre mis alas,
mi sed no se contenta con haberla ofendido.
Aunque este sea el último trago que ella me niegue,
y estos los últimos versos que yo le escribo.
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No se puede confiar en una víbora que sangra cinco días y no muere. South Park.
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