El
pasado sábado se celebró el Día de las Fuerzas Armadas del Reino de España… y,
como viene siendo habitual desde unos años hacia acá con todo lo que se cuece
en esta maltratada tierra, la escenificación resultó poco menos que
descafeinada.
Sea lo
que sea… un homenaje, una festividad patronal, un negocio que abre sus puertas…
la más mínima empresa que se inicie… todo, todo, todo… viene ya tarado de
fábrica. Con ese tufillo que huele a derrota, a desazón, desesperanza… fracaso…
Malos tiempos para la lírica, estos.
Nosotros,
en El Ejército de los 12 Monos, también celebramos tan señalado día. Con
mayor humildad, si cabe, pero algo hicimos. Más concretamente, una velada de
puertas abiertas… otra más… en la que las virtudes y milagros de nuestro Cuartel
General quedaron al alcance de todas las miradas. Bueno, rectifico: todas no.
Previamente habían sido seleccionadas, las gentes, por nuestro antiquísimo
Servicio de Inteligencia… pero estas, elegidas, no tuvieron restricción alguna.
Todo quedó desnudo ante su curiosidad: la Sala X, la Sala Z, las cocinas, los
baños…
Por las
dependencias deambularon antiguos Monos hoy en la reserva, acompañando a
unos hijos que lo miraban todo con los ojos como platos, señalando fotografías,
preguntando claves y contraclaves, ojeando libros… No parecía molestarles el
sempiterno desorden de papeles, carpetas, uniformes. Posiblemente, ni lo
percibieron, absortos por el influjo que desprenden esos edificios antiguos
sobre los que flota un inquietante halo de misterio.
Los
ojos de los inocentes son muy expresivos. Demasiado. Contrastan con la mirada
vacía de los padres, disimulada la primera media hora, pero cuya desazón acaba
imponiéndose tras una batalla en la que juega con las cartas marcadas. Los
niños, tras las horas de juego, acaban por dormirse y las conversaciones se
tornan para mayores de edad. La inocencia queda relegada en pro de, otra vez,
ese olor a naftalina… descafeinada resignación… la chamusquina del fracaso…
Sentados
a la mesa, compartiendo nuestro rancho con esas gentes de mirada helada, vuelve
la melancolía… el “cualquier tiempo pasado fue mejor”… y los gestos, sorbo a
sorbo, lingotazo a lingotazo, van mutando. La pena, esa pena que retorna a su
reino presente cuando los niños duermen, muta como cualquier mariposa silvestre, transformándose en rabia, enfado, indignación. ¿Cómo pudo sucederme esto a mí?
¿Quién es el causante? ¿Quién me ha robado el mes de Abril?
Y la
conversación se enciende. La partida, una vez el eterno campeón abandona la
mesa, se recrudece entre los eternos perdedores. La lucha por el premio de
consolación va a ser ardua, señores. Él se llevó la baraja marcada y ahora,
chicos, quien quiera hacerse con el bote tiene que jugar su mejor baza… su más
cruel improperio… la daga que apunta a la espalda… De esta guisa se cruzan los
reproches, los pecados que carcomen por dentro, las palabras que jamás se creyó
conocer… ¡Yo ya no estaría aquí si no fuera…! ¡Mira quién fue a hablar,
manirroto!... ¡Deberíamos cogerlos y que rodaran cabezas!... y la mesa, las
sillas, los cubiertos, ¡la Sala X toda!, se eleva al cielo encumbrada por un
imaginario torbellino que la traslada al Reino de Oz… la Tierra Prometida… el
Edén, donde todo son felicidades, los derechos brotan de los árboles y los
hombres son dioses todopoderosos.
Estaba
sentado en mi butaca contemplando el proceso, asimilándolo… comprobando cómo
esa máscara de superhéroe que el padre vestía ante el hijo, al llegar el sueño
profundo de la inocencia, se convierte en la Realidad de la tela de araña que
el Tiempo tejió a nuestro alrededor, perdiéndose en la negra oscuridad del
pozo… cayendo… cayendo… hasta que, harto de la negrura de la caída, se decide
a cerrar los ojos e imaginar, de nuevo, esa ilusión de los primeros años,
cuando todo es bonito, de colores… y los campos huelen a perfume.Resignación, desesperanza… rabia…
¿Quién
nos robó Jauja, Herep? ¡Que nos la devuelvan! ¡Esto no es lo que nos
prometieron! ¡Esto no vale la pena! ¿Yo? Caaa… ¿Mojarme, yo? ¿Por quién? ¿Por
ellos? Noooo… ¡Ladrones! No… yo no lo haría, no… ¡Al fuego con ellos!
¡Quemémoslo todo! ¡Qué bien habla usted, Comandante! ¡Cómo se expresa! Sí, sí…
eso es lo que yo decía, señor… ¡Comandante for president!
Cualquier
opción es buena si se utilizan las palabras adecuadas y se emplea el tono
correcto. La argumentación es lo de menos. Basta una lengua decidida, un verbo
fluido y una idea clara.
Es el
tiempo de la morralla… y todo pescador sabe que, cuando la Mar la arrastra,
poco éxito se tendrá con las cañas. Cualquier cebo, por bueno y lustroso que
sea, quedará desmenuzado por ella… masa enfurecida, idealista, incivilizada…
Siempre está ahí, la morralla, a la espera de una corriente favorable que la
desentumezca, la saque de la profundidad de las cuevas en las que descansa,
para corromperlo todo, sea bueno o malo.
Al
final, mientras lo miras todo desde la barra de tu bar preferido, se presenta
la infinita tristeza, Monos… y la rueda vuelve a girar, perfectamente
engrasada.
2 comentarios:
TRISTE Y REAL COMO LA MISMA VIDA QUE NOS TOCA, QUERIDO HEREP-
Pero Siempre Queda Un ATISBO DE ESPERANZA, INCLUSO EN LA MÁS NEGRA TORMENTA...
Y Al Final Del CICLO, LA RUEDA VUELVE A SU POSICIÓN DE "INICIO" Y LO BARRE TODO SIN PIEDAD, NI CONTEMPLACIONES...
Algunos Lo Llaman El DIA DE LA IRA.
Yo Prefiero Llamarlo De "AJUSTE Y LIMPIEZA".
Un Abrazo GENIO.
Un Brindis Por La ESCOBA QUE CADA VEZ ESTÁ MÁS Cerca,
Y
¡¡RIAU RIAU!!
Siempre queda esa esperanza, querido Old, pero muchas veces en poco se asemeja a lo que se podía imaginar.
Esta vez, bajo mi punto de vista, será de esta forma. Saldremos, pues siempre se ha salido de la boca de lobo, pero lo que resultará poco tendrá que ver con lo que dejaremos atrás.
Como usted bien dice, la "limpieza" será profunda y en seco... de esas que arrancan un par o dos de capas de piel.
Mientras espero, a diferencia de la tonadillera, no fumo. Tan sólo bebo... y brindo por la llegada de Asmodeo y por que tengamos todos un buen fin de semana.
Un abrazo, maestro... y un fuerte ¡Riau!¡Riau!
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