Llovía mientras el taxi nos acercaba al cementerio. Una
lluvia fina, gris como el día todo, fría, solitaria y triste. A pesar de la
ventanilla en la que tenía apoyada la frente, podía sentir el tacto helado del
agua que cae, aferrándose al cristal en un último intento por no estrellarse
contra el pavimento... agarrándose a la vida con pies y manos... no caer... no
perecer...
Sacándome de mi ensoñación, una música emitida por los
altavoces del estéreo del taxi hace que vuelva a posar mis pies en el suelo. La
soledad de las calles, la escala de grises con el que el pintor decoró el decorado, las lágrimas vertidas por el cielo... todo queda difuminado al contacto
con la voz de un hombre que entona una soleá antigua, de esas que madre reproducía en su vieja gramola, a 45 revoluciones por minuto. Si no recuerdo
mal, el artista respondía al nombre de Pepe Pinto, aunque no estoy seguro...
... menos faltale a mi madre, mi alma, tó te lo
consiento, serrana... Menos faltale a mi madre, que a una madre no se encuentra
y a ti te encontré en la calle...
... pero, ¿Cómo? ¿Qué dice, esta voz, entre murmullos? ¿Qué
me susurra al oído en tono de martirio desconsolado? ¿Que a una madre no se le
falta al respeto? ¿Que una madre es sagrada? ¿Que esa, que ahí viaja a mi lado,
es santa y venerable?
Me reincorporo en mi pequeña parcela del asiento trasero de un desvencijado taxi griego que nos arrastra al cementerio. ¿En serio me
arrastra este vehículo? ¿Pueden hacer eso los seres inanimados? ¿Qué puede, la
coacción de un automóvil, contra la voluntad de un individuo hecho y derecho
como yo?
De repente, me duele la cabeza. Estoy confundido... o he estado confundido... y ahora veo
claro, desprendida la suciedad de mis ojos, arrastrada hacia las cloacas por
estas gotas que limpian los paisajes y las conciencias. Llueve, y mi persona se
libera de la capa de mugre que me ha tenido encerrado durante tantos y tantos
años. Llueve ácido, y los barrotes que se construyeron alrededor de mi
infancia se deshacen como los helados al Sol de Agosto.
Aunque diluvia detrás del cristal y el agua no me cala
los huesos, jamás me he sentido tan vivo como ahora... aquí, en el asiento
trasero del taxi que me lleva al cementerio, presto a celebrar el funeral de un
abuelo del que no guardo recuerdo ninguno. Sólo las palabras de... las imágenes
que me describía mi... valores, valores, valores, decía esa mujer que se
asienta al lado de mi esposa...
... toito menos faltarle a mi mare...
¿Mi madre? ¿Faltarle a mi madre? Y ella, ¿cuándo no me faltó
a mi? ¿Cuándo me trató con amor, como hacen las madres con sus hijos? ¿Cuándo
actuó como una mujer adulta y no como una actriz de reparto?
No, madre, no. Tu príncipe ha crecido sin que te dieras
cuenta. En cinco minutos, mientras este maldito taxi nos acerca al panteón de
tu familia exiliada, tu rey creció los treinta años que le robaste con tu
chantaje de caricias bastardas. Sin que te dieras cuenta. Sin que te hayas dado cuenta, madre, ahí
sentada, mirando siempre al frente como has hecho durante toda la vida... siempre
imperturbable, como los burros con sus anteojeras, obviando las mil
infidelidades de padre, tragándote las lágrimas como la fiel esposa abnegada,
siempre fiel al papel que te tocó representar, madre... tú, tan católica y
apostólica... soportando la cornamenta a pesar de las risas a tu espalda... sin
pizca de honor, sin pizca de orgullo, llorando en las esquinas como la reina de los condenados...
Te miro, pero no te conozco. Dudo haberte conocido nunca.
Dudo que tú misma te conozcas, enfrascada siempre en tu papelón de reina de la
casa. Supongo que el sufrimiento de los primeros días voló con el paso de los
años. Tus sueños de juguete fueron arrastrados por las arrugas que han ido
apareciendo en tu frente, mitad resignación mitad indiferencia. Endurecer el corazón, dicen los sabios... pero tu corazón no
se ha encallecido afrontando el problema, sino girándole el rostro,
negándole la carta de existencia como hacen las avestruces cuando esconden la cabeza bajo
el pavimento.
Ahora vives a caballo entre el silencioso palacio y la
bulliciosa galería, en cama individual, matando las horas lentas asistiendo a
toneladas de actos benéficos, estrenos teatrales o viajes de soltera
sesentona. Tu máximo anhelo, intentar mantener unida una familia que hace aguas
por los cuatro costados... justo desde el mismo momento en el que no supiste
frenar los desvaríos de tu marido, ¡oh, madre!...
Fuerte es tu intento por lavar la imagen de tu hija,
salpicada por la Justicia debido a varios asuntos relacionados con actos
impuros realizados por su marido, mi cuñado famoso... ese que tanto os gustaba
porque era alto, y rubio, y de ojos azules... tan cercano, mi yerno, tan del
pueblo, el chico... tan de buena familia elitista...
