Los pesados días de Julio,
con su calor abrasador de sudor y sed, evocan círculos del
infierno,
y en un círculo próximo, la carcoma de la burla posible,
anteanoche robó buenos sueños prestados
sumiendo el descanso en torvo desasosiego,
volvía la mirada defraudada,
la película que cruza ante los ojos, desperdiciada,
la vida triste.
Los días de Julio están aquí, y con ellos vuelve el fantasma
de las navidades pasadas dispuesto a mostrarnos cómo éramos y en qué variedad
de rata de cloaca nos hemos convertido, nosotros, que íbamos a conquistar el
espacio blandiendo el arma de la voluntad, triunfante, fuerza viva con la que derrotaríamos
a la bestia, domesticaríamos sus cachorros y los convidaríamos -oh, hermanos- a
disfrutar de lo bello de nuestra primavera.
Los buenos sueños
prestados
que en estos días de Julio son reclamados por el gran hacedor,
quedando, para la gran camada, una mancha pringosa de
sudoración nocturna aferrada a la piel que no desaparece por mucho que estés a
remojo, por muy fuerte que rasques, con lija, las siete capas de piel de simio
que recubre la carne y el hueso.
Y la película huele a cobardía, y apesta a traición, y se
hace el silencio donde la justicia es vilipendiada por los sicarios hasta que
un bufón rompe la calma tensa del salón con chistes que prostituyen la memoria
de los muertos y que arrancan carcajadas entre la mansedumbre creyente de los
buenos sueños.
Dicen los sabios consultados que al contacto con el escarnio
que flota en ciertos ambientes de empoderamiento memocrático, la reacción ulterior
transforma la pringosa capa en dura coraza sobre la piel, año tras año, navidad
tras navidad, hasta que la desazón cubre de hielo el sentimiento y el infierno que
evocan estos días del Julio de la muerte, la épica y el olvido, no es más que un
par de números impresos en las hojas de un calendario de papel escrupulosamente
reciclado.
Pero no evitas la punzada de la mirada defraudada,
la película que cruza ante tus ojos,
desperdiciada
la vida triste.
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