Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

17 may 2013

La pérdida (futura)


- Bueno, chicos, hoy nos toca hablar de Al Catchunded. Guardad los libros en el pupitre y atended, vamos.
Dicho y hecho. Los chavales guardaron en el cajón los lápices y el pergamino y, clavando los codos sobre la madera, se dispusieron a escuchar todas y cada una de las palabras de la lección. Como siempre en la clase de cuarto, el silencio imperante habría amplificado el zumbido de una mosca hasta el nivel de un avión supersónico… aunque, de aquellos chicos, no había ni uno que hubiese sido testigo del estruendo de un motor de tales características… o de cualquier otra. Ni nuclear, ni a reacción… ni un simple engendro de dos tiempos…

- Veamos. Hace mucho, mucho tiempo, esta tierra que pisamos… ¡Abdulá! ¿Cómo se llama esta tierra?...

- Catañistán, maestro.

- Perfecto, perfecto. Veo que estás atento. No quiero verte perdiendo el hilo, eh. Bueno, como iba diciendo, hace mucho tiempo esta tierra nuestra estaba en poder del infiel cristiano. Siglos atrás, tras una larga lucha en la que murieron muchos  de nuestros hermanos, los infieles consiguieron arrebatárnosla echándonos al sur, al otro lado del mar, a las áridas tierras africanas, rodeadas de desierto y arena estéril, condenándonos a la más vil de las muertes, sacudidos por temperaturas de hasta 60 grados centígrados y rodeados de moscas, alacranes y malditos espejismos de ríos de agua y miel.

El maestro, que había dicho esto de corrido, lanzando espumarajos por la boca y encendiéndose como una bombilla, había empezado a sudar. Las ventanas del aula estaban todas abiertas, pero la ligera brisa que atravesaba la estancia poco podía hacer ante aquel torbellino de pasión. De súbito, mientras se recolocaba el turbante, su semblante cambió por completo, como si una idea hubiera atravesado su mente… recordándole algo…

- Chicos, atentos. Toca.

De inmediato, todos los alumnos se levantaron de sus respectivos pupitres volteándose hacia la pared que quedaba atrás, al fondo del aula, donde descansan las pantuflas, y se arrodillaron ante el muro para empezar el rezo. Cinco minutos de genuflexión, arriba y abajo, arriba y abajo, mientras el maestro de ceremonias cantaba el estribillo de las 09:00h.

Finado el acto, todos volvieron a sus puestos de inicio.

- Veamos, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí! Nuestro periplo por la mísera África… Pues bien, tras largos siglos guerreando por aquí y por allí, ideamos una estrategia para, poco a poco, volver a apoderarnos de aquello que, por derecho divino, nos pertenecía.

- ¿Qué pasó, maestro? ¿Fue ese el momento del Al

- ¡Tarik! ¿Qué es esto de interrumpir al maestro? ¡Impertinente! ¿Quieres que te mande ahí atrás, a la vuelta de la esquina, con las mujeres? ¿Quieres ir a aprender puntilla o a ordeñar cabras?

El chaval, acongojado, no osó mentar palabra. Encogiendo la cabeza entre los hombros, calló. Sus compañeros, sorprendidos ante la irreverencia del compañero, lo miraron un instante con los ojos abiertos como platos, pero tras las palabras del maestro, optaron por contener el gesto y seguir mirando hacia adelante, con la vista clavada en la barbas del orador.

- Pues bien, el Gran Visir decidió, tras una visión acaecida en el Harén Real, que el método infalible para la “reconquista” sería la invasión silenciosa y silente. Tras mucho observar los vicios y costumbres de la sociedad infiel, se moldeó una estrategia para que nuestros capitanes pudieran infiltrarse en los órganos de poder… pero para alcanzar ese punto antes teníamos que “allanar” el terreno desestabilizando sus sociedades impuras.

La arenga del profesor se vio interrumpida de nuevo. Ahora, la causa principal fue la mano alzada de otro de los chavales que ocupaba el aula.

- Dime, Musa.

- Maestro, es la hora.

Este miró el reloj CASIO que tenía anudado en la muñeca. Las 09:15h. Sí, es la hora. Con un leve gesto de su cabeza todos los chicos volvieron a levantarse, volvieron a ponerse cara la pared, y volvieron a realizar idéntica coreografía de rezo, acompañados por el estribillo gutural del maestro. Cinco minutos después, volvían a estar sentados en sus pupitres, atentos a las palabras del sabio.

