En primavera, todas las mañanas se parecen las unas a las
otras.
Las lilas, con su fresco perfume, embriagan la ribera anunciando
otro día lleno de esperanzas e ilusiones. Sobrevolándolas, abejorros grandes
como nueces, con su característico zumbido alertador, saltando de flor en flor,
de fecundación en fecundación. Los niños de la aldea bien podrían decirte cómo
se llama y quién es el Sr. Abeja… o la Sra. Gorda… y en qué panal tienen fijada
su celda de residencia. En la fresneda, a pocos pasos al norte, sus barrios
descansan colgados de frágiles ramas retorcidas por el sobreesfuerzo. Rebosantes
de codiciada y lujosa miel.
El Sol, a primera hora, prosigue su lento ascenso y su luz,
amortecida por el frescor de la mañana, ilumina el río con su torrente de
tranquilidad y confort. El majestuoso prado verde, los rebaños paciendo
desperdigados bajo la atenta mirada del pastor Zacarías y su fiel escudero
Bribón… Daniel, el hijo del difunto doctor, dice que Zacarías salvó al animal
de morir asado a la brasa por unos nómadas de más allá del valle y que, a pesar
de ser un chucho destartalado y plagado de garrapatas, sus ojos reflejaban un
brillo especial… como si fuera listo,
señora. Nunca sé qué decirle. Puede que sea verdad.
Los niños tienes estas cosas.
- ¡Hola, Marta! ¿Qué
tal? ¿Y Manolito?
Asiente con la cabeza. Bien. Puede que no haya llegado
todavía su hora. Me alegro por ella… y por la niña. Pobre. Adán dice que casi
todas las tardes, jugando en la fortaleza del árbol, la pequeña se aparta unos
minutos y derrama cinco o seis lágrimas por su padre. Ese angelito es un cielo.
Me llevaría el corazón de gozo que, llegado el momento, pudieran casarse los
dos. ¡Salerosa! Manolito es
joven todavía, mujer. 35 años. Todavía le queda mucho por... todavía…
¿Y yo?
Mira mis rodillas. Ha sido acuclillarme en mi pedacito de
suelo y lamentarse éstas en forma de crujido. Ya deberían estar acostumbradas,
pero lo peor vendrá después, tras las largas horas frotando y frotando. Será ese
el momento en el que, agarrotadas, no dejarán que me levante hasta que a ellas
se les antoje. ¡Con lo que bailaba yo
antes de casarme! Sí, lo sé. Ahora también me saca a bailar mi Julián los domingos por
la tarde, pero no es lo mismo. Un violín, un aprendiz de violinista, tres o
cuatro canciones repetitivas… y los movimientos impulsivos de mi amor, con sus
pisotones y cambios de ritmo espontáneos. Pero su cara… ¡esa sonrisa!... Las
noches se vuelven día, como ahora… como esta mañana… y tan sólo estamos él y
yo. Julián y Victoria. Girando y girando bajo el foco de las estrellas.
Mi sol y mis estrellas.
Hoy el rio baja en condiciones. Marta, Gloria, las hijas de la
Sra. Severa… todas están arrodilladas en la orilla, dándole a la piedra,
mientras batallan por eliminar las manchas de los pantalones y las batas. Es un
trabajo arduo pero necesario. Tres prendas y un par de pañuelos las tendrán
ocupadas hasta bien entrada la tarde. Ese es el precio que se debe pagar por
lavar la colada en aguas grisáceas y pestilentes… aunque hoy el río baja en
buenas condiciones. Quizá, si las chicas no se entretienen contándose intimidades
o lanzándose agua las unas a las otras, podamos acabar justo después del
almuerzo.
Si es así, esta noche prepararé algo especial. Garbanzos,
va. El pequeño se pondrá contentísimo. ¡Mi
plato preferido, mamá! Va. Démonos prisa.
¡Victoria, hoy está
riquísima! ¿Nos daremos un baño? Los hombres seguro que se estarán dando unos
chapuzones allá arrib.
Ya veremos, Sonia. Ya
veremos. Estas chicas… siempre igual. Sólo piensan en lo mismo, las muy…
Pasárselo bien, reír, recoger flores… Normal. Míralas. Tienen apenas cinco años
más que la hija de Marta y ya bajan todos los amaneceres al río, a lavar ropa
durante todas las horas del día. Lógico que intenten aliviar con bromas y
chascarrillos la pesadez de la tarea.
Si que está fría el
agua, sí. Tenía razón la muchacha, pero luego, aproximado el mediodía, tal
frescor se agradecerá sobremanera. Ahora ya se agradece. Carmen, la viuda, se
ha recogido el pelo con varias ramitas secas y tras desabrocharse los primeros
botones de la bata, se refresca el pecho y la nuca con un paño mojado. No estoy
muy segura, pero diría que está cantando alguna canción. Se la ve feliz. Viuda,
pero feliz. Todas las mañanas lleva lilas a la tumba de su esposo. Otro al que
se llevaron las diarreas. Otro de tantos. Pero bueno, el jugo de raíces no le hace efecto a todo el mundo. Es... es como una lotería.
Pero pensemos en otra cosa. Adán me ha dicho… ¿Adán?
¡Madre! Estoy aquí.
Rubén, Isaac y yo vamos a ir al trigal, a jugar al escondite.
Vale. Ten cuidado…
y se escapa corriendo, con sus patitas de apenas dos palmos y su peculiar
galope desacompasado. Disfruta, hijo. Bébete la vida, ahora que todavía eres un
niño. Juega entre las flores, dibuja caballos sobre la arena, tira piedras…
intenta atrapar al Sr. Abeja con las manos… pronto, el día menos pensado,
vendrá tu padre y te despertará del más profundo de tus sueños para llevarte
río arriba, con él.
