Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

3 abr 2014

Permitido fumar

No estoy seguro, pero creo haberos hablado, anteriormente, de mi amigo Paco. Paco, el negro, para ser más exactos. ¿Os suena? ¿No? Bueno. Os he hablado de tanta gente que he perdido la cuenta de qué historias os conté y qué historias me quedan por contar.

Disculpadme si, por un casual, me repito.

Paco... el bueno de Paco, el negro... no es negro, pero le pusimos este mote cuando empezábamos a trabajar aquí, en la costa, a los dieciséis años, durante aquel verano interminable. Trabajos típicos y tópicos, a saber: sirviendo batidos en una heladería, de pinche en el restaurante de Pascual, achicharrando hamburguesas durante 24h... en la tienda de regalos y camisetas XXL del Paseo Marítimo... Muchos y muy variados negocios. Paco, el negro, tenía, de todos los trabajos, el mejor: a pie de playa, en un chiringuito, alquilando hamacas a los guiris.

Viéndole mover hamacas de aquí para allá, se nos caía la baba de envidia. Sólo había otro de nosotros que podía competir con él: Sebas, el moro... tampoco era moro... y su uniforme de botones de uno de los hoteles del pueblo.

Hamaquero, botones en un hotel... Todo sujeto que haya vivido en primera línea de mar, zona turística, sabrá que esos curros son, antes que nada, auténticos imanes para el sexo. Indescriptiblemente más fácil que ligar mientras friegas platos en una cocina mugrienta.

El problema es que, pasando doce horas bajo el Sol mediterráneo, la piel acaba por tostarse como esa rebanada que olvidaste mientras desayunabas esta mañana. Pasas de rojo a canela, después a color caramelo y, finalmente, acabas negro churrasco.

De ahí el apodo, Monos. Simple y sencillo. No da para más de dos o tres líneas.

A medida que fuimos creciendo, le perdí la pista al bueno de Paco. Jamás fue estudiante... ni bueno ni malo... y cuando acabó aquel verano, pasó a engrosar el grupo de amigos que dejaron los libros para abrazarse a los sacos de cemento del "boom" urbanístico. De la noche a la mañana pasó, de ir vestido con chanclas y bañadores bermudas, a lucir caras deportivas, polos Fred Perry, gafas de sol de marca y un BMW en la puerta de la casa de sus viejos.

Ganaban muchos billetes, mis colegas... mientras yo agarraba un autobús cada mañana, rumbo a la capital, a estudiar un no sé qué que me sirvió para qué se yo.

Acabé perdiéndole la pista. Ganar 3.000€ al mes alicatando baños tiene estas cosas... Prosperas, te lo crees, te ves codeándote con la "jet set" y tirando pasta como Torrente en Marbella y tú, paria entre los parias, sales de los "perdedores" para subirte al carro de la "alta sociedad". Los simples de mollera se odian tanto que, cuando creen prosperar, miran hacia quienes quedaron atrás con ojos de superioridad, por encima del hombro, modo perdonavidas, renegando y menospreciando a "esos muertos de hambre de clase baja". Así miraba Paco, así. Ni una semana tardó en interiorizar tal don.

¡Ah, las clases sociales y quienes creen en ellas! ¡Cuánto mal, Marx! ¡Cuánta desgracia, materialismo histórico!

Pero el principio físico de la Ley de la Gravedad nos dice que todo lo que sube tiene que bajar, y Paco no fue una excepción. Una mañana, al llegar a la obra... según supe mientras hablábamos unos amigos y yo durante un vermú de Sábado a mediodía... se la encontró cerrada. La burbuja había explotado y Paco, el negro, que no tenía ni idea de burbujas, tipos de interés, cédulas hipotecarias o inversiones ninja, se marchó al bar creyendo que la cosa se solucionaría a la mañana siguiente.