- Los infieles, prepotentes debido a lo que ellos consideraban “supremacía cultural”, se abandonaron a los placeres del cuerpo, relegando todo principio moral. Hartos de doblar la espalda, prefirieron volver a las épocas del esclavismo afro-americano, desechando esos trabajos considerados como “mal pagados” o de “simples”… y ahí es por donde entraron ríos y ríos de compatriotas, alumnos. Millones, todos camino de la Vieja Europa, la cual nos acogió con los brazos abiertos, deseosa de mano de obra barata… baratísima… a la que poder cuidar en un burdo intento por expiar sus pecados del pasado colonial. A ello, como a tantas y tantas cosas, contribuyó ese “buenismo” oficial del infiel acomodado… ese que, aplatanado en su butaca de cuero negro, se cree mejor que los demás… por encima del Bien y del Mal… poseedor de la Verdad Absoluta... con sus sueños, sus irrealidades, sus tecnologías laicas y sus embriones experimentados genéticamente…

Tic. Tic. Tic.
 
El reloj volvió a sonar. Las 09:30h. Gesto con el mentón, asentimiento de los alumnos, sonido de sillas que se arrastran por el suelo, mirada hacia el muro y repetición de la misma puesta en escena anterior. Cinco minutos después la perorata del maestro siguió su curso.
- ¡Ay, chicos… el s.XXI de los infieles! ¡Se las prometían muy felices, los infieles! Con sus Internets, sus Big Bangs, sus transformaciones sexuales… la conquista del Espacio… Pero no. Nada de eso. Nadie puede contradecir los designios del Dios verdadero. Y Él, en acto misericordioso, nos concedió la victoria. Engreídos y pecadores, los infieles se destriparon los unos a los otros, confiando en nosotros… lobos con piel de corderos… y así, de esta forma, cuando quisieron repartir el botín, comprobaron el tamaño de sus errores.
El maestro se dirigió a la ventada, desde la que se divisaba el Mar Mediterráneo y las ruinas de lo que, años atrás, había sido uno de los puertos comerciales más importantes del Mare Nostum. Ahora, de aquello, no quedaba nada. No quedaban puertos, ni ferias, ni cines… las Iglesias habían sido derruidas, Internet capado, las TV emitían en negro, los satélites abandonados en sus órbitas… incluso las calles, antaño de asfalto, mostraban hoy una leve capa de arena del desierto… cada día más gruesa… más africana… más prehistórica…

- Eso es lo que conocemos como Al Catchunded, alumnos. El día del cachondeo. El día en el que los nuevos hijos de Witiza, tras permitir la infiltración y el asentamiento de nuestras líneas de acción, vinieron a exigir el cumplimiento del contrato pactado… como si nosotros fuésemos a cumplir la palabra dada al infiel. Eso es Al Catchunded: el cachondeo y la carcajada con el que nuestros califas, hace más de doscientos años, recibieron a los infieles cinco minutos antes de rebanarles el pescuezo.

Justo acabadas las palabras, el reloj CASIO volvió a pitar.

Y se volvió a repetir el baile.

 

2 comentarios:

Old Nick dijo...

A Pesar Del CONTENIDO, Que No Es Nada ALEGRE,-Pero Sí CLARO-, Me Ha Venido UNA ÁCIDA CARCAJADA, Con Tu Entrada Querido HEREP.
Y EsQue TODO SE REPITE HASTA QUE LA MÁS DISPARATADA IDEA, SE REALIZA...
Y Los Traidores NO DESCANSAN.
Si La Gente NORMAL, TUVIERA TAN BUENA "MEMORIA Y MALDAD", EL MUNDO SERÍA MUCHO MÁS "DIVERTIDO Y CLARO".
UN ABRAZO, GENIO.
¡PREPARA EL "VINO Y EL JAMÓN IBÉRICO
QUE DE LAS DEMÁS COSAS PROHIBIDAS", YA ME OCUPARÉ YO!!
Un ORUJAZO POR LA "SEGUNDA RECONQUISTA"
Y
¡¡RIAU RIAU!!

Herep dijo...

Tropezar dos veces con la misma piedra, Old... aunque en el caso de los españolitos, dos veces no es suficiente. Siempre estamos repitiendo los mismos errores, sin aprender... y tanto va el cántaro a la fuente...

Bueno... viendo el lado positivo de las cosas, hay que pensar que todos, al fin y al cabo, tenemos que morir... así que no hay mejor muerte que caer en esa "segunda Reconquista"..
Un abrazo, camarada, y desempolvemos el arcabuz y la daga.
¡Riau!¡Riau!