Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

17 abr 2018

Nigromantes


A punto de celebrarse el aniversario de las proféticas palabras vomitadas por el excelentísimo José Luis Rodríguez Zapatero, el Felón, una ligera mirada a nuestro alrededor bastará para saciar la sed provocada por la duda que conllevaba su pronunciamiento, irrisorio para cualquier persona informada, acerca del fin de todos y cada uno de los problemas que viene arrastrando el Reino de España desde que la casta política se apropió de la fraudulenta democracia que padece la nación en lo que vino a ser el febril abrazo del setentayocho. Merced a las bondades de su acción de gobierno, tras un pestañeo involuntario de los más y mejor preparados miembros de su gabinete, no quedaría ni rastro de la camada de golpistas que hacen y deshacen en el cortijo catalán, la ETA habría caído en el olvido, la palabra crisis... ¿crisis, qué crisis?... sólo sería un hueco en blanco en el diccionario -substituida por la champions-league-económica-, y los españoletes, esa variante conformista, relativista y acomplejada de la otrora temible furia ibérica, disfrutarían de ese otro mundo es posible bailando y danzando en un corro de la patata comunal. 
No podremos, sin embargo, felicitarle por la sapiencia de sus palabras, pues el Felón, actual gran estadista del foro paulista, anda echando las cartas de la buenaventura allá en el cono sur, tierra de la revolución pendiente del socialismo dos punto cero, donde los jerifaltes de la nomenclatura bolivariana tienen a bien agasajarle con mercedes y demás caldos como pago por sus labores desinteresadas para con los pueblos oprimidos de la tierra.
En España, el infame, ya hizo todo lo que tenía que hacer. 
Un socialista siempre cumple lo prometido.
Así, de un vistazo, es fácil comprobar cómo su putrefacto estatuto de autonomía ha derivado en la proclamación de la republiqueta de Putschdemont, con sus comités de defensa revolucionaria, los conatos de lucha callejera y los atisbos de enfrentamiento civil que se vislumbran en el horizonte, amparado todo el jolgorio golpista antifascista en la retorica guerracivilista que su nauseabunda clarividencia puso en liza gracias al don que atesora la progr(h)ez de separar a buenos y malos, desenterrar muertos inexistentes de cunetas fraudulentas o cribar el árbol genealógico según sean las filias y fobias de este o aquel abuelo cebolleta, por no hablar del magistral uso del lenguaje, la agitación y la propaganda que se gastan los bastardos del padrecito de los pueblos. 
También el diálogo y la paz sin vencedores ni vencidos con la ETA, viejos amigos del socialismo marxista-leninista, campa a sus anchas tal y como vaticinó el mierda de bambi. Así, por la libertad, la igualdad y demás monsergas falsarias de niño bien, recorren las calles cual fantasma decimonónico multitud de banderas rojas desfilando a la sombra de la Puerta del Sol, con su hoz y martillo, portadas por ilusos con máster en derecho autonómico y perroflautas armados con bardeos de siete muelles con los que apuñalar tirantes rojigualdas, violentar a féminas no adscritas a las aberraciones modernas (de mierda) actuales o apalear hasta la extenuación... ay, cachorritos batasunos... a policías y demás servidores del orden público, por todo el espectro progresista conocidos como acab.
Sería injusto, a pesar de todo, no reconocerle el mérito de haber sabido ver la idiosincrasia de quienes, durante el tiempo que obró el milagro de vaciar de panes y peces la charca sobre la que pacería -en un futuro ayer, en un presente hoy- la mancha humana española, formaban la oposición a su gobierno, pues él los tachó de "patriotas de hojalata" y, atendiendo a la claudicación cobarde cuanto no traidora que se refleja en sus actos consumados, desde el Ejército de los 12 Monos, aún encontramos benevolente tal adjetivo, pues hay rumanos que de la hojalata hacen castillos y esta bazofia de derecha, en un vertedero, suerte tendría si consiguiera destacar apenas un poquito.

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Para los de Alsasua y sus secuaces demócratas, larga cárcel, blanco jabón y dura carne en barra.

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