En el Bar Iluso se reunieron muchos iguales a él... y brindaron, y comieron gambas saladas hasta reventar, y volvieron a brindar mientras decidían a qué puticlub iban a festejar ese día de fiesta caído del cielo. De no ser por las sentencias de embargo, allí seguirían, brindando y festejando su buena suerte... pero Hacienda no perdona, y todo ese mundo de ilusión que tan fácilmente llegó, desapareció con mayor celeridad, si cabe. Adiós al cochazo, adiós al menú diario... mañana y noche... en los restaurantes de postín, adiós a las amistades interesadas... adiós a la simpatía de las lumis...

Paco, el negro, lo perdió todo.

También los dientes, Monos, pues la droga, con pasta en los bolsillos, es menos cara y muchísimo más viciosa. El negro, durante los buenos años, tampoco se abstuvo de ellas, catándolas de todo tipo y color. Como antaño sucediera con el trabajo playero, la combinación de farlopa y papel moneda también resultó ser imán para las mujeres. Mujeres de mala vida, eso sí, pero a esas edades las cosas se ven de forma bastante distinta.

Ayer, mientras paseaba por la playa observando las olas que levantaba el temporal, me tropecé con Paco, el negro. Fue de casualidad, mientras paseaba al perro. Alguien venía de frente, paso a paso, y a medida que se acercaba, esos andares y ese rostro se me fueron haciendo familiares. Sí, era él. Su cara de galán de extrarradio es inconfundible, pero... pero ese aspecto... esos pantalones caros... gafas Carrera nuevas... un celular 7G y media al cuadrado...

... no, no. Ese no es el Paco que me describieron mis amigos hará un par de semanas, mientras disfrutábamos de nuestro "jueves sin esposas" en el café musical del centro. Ese no era el negro desarrapado, desahuciado, carcomido por las deudas y los requerimientos del fisco para que abonase... con mil retrasos... la pensión de la ex y la alimenticia de alguno de sus hijos reconocidos. No era el Paco desdentado y sucio que vivía en las afueras, en una chabola del barrio que se levanta al lado de la riera, donde se encontraba el mercado de la droga de la zona. No era el Paco que posturea hachís frente a las puertas del instituto o a la salida de los bares que cierran a las tantas... no, no... ese no era el negro que, a lomos de un cuatro latas, se baja al moro para cargarse de fajos y refajos de grifa.

Frente a mi, tras el correspondiente saludo y el abrazo lógico de quienes fuimos grandes amigos, se presentaba un chaval limpio, pulido, pelo cortado a cepillo y dientes esculpidos por las manos de un artista de la ortodoncia. Sus ropas, como recordaba de los días pasados, eran de las más variadas y elitistas marcas, planchado todo por lo que parecía mano femenina.

Dudé. ¿Será verdad? ¿Será, este desgraciado que tengo delante, Paco... mi Paco... nuestro Paco, el negro? Entonces habló, y las dudas quedaron disipadas. Era su voz, tal y como la recordaba. Era su expresividad basta y ruda, criada entre hamacas y helados de cucurucho. Hay cosas que son inconfundibles, Monos. La incultura, por mucho que pasen los años, siempre desprende un perfume agrio.

Fueron dos minutos, no más, pero sirvieron para que Paco, el negro, me explicara cómo de buena era su vida. Ya no trabajaba en la obra... ni en ningún sitio. ¿Para qué? ¡Que trabajen los romanos, que pa ezo tienen el pexo lata, Herep!, me dijo entre risas, el muy cabrón. Lo suyo, como bien os podéis imaginar, seguía siendo el negocio del tráfico de estupefacientes, aunque ahora trajinaba a mayor escala. Todos le dan, reconoció por lo bajo, y ahí estoy yo para suministrar.

