Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

23 mar 2011

De coeficientes intelectuales

Ni tres semanas a durado la cosa.

No han pasado casi ni 48 horas desde que la chica del video, Laura, salió de la casa de Gran Hermano, ese programa de Telecinco que va ya por la doceava edición ( y las que quedan, oye… ) donde una docena de desconocidos conviven durante tres o cuatro meses en una casa con la intención de no ser expulsados por la audiencia hasta el final, con el premio que eso acarrea, pudiendo llegar a ser éste de unos doscientos o trescientos mil euros. Antes de impuestos, claro.

La chica en cuestión no es ningún portento de sapiencia y a poco que uno haya seguido tan sólo treinta segundos el programa, se da cuenta de la ignorancia y el léxico que gasta la chica. El nivel de los demás concursantes tampoco destaca en demasía y si no te concentras lo suficiente, puede llegar a parecerte normal que utilicen la palabra “tío” siete u ocho veces en la misma frase.

Hasta ahí nada raro.

Lo raro es cuando invitan a la ganadora a un estercolero de programa llamado La Noria, de la misma Telecinco y presentado por el tonto útil de Jordi Gonzalez, del que algún día, cuando llegue a decir la burrada supina, escribiré unas líneas. Pues eso, que el lumbreras la invita para que charle sobre sus experiencias vitales dentro de las cuatro paredes de GH.

Al poco, cuando la gente del público empieza a bostezar debido a la falta de acción e insulto, se presenta el plato fuerte: le montan a la triunfadora un test de inteligencia. Un test de inteligencia al nivel de un niño de primaria (anterior a la LOGSE, por supuesto) del cual no responde casi nada bien. Los presentadores, ante tales burradas, a reír y reír, mientras gesticulan sorprendidos realizando perfectamente su teatrillo.

¡Qué tonta la niña esta! ¡Mira que no saber cuándo empezó la Guerra Civil! ¿España? ¿Península Ibérica? ¿Caravelas?

Lo dicho anteriormente: con tan sólo treinta segundos visionando el bodrio de Gran Hermano, uno puede alcanzar a calibrar el intelecto de todos los concursantes: cero patatero. Pero montar el numerito del test a la ganadora con la intención de reírse de ella a lo grande, con el país de testigo, humillándola mientras el catedrático de turno se ríe por lo bajini, (no) es típico de la progresía de este país, más aún si el cateto en cuestión es ganador de uno de los programas estrella de la cadena, con elevada audiencia y del que viven varios, por no decir todos, los demás programas de la parrilla telecinquera. ¡Cómo van a hacer eso con su altura moral!

Pero esa es la función básica de la telebasura que nos rodea: crear falsos héroes (si se le puede llamar héroe al ganador de tal estercolero) para luego utilizarlos, machacarlos y tratarlos como lelos, mientras los lumbreras de turno se hinchan de autosatisfacción recreándose en los 15 minutitos de gloria que le han proporcionado al personaje, siguiendo las directrices de su tan loado muso Warhol. Y es que ya se sabe que, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey.

Uno podrá preguntarse cómo tal elenco de portentos mentales puede superar los diversos castings antes de entrar en este tipo de concursos aunque, viendo luego el trato que les procesan dentro de la misma cadena, es de extrañar que en esos castings se busque a personas equilibradas. Más bien es al revés: cuanto más inútiles y desequilibrados estén, más posibilidades tienen de entrar a formar parte del experimento. Y más números para ganar.

Carnaza televisiva. Carne de cañón. Pechugas al desnudo. La cadena los sobará, los manipulará, moldeará y exprimirá. Luego, al final, explotado ya el producto, si eres mujer tendrás la opción de enseñar las peras en alguna revista a precio de saldo, pasando de la pequeña pantalla a la pared de cualquier taller mecánico. De esta manera, con un poquito de suerte, podrá estirar más esa fama ganada a costa de tu persona.

Ahí está el legado de la telebasura patria: la nueva mujer del s. XXI.

Nada nuevo bajo el Sol.

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