Se introducen los dedos por los agujeros, se cierra el puño
y aparece la ristra de anillos, ajustados; la base, firme contra la palma, amortiguará
el contacto del hierro contra los dedos durante el golpeo.
Con simpleza, la potencia de ataque escala un puñado de
posiciones en la clasificación de la violencia. La contundencia del directo puede
llegar a ser letal según sea la categoría del púgil en el rango de la cobardía
barriobajera. Paseas por la calle, unos imbéciles se propasan con tu chica,
respondes y, como sombras rodeándote, una sacudida de hierro con el empuje de
un becerro ilumina tu noche con las mil estrellas del noqueo. No te da tiempo a
nada, todo fue muy rápido, diferente de haber visto el brillo del metal... pero
ahora descansas sobre el asfalto tus ocho horas recomendadas por los expertos; mañana será otro día.
Anteayer, a una chica de Madrid un cabestro le saltó
los dientes de un puñetazo. Atendiendo a las fotos que circulan por ahí en las
que se ve en qué ha quedado lo que pudiera haber sido una linda boquita de
piñón, el valiente mierdecilla debía llevar un puño americano enguantado. Hierro
contra dientes, mal asunto; amasijo de labios hinchados, carne lacerada y
marfil quebrado sobre las encías babosas.
Un nocaut a una mujer, una chica, una chavala, una joven...
y resulta aterrador comprobar cómo, en la España de la social-memocracia de marketing
que padecemos -obsérvese que no hay tonto del haba que se precie que no se
autodefina como feminista, partisano o politólogo ni sistema institucional en que no se idolatre la ingeniería de género-, el episodio de la desdentada
prematura pasa desapercibido para el otrora bullicioso (y subvencionado) océano de colectivos de la progrez y sus milicianas de tetas
libres (si son guapas), sobaco sabrosón y meada de pie y en botella para regar las
plantas.
Podrían haber sido los chekistas de la democracia
del padrecito de los pueblos, los hacedores de otros mundos posibles al son del timbal o las hordas que ansían
asaltar el cielo español a golpe de sonrisa impostada los culpables de que la
joven solo pueda alimentarse a base de líquidos durante unos días, por lo que
los paladines de los derechos de las mujeres, ante los desmanes de
incontrolados bastardos del nihilismo dialéctico, optan por callar, encender un
cigarrillo de la risa y mirar para otro lado a ver si, con suerte, tropiezan
con algún fascista que ose invitar a una doncella al café con hielo de media
tarde.
Callan, y ríen, y un chiste rápido ya circula por los círculos: para tomar café, la pobre desgraciada fascista no necesita dientes.
Callan, y ríen, y un chiste rápido ya circula por los círculos: para tomar café, la pobre desgraciada fascista no necesita dientes.
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