Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

14 feb 2018

Casquería


He de reconocer que mi vida ha sido atípica.
Un frenesí... una ilusión... una sombra... una ficción...
Guardo, en el más angosto cajón de la memoria, muchas instantáneas. Recuerdos. Sorbitos ponzoñosos de nostalgia para el corazón. La antesala de la locura, si es la locura y sus fogonazos en blanco y negro la estancia maldita que con tanto ahínco pretenden esquivar los hombres de hoy, todo sapiencia ellos, todo mancha humana, pringue que flota en la ciénaga de los muertos de la servidumbre.
De todas ellas, en película superocho tirada por Beelzebub con su cámara desechable, la que hoy os traigo a colación es una de mis favoritas. Fue durante el otoño del amor y las flores y el amor libre, durante una escapada a una casita rural junto con mi antigua pandilla, hoy tristemente fenecida a dos metros bajo el suelo. ¡Me veo tan joven... me veo tan vivo, tan apasionado, tan pletórico..! Fue justo después de cenar pan con tomate y embutidos, tras beber algo de vino tinto y darle vida a un par de cigarrillos aliñados cuando, en el sótano del cuchitril, la entrometida -y neumática- pelirroja de turno encontró el libro negro del comunismo -el Necronomicon-, sucumbiendo a la lectura de los principales pasajes, soliloquio que abrió de par en par las puertas del infierno y desencadenó la aparición, uno tras otro, de todos los jodidos demonios habidos y por haber por los siglos de los siglos, amén. Altos, bajos, gordos, podridos de vicios y escasos de virtudes, corruptores de menores, no faltó ni uno... y, armados con uñas recias como garras, dientes de sierra y una fuerza descomunal, en una orgía de sangre y vísceras, fueron desmembrando los apéndices de la pandilla, saltando intestinos, pulmones, corazones y toda la casquería que los hombres y hombras y hombrus tenemos metido aquí dentro, bajo la piel que todo lo cubre.
La saturnal estaba en su apogeo y yo, armado con mi motosierra icónica y dispuesto a vender cara el tesoro vital, soltando dentelladas a diestro y siniestro contra la legión del averno, pringado de sangre coagulada, astillas de hueso y perdigones de saliva histérica, atendiendo a la llamada del maldito diablo, posé para la fotografía que hoy os muestro... ¡miradme qué guapo!... demente esquizofrénico henchido de felicidad en mi lucha a muerte contra las fuerzas demoníacas que querían filetear mi cuerpo serrano.
O tempora, o mores...
Nostalgia, amigos míos. Pena. Mucha pena. Aquellos días, rodeado de lo más mullidos discípulos del Hades, sabía contra quién me jugaba los cuartos -y los cuerpos. Hoy, sin embargo, todo es más sutil, más democrático, el jodido libro negro está por todas partes, se lee en las escuelas, en las barras de los bares, y no hay tontolaba que no lo recite de memoria esperando los cacahuetes de rigor con que ha de premiarles el charcutero vestido de punto en blanco...
... porque los diablos ya no atraviesan la corteza terrestre para desmembrar tu cuerpo y darse el festín padre, sino que promulgan leyes por las que tus vísceras pasan a ser de dominio público en la sociedad del bienestar, órganos a donar en el mercado legal -y obligatorio- de la solidaridad comunal, donde todo es suyo y el pellejo inane, también.
Por si mis fuerzas escasean, deciros que soy Ash Williams, y aún viejo he de vender cara la casquería que tengo aquí dentro, bajo esta piel moribunda.
Venid a por ella, so mierdas.


No hay comentarios: