Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

5 abr 2014

Eso


Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos. Isaías, 55.


El payaso Pennywise asomó su cabeza, mostrando a los niños su mirada amarillenta, de sonrisa grotesca, respaldada por dos hileras desgarbadas de afilados dientes. Había extendido los brazos desde el interior de la alcantarilla... y, en el microsegundo que dura un parpadeo, la recia rejilla de acero que le separaba de la calle Old Maine, se había doblegado dejándole pasar hasta la bocacalle, donde aguardaba una panda de chavales petrificados.

Su cuerpo redondo y fofo, ataviado con su traje amarillo de grandes botones naranjas, se acercaba dando saltitos extraños. Saltos que desafiaban las más elementales leyes de la física... flotando, flotando, chicos, flotando... y no es el único principio elemental desafiado, ¡qué va!, pues el payaso, ante otro parpadeo, se torna lobo salvaje, araña ponzoñosa, enfermo de lepra o ébola africano... enorme estatua gigante de plástico y metacrilato... pájaro de mal agüero...

Los niños, aterrados, contienen las válvulas de drenaje en un esfuerzo titánico, reaccionando justo en el último momento. Montándose, de un brinco, a lomos de sus bicicletas o patinetes decorados con las pegatinas de los ases del béisbol o el baloncesto profesional, escapan a su ruina... a su asesinato... a la Negra Parca clásica, disfrazada hoy de payaso de fiesta de aniversario.

Agarran el miedo, los niños, el pánico, el terror, lo absurdo de la psique real o ficticia... y lo estrujan con las dos manos, como un puñado de viejos papeles, dibujos que no salieron bien... basura... lanzándolo lejos, a las afueras del pensamiento, donde habita el olvido... la Nada... y allí pace, el Miedo, rodeado de indiferencia, desconsuelo y soledad, desterrado en el jardín trasero de la casa unifamiliar... mientras los pequeños descansan dentro, ante el tazón de leche con galletas que les servirá de sustento mientras duermen el sueño de los inocentes.

El Miedo, cuando se es niño, es menos miedo. Tiene las patas más cortas, los brazos no son tan largos, los dientes se doblan de blandos... hechos de goma... y cuando muerden, no son más que meras caricias. 

Aterroriza de primeras, sí... pero cuando la impresión pasa y la parálisis se esfuma, volviendo a responder el cuerpo a la propia voluntad, la sensación de desasosiego deja lugar a la curiosidad de la aventura, siempre presente. A malas, si las cosas se volvieran imposibles, siempre nos quedará el pedalear. Montar sobre las bicicletas y pedalear. Rápido. Colina abajo, sin frenos, sin señales, sin convoyes de acero cruzando avenidas... sin miedo...

De nuevo, los niños y el miedo.

Lo irracional, lo invisible, lo curioso... y la risa nerviosa del infante que, sin saberlo, ha vencido una batalla, que no la guerra. Ahí, durante la época de su infancia, él juega con las cartas marcadas... inocencia... pero después, cuando aparezca la barba y los horarios se vuelvan rígidos, las cosas serán diferentes.

Muy diferentes, Monos.

Llega un momento en el que, a los ojos del maldito Globo Terráqueo, te conviertes en adulto. Entonces la película varía. La aventura, delirante hasta ese momento, cambia, mutando a realidad seria, ajena a toda ficción típica de las mentes infantiles, siempre en proceso de adaptación.

Pennywise... el maldito cuatrero disfrazado de payaso... aparca sus ropajes cómicos para calzarse la indumentaria de cien terrores diurnos. Probablemente, aparecerá vestido de director de la sucursal bancaria en la que firmaste tu hipoteca... triste condena... o con la careta de tu jefe de empresa, el cual te hizo la cruz el pasado lunes por la mañana... o el payaso, ahora, no es más que la sombra de esa amante nocturna que conociste el pasado otoño, mientras celebrabas no recuerdas qué, y cuya presencia fantasmagórica pone en riesgo los réditos que has ido acaparando desde que diste el salto de niño a hombre...

... cuando, sobre tu caballo de dos ruedas, todavía podías vencer al Miedo con una mano, a fuerza de pedal... mirándolo a la cara, con sorna, repitiéndole una y mil veces que a ti... a mi, tú, araña de cien palmos, nada puedes hacerme, miserable. Huye. Esfúmate por tu agujero atroz, pues yo soy yo, y mañana, al despertar, ya no estarás aquí.

¿Dónde quedó ese valor, Monos? ¿Qué fue de tamaña rebeldía... tan gran determinación?

Esta noche, al acostarte, mirarás bajo la cama presa de un acto reflejo. Sabes que no cabe esperar nada... ningún muerto viviente en descomposición esperando que se apaguen las luces, ningún ser venido de más allá de los confines de la imaginación, aguardando para engullirte entre terribles sufrimientos... ni bichos, ni entes, ni tan siquiera un amante tembloroso rezando para que el cornudo esposo no posea licencia de armas...

... pues el Miedo no aguarda en el fantástico mundo que se abre bajo la alfombra mágica de tu dormitorio, lámpara cuyo genio es capaz de transformar los sueños en realidades, y las pesadillas en señoras de carne y hueso, con palo de escoba y arruga nasal incluida.

Hoy, ahora, el Miedo espera en todas partes, y su realidad, a diferencia de antaño, se te presenta más verdadera, aterradora, capaz de paralizarte durante mucho más que aquel parpadeo de hace demasiado años ya. Una hoja de despido, la enfermedad de alguien apreciado, una caja de cerillas en el bolso de una esposa que jamás fumó...

Hoy, adulto, ya no necesitas que aparezca un payaso de mirada criminal para que tu cuerpo tiemble como una hoja mecida por la suave brisa. Todo te dobla, todo te quiebra, y las noches ya no pasan plácidamente, rodeado de grandes héroes que, a través de tus sueños, ponen coto a los monstruos que pueblan la psique de los vivos.

¿Dónde quedó el valor de nuestra juventud, Monos?

¿Podremos, como hiciéramos antaño... entre risas heladas, enzarzadas nuestras manos como si fuésemos uno, decididos tras agotar las reservas de nuestros inhaladores contra el asma... mirar, de nuevo, a los ojos de la Negra Parca desafiando sus designios y nuestros temores?

¿Venceremos, como adultos, al Miedo?

  
 ---
Si no hubiera quienes triunfan contra toda probabilidad, creo que todo el mundo renunciaría. It.


2 comentarios:

Tellagorri dijo...

EL MIEDO, palabra que refleja el máximo condicionante de las acciones de todo tipo de personas. Y merced a él no existen gobernantes honrados, ni ciudadanos prestos a eliminar a los malvados que nos exprimen.

Herep dijo...

Muchos dicen que el amor mueve el mundo. No estoy muy convencido de ello, pero lo que sí se es que el miedo es poderoso. Mucho... y quien se sobrepone a él, es capaz de cualquier cosa.

Un saludo, don Javier.