... mientras a mi me reservabas toda tu incomprensión, madre
menos faltale a mi mare
cantándome canciones raras, de escarcha, mientras soñaba en
la cuna. Mis alas fueron cercenadas, madre... y el amor, ese que tú jamás
conociste, me fue prohibido por tus desmanes y rencores, aunque siempre
disfrazaste tus complejos con vestidos repletos de buenas intenciones. Es por
tu bien, príncipe mío. Por tu casta, por tu apellido, por tu futuro, me decías
mientras rasgabas las fotos que escondía bajo mi almohada.
No, madre.
Hoy voy a faltarte.
Y mañana... y pasado mañana... y al otro... igual que me has
faltado tú durante toda mi vida, madre. Igual que me faltas ahora, obligándome
a viajar en este taxi rumbo a una ceremonia en la que seré yo el enterrado.
Enterrado en vida, como siempre sucedió en nuestra familia. Enterrado sin poder
degustar aquello que me fue dado al momento de nacer. Enterrado sin cumplir mi
deber. Enterrado en nombre de una familia que, a diferencia de lo que dice el
pobre diablo que canta a través de los años, me fue impuesta.
a una mare no se la encuentra, y a ti te encontré en la
calle
Sí, madre. Mi familia me fue impuesta. Mi apellido, mi
cargo, mi herencia... mi legado y responsabilidad... no lo elegí yo, madre.
Vino así, como esta lluvia que cae del cielo limpiando la mugre que se ha ido
secando sobre mi piel... pero yo cumpliré con mi deber para con quien cree en
mi. Pararé el taxi. Dejaré atrás la corrupción y el latrocinio
de aquellos que, amparándose en mi empresa, han hecho y deshecho a voluntad,
sin atenerse a las leyes que se construyen, y defienden, en mi nombre. Agarraré a mi esposa, a quien encontré en la calle...
YO te encontré en la calle (y TÚ me salvaste)
... y daré la espalda a las lágrimas que vertéis por muertos
de hace más de cincuenta años y no por vivos a los que no habéis dejado de
causar dolor, madre... padre... hermanas... Llanto que no es más que un
chantaje emocional perpetuo, sabedores de que todo lo que de vosotros he
recibido, desde pequeño, no ha sido más que miedo.
Las familias vienen impuestas, madre... pero nuestro buen
nombre lo hacemos día a día, mientras andamos por la calle, aferrados a
nuestras elecciones...
... y yo no te elegí a ti.
6 comentarios:
Eres un gran literato, Herep. Y se nota que te gusta redondear las frases con culturizada brevedad.
Me gusta y mucho este relato.
Un placer una vez mas seguir tu literario blog,un saludo Maestro
Simplemente C O J O N U D O, Querido HEREP.
Dice Un Viejo Adagio Que "Cualquier Gilipollas Vale Para Engendrar Un Hijo, Pero Que Ser PADRE, Es Otra Cosa..."
Y Interpolándolo "Cualquier Mujer, Vale Para PARIR Un Hijo Pero Ser MADRE Es Otra Cosa..."
Pero ¿Sabes?
No Creo Que "El PRODUCTO" Del Que Hablas, TENGA SIQUIERA CONCIENCIA, Ni ESCRÚPULOS TAN "HUMANOS"...
¡PURA MÁSCARA!¡No Te Olvides De Que Para HACER UN HIJO SE NECESITAN "DOS PROGENITORES : "A" Y "B" Y Que POr La Parte PATERNA, El Mozo, VÁ BIEN SERVIDO... Como Puede VERSE POR SUS OBRAS.
¿Sabias Que Aunque "Se TAPA", Ha Vuelto Con La MODELO NÓRDICA TIEMPO HÁ?
Ya Veremos Como Se Las COMPONE CON SUS TRES "HEMBRAS DE TRONÍO", Cuando Le Toque CAER RODANDO POR LA ESCALERA...
¡Que A Este Paso, Solo Cumpliría LA TRADICIÓN FAMILIAR.
Un Aplauso GENIO.
Un Abrazo Y Un Brindis Con Buen RON.
Y
¡¡RIAU RIAU!!
Gracias, Javier.
Uno hace lo que puede... y da rienda suelta a sus "bajas pasiones" mediante el arte de la escritura.
Gracias a vos, Agustín, por venir de tan lejos a perder el tiempo con un servidor.
No albergo mucha esperanza en la figura de Felipe, Old. Me parece más de lo mismo, y mucho tendrían que cambiar las cosas para que mi percepción se viese alterada, pero... quizá nos da la gran sorpresa cuando el padre decida hacer efectivo el retiro voluntario del que viene beneficiándose desde hace más de tres décadas.
Pero...¡ya sabes que aquí, en este Cuartel General, la realidad se mezcla con la ficción!... y los deseos, la mayoría de las veces, no son más que eso... deseos, sueños, esperanzas traídas por la resaca de una mala borrachera...
Y que así siga, por muchos años, camarada. Un saludo, y un brindis por la llegada de Asmodeo, que tarda en demasía.
¡Riau!¡Riau!
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