Como sucediera antaño, mi viejo amigo volvía a tener un oficio de grandes réditos... de altos vuelos... codo a codo con la "beautiful people" de este puto país corrupto hasta el tuétano. Atrás habían quedado las hamacas, los sacos de cemento, las papelinas bajo mano en los baños de la discoteca... Escoria de paria. Ahora lo suyo eran los áticos de los CEO's de las empresas punteras, las galerías de arte abstracto, las comisarías de la policía son alarmas desactivadas... los baños de los juzgados de la Audiencia Nacional...

... todo lo abarcaba la mano viciosa de Paco, el negro, y su vitamina C.

Una ola está a punto de calarme las zapatillas, despistado como estoy mientras pienso en la complicidad del juez que regenta una de las sucursales del vicio regentada por Paco. Me ha dicho que el tipo no le pone ningún impedimento, más bien todo lo contrario, pues se siente contrariado ante unas leyes tan prohibicionistas ¿Será verdad? ¿Habrán jueces así? ¿Será, la Ley, la siguiente burbuja en saltar por los aires?

Salto intentando evitar la nueva ola. Salto y río, pensando en mi amigo, el pestazo a marihuana en los baños de la Audiencia, un juez con los ojos rojos... color cannabis... que intenta hacerse el enrollado ante una panda de reos...

Río a carcajadas.


La vida, al final, es un gran chiste, Monos, del que vale la pena reírse. 

6 comentarios:

Tellagorri dijo...

Qué prototipo más actual de lo español has traído hoy. Y cuánto de esto circula por nuestro derredor.

¿Porqué será que el carpetovetónico se agarra de inmediato a todo negocio, ilegal, legal o alegal, que suponga no dar golpe para comer las habichuelas tradicionales.?

Old Nick dijo...

GENIAL Como Siempre Querido HEREP-
¡Y Anda Que No He Conocido Yo También A "PACOS NEGROS", En Mi Juventud!
Los Peores, No Son Los "LIBERALES MAYORISTAS DEL MERCADO DE LA NIEVE O LA MARUJA", Los Peores Que Recuerdo Y CON VERDADERO ASCO Son Muchos De Los Que HOY, VN DE "PROHOMBRES DE LA POLÍTICA"... ¡Que Esos, Camarada, NI TE SALUDAN, Aunque Te Conste Que Te Han RECONOCIDO, Igual Qúe Tú A ÉLLOS!
¡Anda Que Si,-Como Bien Dices-, La VIDA, No Fuese Un MAL CHISTE,Nos La Pasaríamos LLORANDO A LÁGRIMA VIVA O BUSCANDO "TRABAJOS MÁS RENTABLES"...
Un Abrazo
Un Brindis Por LA RISA
Y
¡¡RIAU RIAU!!

Maribeluca dijo...

Así nos luce el pelo, la sociedad considera "normal" toda clase de vicios, mientras no se recuperen ciertos valores tradicionales todo será poner parches, pero mejor estar entretenidos mirando lo de los otros...

Herep dijo...

Habrán nacido cansados, Javier. El ganarse bien la vida sin necesidad de pegar palo al agua es un viejo sueño que, a día de hoy, vuelve a estar en boca de muchos.
Ahora, al invento, lo llaman renta básica universal... y, citando a Huxley, no hay nada más parecido al soma.

Un saludo.

Herep dijo...

Grandes negocios, Old, todos aquellos emparentados con el "tráfico". Sobretodo porque como suelen estar acotados mediante leyes y más leyes, quienes las promulgan son quienes más beneficio sacan de sortearlas.
Así se amasan grandes fortunas, y se labran excelentes carreras y nombres de "familia".

Espero que pase un buen fin de semana, y que ría mucho, que bien nos vendrá tomárnoslo todo con un poco de alegría.
Un abrazo, y un brindis por Asmodeo.
¡Riau!¡Riau!

Herep dijo...

Los valores se perdieron hace algún tiempo, Maribeluca. Ahora los hay, más modernos, y nada tienen que ver con los que existían hace unos años.
El entretenimiento improductivo es uno de estos nuevos manás.

Un abrazo.