Sucede que hoy es el día de Andalucía, y todo se engalana de
bonito: cuelgan banderas de los balcones, se escucha la banda municipal de música, hay fino manzanilla brotando de la fuente, las
mujeres brillan con mayor salero bailando en la caseta y todo es arte, en el
aire arte, arte emanando de cabo a rabo de la tierra andaluza.
A medio día, con tiempo suficiente para acicalarse y asentar
el estómago, los representantes del pueblo empiezan con los discursos...
... y como hay Lucifer que todos se ponen a hablar de la
tierra y del amor incondicional que sienten por ella, o el gran honor con el que
pasean su bendito nombre por el ancho mundo esférico. Mentan episodios de la infancia, sollozan por recuerdos de un patio de Sevilla, se impregnan del costumbrismo de los
vecinos... la gente de a pie a quien tanto dicen agradecer... y hablan, y sueñan,
y se ofrecen para llevar a cabo el titánico esfuerzo que supone domar a la ingrata providencia, esa
ramera vieja que tan mal quiere a los buenos hijos de los hombres.
La progrez socialdemocrática que pudre a España no se pierde ninguno de estos
festines.
La bandera del Reino escuece como el tacto de las ortigas, pero cuando de idolatrar al iluminado que moldeó con estiércol la
nacioncilla bautizada en el funesto diciembre del 78, no hay politólogo de cera
que no se bata a codazos con tal de estar en las infinitas fotografías que han de
inmortalizar el evento.
Un bienpensante no encontrará extraña esta exquisitez en el
gusto... cada cual tiene sus gustos, dirá... pero hoy el contraste no
puede pasar inadvertido para el que quiera ver, y comprender, cómo un tonto-la-polla como Blas Infante es glorificado hasta el ridículo por haber dado a
luz el engendro andaluz que recorre, cual fantasma, las tierras del sur español.
Tan ajena como es al Reino de España, no existe taifa que los
frentepopulistas de nuevo cuño paleocomunista no reivindiquen en los muchos discursos que la hidra posee según
esté arriba o abajo, siendo, la guardiana de la marchita gloria de Fernando III el Santo, la más vilipendiada por la mentira
con la que pretenden someter a la providencia: una bandera blanca y verde de
hermandad musulmana, las columnas de Hércules unidas mediante un puente de orgásmico
amor... y arte, mucho arte, arte para amansar las fieras que confabulan allá en
la medina.
Unos y otros comparten, al fin y a la postre, un enemigo común:
Occidente y su sociedad libre, no claudicante, todavía firme frente a la bota
del falso profeta y el puñal traidor del que se arroga la potestad de hablar en nombre del
pueblo.
Unos y otros anhelan, al fin y a la postre, un único
objetivo: sometimiento, y califato.
2 comentarios:
Lo de Blas Infante es lo mas parecido a un esperpento a lo Valle Inclan.Aun hoy algunos se creen que Andalucia no deberia pertenecer a la vieja nacion Iberica,de manicomio sencillamente,saludos,
Quienes eso piensan son los mismos que alaban las "tres culturas", el islam del amor y la paz (del corral) y el masoquista lema progre de "todo el mundo es bueno".
No conocen la historia ni tienen interés en aprender de ella. Solo importa el poder, mangonear y primar a los propios aunque de ello se desprenda el derribo del edificio.
Un saludo, Agustín.
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