Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

28 ene 2015

El soldadito valiente

Era noche de tormenta, lo recuerdo bien. La oscuridad absoluta que reinaba en la tasca sólo retrocedía de tanto en tanto, empujada por el rayo incandescente. No se veía nada salvo flases de robóticos parroquianos apurando viejas jarras de cerveza.
Fue una lúgubre noche cuando me susurraron la historia del soldadito valiente...

... que venía a resumir la vida de Dimitri Korovin, soldado del Zar, intrépido zapador que por un infortunio del destino, una mañana, perdió ambas piernas al caer sobre una mina después de un barrigazo indiscriminado. Durante la convalecencia, dos apariciones marianas: una de cinco puntas, grabada como Medalla al Valor y entregada por un ministro con cien iguales en la solapa; la segunda, Mikaela, su amada y enfermera, su luz y sus estrellas, el faro de luz que ilumina la negra mar salada del pescador sin caña. Por ella, Dimitri Korovin daría la vida... y bien la habría dado con gusto si después de haberse emitido la declaración de guerra por todas las emisoras radiofónicas del país, la algarabía posterior, fruto de la vorágine de los acontecimientos prebélicos, no hubiese provocado el incendio del hospital. La chispa de algún petardo tirado por los exaltados que tomaron las calles prendió la ropa sucia de la lavandería de la segunda planta. Nada pudo hacerse porque nadie había. Toda la población de la aldea del soldado Dimitri Korovin había acudido a la plaza que hay frente a la casa del general Raspov, a recibir instrucciones.
El soldado valiente murió aquella noche en el incendio.
El soldado valiente tuvo una muerte.
Una muerte sin patrias ni mikaelas.
Fue una muerte, ¡rayos que lo fue!

... pero Dimitri Korovin sigue llorando allá dónde esté.

He pensado en aquella historia esta misma tarde, sentado en la Sala X mientras llegaban las malas noticias provenientes del Líbano. Un cabo de infantería mecanizada ha muerto a causa de fuego israelí. Llevaban un par de días las cosas calientes después de que Hezbolá matara varios soldados de las IDF. El pan nuestro de cada día, pero en forma de misil frontera arriba-frontera abajo. En una acción de respuesta, el cabo español ha perecido por obra de las armas hebreas. Israel no ha tardado en disculparse, España investigará lo sucedido,

y, Monos, en un par de días enterraremos otro soldado español caído.

El cabo español no se llamaba Dimitri Korovin. Nadie me susurró su historia en una taberna la inolvidable noche del verano aquel, por lo que poco sé de si sonreía o, alicaído, se resignó a morir lejos de su patria y su amada. Quizá no tubo tiempo para pensar o sentir y la Negra Parca apareció por la espalda como en un juego de patio de colegio. Puede que estuviera encendiendo un cigarrillo o mirando una caravana de coches dos kilómetros dirección sureste, hastiado de una guardia inútil en una provincia perdida en el culo del mundo, a veinte horas de Yakovlev de casa, sin oficio ni beneficio, nada más que servir de peón florero a la organización más nauseabunda de las que ha parido la tropa del delantal. Nuestro cabo, acorazado bajo un casco azul, ha muerto mientras vigilaba las escaramuzas de los terroristas y las fuerzas armadas de Israel. La camada de ratas unidas decidió justificar sus elevados sueldos y sus abundantes comilonas de carne y pescado haciendo ver que hacía algo... que valía para algo loable... y votó en asamblearia coctelera de democracias y tiranías todas juntas poner paz en casa ajena enviando a cuatro soldados con prismáticos, pistolas de agua y cajas y cajas de tiritas de las fáciles de usar, con su pestaña abre fácil. Los dirigentes de los países apuntados al gran guateque, en este caso ovejas españolas... ovejas pastoreando ovejas que pastorean ovejas y luego más ovejas y así sin fin... corren enviando soldados valientes que caen víctimas del fuego en un incendio de mierda que ni les va ni les viene, pero que a sus traidores mandos supremos entretiene y conviene, pues nunca está de más unas píldoras de propaganda en forma de adrenalina para el ego o, en su defecto, más chatarra para la solapa del frac. 

Mientras tanto, pena de soldaditos españoles que mueren sin saber si reír o llorar.
Hay cuentos demasiado reales, y realidades que saben a cuento.
Que descanse en paz.

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NOTA. Mariscal Moragas pasa a llamarse, a partir de hoy, Moragas el chatarra.

5 comentarios:

Tellagorri dijo...

Gran elegía al soldado muerto en Líbano a las órdenes de esa agrupación de inútiles profesionalizados en proteger a los más malditos. Porque siempre envian a las tropas azules allí en donde los gobiernos no quieren ni oir hablar del lugar.

Lin Fernández dijo...

Me pregunto que cojones pintamos en el Libano.Despues de todo es una guerra que concierne solo a Israel y al grupo Hezbola.Un una vida perdida eso es todo al fin,y una viuda mas,saludos,

Herep dijo...

Siempre envían a los cascos azules con la intención de que el populacho vea que hacen algo. Justifican su sueldo, nada más.

Un saludo, Javier.

Herep dijo...

Qué hacemos en el Líbano es una buena pregunta, Agustín, pero la clave radica en qué ilusión nos ha robado el sentido para que todavía, a fecha de hoy, siga existiendo la ONU?

Abrazos, neozelandés.

Blogger dijo...

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