Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

13 jul 2012

Un futuro feliz


En primavera, todas las mañanas se parecen las unas a las otras.

Las lilas, con su fresco perfume, embriagan la ribera anunciando otro día lleno de esperanzas e ilusiones. Sobrevolándolas, abejorros grandes como nueces, con su característico zumbido alertador, saltando de flor en flor, de fecundación en fecundación. Los niños de la aldea bien podrían decirte cómo se llama y quién es el Sr. Abeja… o la Sra. Gorda… y en qué panal tienen fijada su celda de residencia. En la fresneda, a pocos pasos al norte, sus barrios descansan colgados de frágiles ramas retorcidas por el sobreesfuerzo. Rebosantes de codiciada y lujosa miel.

El Sol, a primera hora, prosigue su lento ascenso y su luz, amortecida por el frescor de la mañana, ilumina el río con su torrente de tranquilidad y confort. El majestuoso prado verde, los rebaños paciendo desperdigados bajo la atenta mirada del pastor Zacarías y su fiel escudero Bribón… Daniel, el hijo del difunto doctor, dice que Zacarías salvó al animal de morir asado a la brasa por unos nómadas de más allá del valle y que, a pesar de ser un chucho destartalado y plagado de garrapatas, sus ojos reflejaban un brillo especial… como si fuera listo, señora. Nunca sé qué decirle. Puede que sea verdad.

Los niños tienes estas cosas.

- ¡Hola, Marta! ¿Qué tal? ¿Y Manolito?

Asiente con la cabeza. Bien. Puede que no haya llegado todavía su hora. Me alegro por ella… y por la niña. Pobre. Adán dice que casi todas las tardes, jugando en la fortaleza del árbol, la pequeña se aparta unos minutos y derrama cinco o seis lágrimas por su padre. Ese angelito es un cielo. Me llevaría el corazón de gozo que, llegado el momento, pudieran casarse los dos. ¡Salerosa! Manolito es joven todavía, mujer. 35 años. Todavía le queda mucho por... todavía…

¿Y yo?

Mira mis rodillas. Ha sido acuclillarme en mi pedacito de suelo y lamentarse éstas en forma de crujido. Ya deberían estar acostumbradas, pero lo peor vendrá después, tras las largas horas frotando y frotando. Será ese el momento en el que, agarrotadas, no dejarán que me levante hasta que a ellas se les antoje. ¡Con lo que bailaba yo antes de casarme! Sí, lo sé. Ahora también me saca a bailar mi Julián los domingos por la tarde, pero no es lo mismo. Un violín, un aprendiz de violinista, tres o cuatro canciones repetitivas… y los movimientos impulsivos de mi amor, con sus pisotones y cambios de ritmo espontáneos. Pero su cara… ¡esa sonrisa!... Las noches se vuelven día, como ahora… como esta mañana… y tan sólo estamos él y yo. Julián y Victoria. Girando y girando bajo el foco de las estrellas.

Mi sol y mis estrellas.

Hoy el rio baja en condiciones. Marta, Gloria, las hijas de la Sra. Severa… todas están arrodilladas en la orilla, dándole a la piedra, mientras batallan por eliminar las manchas de los pantalones y las batas. Es un trabajo arduo pero necesario. Tres prendas y un par de pañuelos las tendrán ocupadas hasta bien entrada la tarde. Ese es el precio que se debe pagar por lavar la colada en aguas grisáceas y pestilentes… aunque hoy el río baja en buenas condiciones. Quizá, si las chicas no se entretienen contándose intimidades o lanzándose agua las unas a las otras, podamos acabar justo después del almuerzo.

Si es así, esta noche prepararé algo especial. Garbanzos, va. El pequeño se pondrá contentísimo. ¡Mi plato preferido, mamá! Va. Démonos prisa.

¡Victoria, hoy está riquísima! ¿Nos daremos un baño? Los hombres seguro que se estarán dando unos chapuzones allá arrib.

