Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

4 abr 2011

El (ingenioso) hidalgo


En un lugar del globo, de cuyo nombre no quiero acordarme…

... ha tiempo que vivía un hidalgo de los de Biblia encintada, crucifijo en la diestra y pistola en la siniestra. Un buen día, dicho hidalgo, aburrido de tanta contemplación y silencio, se proclamó juez y se vio con la potestad de juzgar el Corán. Ocho meses estuvo deliberando la culpabilidad o inocencia de dicho reo y, sin haberse hecho públicas las declaraciones de los testigos de las partes, consideró al imputado culpable de diversos crímenes, y decidió ejecutarlo en la hoguera, que ya se sabe lo ligado que está el fuego con la purificación del alma impía.

Celebrado el juicio, ejecutada la hoguera y respirado el olor a papel quemado, nuestro hidalgo decidió salir a pasear por tierras cercanas, a recibir el calor y la gratitud de aquellos a los que había liberado de tan magno criminal. A lo lejos, sin haber recibido ninguna de las reverencias que había dibujado en sueños, divisó la figura de varios molinos encalados, pálidos al Sol, silenciosos en la meseta, que movían sus aspas agotados, en silencio, sin fuerza.

No pasó un minuto desde que nuestro hidalgo decidiera sentarse a la sombra de tan imponentes molinos, cuando un fuerte golpe le apartó de sus pensamientos. Miró hacia atrás pensando en que aquel pescozón había sido tan sólo un sueño cuando descubrió que aquello que él había imaginado molinos eran en realidad gigantes. Y lo que el había visto aspas no eran más que brazos agitados, eso sí, con mucho aspaviento, con los que intentaban, y conseguían, sacudir algún golpe a nuestro héroe.

- ¿Qué clase de entuertos nos creas con tus juicios y teatros? -decían los gigantes sin dejar de agitar sus apéndices -. ¿No ves que con tus acusaciones y ejecuciones molestas a los feligreses de tan antigua obra? ¿No comprendes acaso que tus lucubraciones hacen que aquellos se subleven y perturben la paz con la que descansamos de nuestras cargas?

- Mal rayo me parta… ¡Gigantes! ¡Gigantes parlantes! – grito nuestro hidalgo asombrado mientras esquivaba aquellos brazos del tamaño de troncos -. ¡Gigantes que hablan con intención de presentar qué puedo hacer, y que no! ¡Son doctos en filosofía y moral, para mayor pasmo!

- Queremos que sepas que censuramos tu actuación de hoy y la profanación que escenificaste ante los feligreses –espetó el gigante de tez morena y pelo rizado.

- Y recordarte que tu actuación presente recuerda la de aquel convecino tuyo: ese bufón que caricaturizó la figura del profeta. Puede ser perfectamente legal, pero debe ser rechazada desde un punto de vista moral y político –le dijo el gigante blanco, de acrobáticas cejas y postura genuflexa ante el gigante de tez morena.

- ¡Yo creía en mi libertad de expresión! –replicó el hidalgo.

- Recuerda, ingenioso hidalgo, que de valientes el cementerio está lleno.

El caballero de la triste figura, pensativo, se volvió para iniciar el regreso a su hacienda no sin antes mirar de nuevo aquellas portentosas moles que dejaba tras de sí, para espetarles:

- Embelesado estoy ante esta presencia pues jamás encontré a vuestras mercedes cuando las brujas cocinaban crucifijos en sus ollas o cuando en los sainetes se fornicaba con monjas. No agitasteis los brazos ante las damas ultrajadas ni acercasteis un escudo cuando llovían piedras de sangre. Tampoco los templos aguantan por fuerza de vuestros brazos y nuestros hijos nunca contemplaron la seguridad de la que gozan vuestras familias gracias a que vosotros, gigantes, os escondéis aquí, en estos páramos solitarios, haciéndoos pasar por molinos, mientras filosofáis sobre la moral y el valor. Tan sólo recordaros que todo acaba descansando en los cementerios, así que grande favor nos harían si no perturbaran nuestro camino con su presencia ni nuestra mente con sus pláticas, y fueran a fundir su paz con la que por esos lares se respira.

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