... cualquier imbécil, por ejemplo, lee El corazón de las tinieblas y cree saberlo todo sobre el horror, así que pasa dos días en Sarajevo para elaborar la teoría racional de la sangre y de la mierda, y a la vuelta escribe trescientas cincuenta páginas sobre el tema y asiste a mesas redondas para explicar la cosa, junto a cantamañanas que no han peleado jamás por un mendrugo de pan, ni oído gritar a una mujer cuando la violan, ni se les ha muerto nunca un crío en los brazos antes de pasar tres días sin poderse quitar la sangre de encima porque no hay agua para lavar la camisa.
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Del viejo y destartalado acuartelamiento en el que realicé
el servicio militar, puedo prometer, y prometo, que fui el recluta
que sigue copando aún hoy el cuadro de honor en lo que a utilización de la
biblioteca que allí montó Defensa se refiere. Pasé horas, y devoré libros,
guardando buen recuerdo de uno del primerizo Pérez-Reverte titulado Territorio
Comanche, al que pertenece el extracto que encabeza este informe.
Aventuras y desventuras en la guerra de la antigua Yugoslavia hoy
tan en boga debido a la solución eslovena al mal llamado prusés
tractorio -o vía láctea del escarabajo pelotero catalufo- sufridas en las
carnes del antaño reportero de prensa en zona de conflicto armado.
Bombazos, soldados de fortuna, coraje, valor, periodistas de
tersas tetas bebiendo cerveza en el salón del hotel-refugio... desesperación y
muerte. Mucha muerte, que la guerra es muy perra por mucho que los mocosos que juegan a la revolución hayan llegado a prestigio cum fraude en el fortnite.
Alrededor de doscientas páginas condensando el romántico
misticismo de la guerra, y su mugre.
O tempora, o mores...
Porque echar la mirada atrás a pesar de carecer de la
intención de comparar aquel episodio con el presente esperpento es para
pimplarse una botella de güisqui useño al trago. Contemplar el aura heroica de
la soldadesca actual, milicia amamantada en colegios de monjitas de iglesia
tractoriana, con sus cantos al independentismo al coro de guitarra, o los
gastadores de primera línea con uniforme de rasta, barba modernilla (de mierda)
y levis negros ajustados haciendo así con el dedo... "pim, pam, pum,
sacaremos las pistolas y os mataremos, botiflers"... con esa soberbia
propia de la camada, sabedores que más tarde tendrán birra fría pagada en la barra
del putiferio de la avenida Palau, sería patético si la arcada generalizada
dejara margen al análisis empírico...
... como sucederá si escrutamos los perfiles biográficos de
los ex-yugoslavos con los de la jerarquía presente, próceres en huelgas de
batidos proteicos, cartitas sollozando por los niños despojados o entrevistas
de aguerridos reporteros de nomina atrincherada a esposas abandonadas que tejen puntilla mientras
aguardan el fin del cautiverio -o exilio- de los Ulises doctos en la
pompeu-faba en el sutil acto de poner pies en polvorosa acoplados en el
maletero de un coche de troya... cepo mayúsculo que los urbanitas de la capital
central, mamelucos falderos de Pedro Sánchez, el Usurpador, y su cohorte de
miserables, aplauden y festejan como un presente que a la socialdemocracia
projeta trajeron los cielos (laicos, por supuesto) a modo de premio por su afán en
la consecución del otro mundo es posible, u otra España de naciones y nacionas
y nacionus adecuada al régimen setentayochista.
Todo es escarnio y desvergüenza en esta zona de guerra
catalana... o zona de perra -puta y ramoneta dixit-, donde los mozos
pretorianos se arremolinan por sus tres mil sestercios de nómina al mes, el
cabo furrier del funcionariado pasea orgulloso con su lazi en la solapa al mérito
político-civil, el periodismo comanche cubre el conflicto desde las mil colinas una TV3% que satiriza acerca del asesinato del alienado y las viejas, jubiladas y pellejas, deambulan en columnas
emulando a la siempre farsante resistencia al totalitarismo antifa.
El romanticismo místico de hoy. Malos tiempos para la lírica,
pero mucho mejores para la náusea acobardada
y la apología de la infamia.
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