Ya veremos, Sonia. Ya veremos. Estas chicas… siempre igual. Sólo piensan en lo mismo, las muy… Pasárselo bien, reír, recoger flores… Normal. Míralas. Tienen apenas cinco años más que la hija de Marta y ya bajan todos los amaneceres al río, a lavar ropa durante todas las horas del día. Lógico que intenten aliviar con bromas y chascarrillos la pesadez de la tarea.

Si que está fría el agua, sí. Tenía razón la muchacha, pero luego, aproximado el mediodía, tal frescor se agradecerá sobremanera. Ahora ya se agradece. Carmen, la viuda, se ha recogido el pelo con varias ramitas secas y tras desabrocharse los primeros botones de la bata, se refresca el pecho y la nuca con un paño mojado. No estoy muy segura, pero diría que está cantando alguna canción. Se la ve feliz. Viuda, pero feliz. Todas las mañanas lleva lilas a la tumba de su esposo. Otro al que se llevaron las diarreas. Otro de tantos. Pero bueno, el jugo de raíces no le hace efecto a todo el mundo. Es... es como una lotería.

Pero pensemos en otra cosa. Adán me ha dicho… ¿Adán?

¡Madre! Estoy aquí. Rubén, Isaac y yo vamos a ir al trigal, a jugar al escondite.

Vale. Ten cuidado… y se escapa corriendo, con sus patitas de apenas dos palmos y su peculiar galope desacompasado. Disfruta, hijo. Bébete la vida, ahora que todavía eres un niño. Juega entre las flores, dibuja caballos sobre la arena, tira piedras… intenta atrapar al Sr. Abeja con las manos… pronto, el día menos pensado, vendrá tu padre y te despertará del más profundo de tus sueños para llevarte río arriba, con él.

Como decía, hoy es un buen día. La pureza del cielo azul, el aroma de las flores silvestres, la sosegada calor de una mañana de primavera… y las mujeres de sonrosadas mejillas, arrastradas por la serenidad y la tranquilidad de la ribera, ya chapotean en medio del río, caladas de agua de arriba abajo. Ven, Victoria, el agua está riquísima.

¡Qué demonios!

Quizá tenga razón Sonia y los hombres, allá arriba, también estén arrancándose la mugre de ropa y piel salpicándose los unos a los otros. Quizá también estén jugando como los niños que son, ajenos al picor de las chinches y a las duricias de sus manos. Conozco sobremanera a mi esposo. Él será de los primeros… ¡Eh, Julián, devuélveme el cubo!, le estará diciendo Francisco. Parece como si lo estuviera viendo ahora mismo. Con los riñones sobrecargados de tanto agacharse, seguro que han hecho una pausa para degustar un trago del alcohol que Javier destila en su cuchitril.

Por las noches, cuando Adán ya se ha dormido, él me cuenta todas estas cosas. Como nosotras, arriba también florecen las risas y los chistes. Verdes, eso sí… pero chistes que les hacen el trabajo más llevadero... y agradecido. Buscar pepitas de oro en el lecho de este río no es tarea fácil. Si no fuera por esos momentos de alienación y jolgorio, la desesperación de sentirse inútiles haría mella en sus ánimos.

Y el ánimo es importante. De él depende que, pasada la primavera, sobrevivamos al invierno. Que tengamos, otra vez, algo para echarnos a la boca.


Aspiro hondo y cierro los ojos mientras el frescor del agua adormece mis piernas. Hoy baja limpia. Sumergir la cabeza en ella es una delicia descomunal. Debería lavarme el pelo antes que la suciedad vuelva a apoderarse del río… aunque ya no me molesta. Me he acostumbrado a bañarme rodeada de inmundicia y podredumbre… aguas negras y sucias, plagadas de restos putrefactos de árboles, algas filamentosas y peces muertos flotando sobre la superficie.