Como decía, hoy es un buen día. La pureza del cielo azul, el
aroma de las flores silvestres, la sosegada calor de una mañana de primavera… y
las mujeres de sonrosadas mejillas, arrastradas por la serenidad y la tranquilidad de la ribera, ya
chapotean en medio del río, caladas de agua de arriba abajo. Ven, Victoria, el agua está riquísima.
¡Qué demonios!
Quizá tenga razón Sonia y los hombres, allá arriba, también
estén arrancándose la mugre de ropa y piel salpicándose los unos a los otros. Quizá
también estén jugando como los niños que son, ajenos al picor de las chinches y
a las duricias de sus manos. Conozco sobremanera a mi esposo. Él será de los
primeros… ¡Eh, Julián, devuélveme el cubo!,
le estará diciendo Francisco. Parece como si lo estuviera viendo ahora mismo. Con los
riñones sobrecargados de tanto agacharse, seguro que han hecho una pausa para
degustar un trago del alcohol que Javier destila en su cuchitril.
Por las noches, cuando Adán ya se ha dormido, él me cuenta
todas estas cosas. Como nosotras, arriba también florecen las risas y los
chistes. Verdes, eso sí… pero chistes que les hacen el trabajo más llevadero...
y agradecido. Buscar pepitas de oro en el lecho de este río no es tarea fácil.
Si no fuera por esos momentos de alienación y jolgorio, la desesperación de
sentirse inútiles haría mella en sus ánimos.
Y el ánimo es importante. De él depende que, pasada la
primavera, sobrevivamos al invierno. Que tengamos, otra vez, algo para echarnos
a la boca.
Aspiro hondo y cierro los ojos mientras el frescor del agua
adormece mis piernas. Hoy baja limpia. Sumergir la cabeza en ella es una
delicia descomunal. Debería lavarme el pelo antes que la suciedad vuelva a
apoderarse del río… aunque ya no me molesta. Me he acostumbrado a bañarme
rodeada de inmundicia y podredumbre… aguas negras y sucias, plagadas de restos
putrefactos de árboles, algas filamentosas y peces muertos flotando sobre la
superficie.
Algo golpea mi pierna, con la suavidad de una caricia. Abro los
ojos para observar algo aferrado a mis rodillas… algo blando y débil… una hoja…
¡Papel! Hace siglos que no veo papel. Con cuidado, lo agarro e intento
desplegarlo. La tinta está corrida pero… con suerte… ¡María, ven corre!... ella sabe leer. Yo, creo, sabía… pero ya no lo
recuerdo…
… aunque esos números, así… esa fecha…
… rgona, 9-10-2013…
… 2013… ¿dos mil trece?… ni recuerdo cómo era todo en 2013…
10 comentarios:
Maestro :O
Saluditos.
Un relato con una entrada bucolica,Para mas tarde meterno en lo que adivino.Un tiempo oscuro y sin esperanza.A veces envidio tu manera de fabular con el lenguaje.un saludo
No creo que la gente fuera antes más desgraciada que ahora, cada época tuvo, tiene su encanto. Ahora los niños no saben lo que es el campo ni juegan con piedras ¿Son más felices? Lo dudo.
Buena recreación Herep, nos has metido en ambiente a la perfección..
;)
Ya sabes lo que se dice:"cualquier tiempo pasado fue mejor", pero creo que el nuestro es mucho peor.
Un abrazo
JOOOOOOOOOOODEEEEEEEEEEERRR.
¡CAGÜEN TÓOS LOS ZERDOS AUN NO SANMARTINADOS A CONCIENCIA!
¡Mudo M'has Dejau, Hermano HEREP!
¡Menuda Lección de CIENCIAFICCIÓN REALISTA DE LA BUENA!
Lo Que Me Pregunto Es ¿CUANTOS SOBREVIVIRÁN/MOS A LA QUE SE NOS VIENE ENCIMA?¿Y EN QUÉ CONDICIONES?
¡Porque esto se Está Yendo al Carajo A Pasos de Goliath y Cuando Ya No Quede un EURO, Ya Veremos Lo Que Hacen Los TRAIDORES LADRONES QUE DICEN SER "NUESTROS REPRESENTANTES"...
Seguro que Largarse, Como Hicieron los HP ANTERIORES TRAS LA GUERRA CIVIL Y EL SAQUEO QUE MONTARON...
En Fin.
Que Todo es Cuestión de ESTAR ALERTA y LISTO.
Un Abrazo GENIO.
Y
¡¡RIAU RIAU!!
Gracias Zorrete.
Si algún día alguien me da un premio, nos lo gastamos en birras.
Agustín, tú también estás invitado!
No importa qué nos depare el camino, amigo mío. Hay que reír siempre.
Un abrazo.
Yo no creo que ahora se sea más feliz que antes, Candela.
Hoy en día, no tenemos tiempo ni para darnos ese capricho.
Guardo muchos y muy buenos recuerdos de mi infancia. Los chicos de hoy en día, seguro que también, aunque pondría la mano en el fuego apostando a que ha sido mucho más corta.
Y eso, amiga mía, es una lástima.
Tempus fugit, Candela... aunque ahora fugit más deprisa.
Un abrazo.
Lo creo a ciencia cierta, José Luís. No quizá a nivel individual, pero sí en modo colectivo.
Cuando muchos se juntan siguiendo la voz de uno, nada bueno puede suceder.
Un abrazo.
A esa pregunta no puedo contestarte, Old. No sé cuántos sobreviviremos ni cuántos deberemos dedicarnos al noble arte de la recolección de pepitas de oro.
Tan sólo puedo decirte que con 12 nos bastará para la ardua tarea del día después.
Un abrazo, artista, y felicidades por tu aniversario.
¡Riau!¡Riau!
Publicar un comentario