Algo golpea mi pierna, con la suavidad de una caricia. Abro los ojos para observar algo aferrado a mis rodillas… algo blando y débil… una hoja… ¡Papel! Hace siglos que no veo papel. Con cuidado, lo agarro e intento desplegarlo. La tinta está corrida pero… con suerte… ¡María, ven corre!... ella sabe leer. Yo, creo, sabía… pero ya no lo recuerdo…

… aunque esos números, así… esa fecha…

rgona, 9-10-2013

… 2013… ¿dos mil trece?… ni recuerdo cómo era todo en 2013…




10 comentarios:

Anónimo dijo...

Maestro :O
Saluditos.

Lin Fernández dijo...

Un relato con una entrada bucolica,Para mas tarde meterno en lo que adivino.Un tiempo oscuro y sin esperanza.A veces envidio tu manera de fabular con el lenguaje.un saludo

candela dijo...

No creo que la gente fuera antes más desgraciada que ahora, cada época tuvo, tiene su encanto. Ahora los niños no saben lo que es el campo ni juegan con piedras ¿Son más felices? Lo dudo.

Buena recreación Herep, nos has metido en ambiente a la perfección..
;)

José Luis Valladares Fernández dijo...

Ya sabes lo que se dice:"cualquier tiempo pasado fue mejor", pero creo que el nuestro es mucho peor.

Un abrazo

Old Nick dijo...

JOOOOOOOOOOODEEEEEEEEEEERRR.
¡CAGÜEN TÓOS LOS ZERDOS AUN NO SANMARTINADOS A CONCIENCIA!
¡Mudo M'has Dejau, Hermano HEREP!
¡Menuda Lección de CIENCIAFICCIÓN REALISTA DE LA BUENA!
Lo Que Me Pregunto Es ¿CUANTOS SOBREVIVIRÁN/MOS A LA QUE SE NOS VIENE ENCIMA?¿Y EN QUÉ CONDICIONES?
¡Porque esto se Está Yendo al Carajo A Pasos de Goliath y Cuando Ya No Quede un EURO, Ya Veremos Lo Que Hacen Los TRAIDORES LADRONES QUE DICEN SER "NUESTROS REPRESENTANTES"...
Seguro que Largarse, Como Hicieron los HP ANTERIORES TRAS LA GUERRA CIVIL Y EL SAQUEO QUE MONTARON...
En Fin.
Que Todo es Cuestión de ESTAR ALERTA y LISTO.
Un Abrazo GENIO.
Y
¡¡RIAU RIAU!!

Herep dijo...

Gracias Zorrete.
Si algún día alguien me da un premio, nos lo gastamos en birras.

Herep dijo...

Agustín, tú también estás invitado!

No importa qué nos depare el camino, amigo mío. Hay que reír siempre.

Un abrazo.

Herep dijo...

Yo no creo que ahora se sea más feliz que antes, Candela.
Hoy en día, no tenemos tiempo ni para darnos ese capricho.
Guardo muchos y muy buenos recuerdos de mi infancia. Los chicos de hoy en día, seguro que también, aunque pondría la mano en el fuego apostando a que ha sido mucho más corta.

Y eso, amiga mía, es una lástima.

Tempus fugit, Candela... aunque ahora fugit más deprisa.

Un abrazo.

Herep dijo...

Lo creo a ciencia cierta, José Luís. No quizá a nivel individual, pero sí en modo colectivo.

Cuando muchos se juntan siguiendo la voz de uno, nada bueno puede suceder.

Un abrazo.

Herep dijo...

A esa pregunta no puedo contestarte, Old. No sé cuántos sobreviviremos ni cuántos deberemos dedicarnos al noble arte de la recolección de pepitas de oro.

Tan sólo puedo decirte que con 12 nos bastará para la ardua tarea del día después.

Un abrazo, artista, y felicidades por tu aniversario.
¡Riau!¡Riau!