Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

16 nov 2017

Quince años y un día

Osito camina cabizbajo, pateando piedras, absorto.
Los demás lo miran, lo señalan con el dedo, burlones, y a su paso, los más avanzados, lanzan comentarios ofensivos siempre a espaldas de los pelanas que montan guardia en las garitas. Las ordenes son claras: hay que estar al quite evitándole ofensas al aristócrata del penal. Hay en juego diez minutos en el agujero.... pero la tentación es irresistible, monos. El Plumas, un pinta de medio pelo que se ha hecho todos los Corsa GSI de El Carmelo, al verlo deambular para arriba y para abajo vestido de naranja butano, es incapaz de mantener la boca cerrada.
Un "nenaza", un "bollito", otro "¡miradlo como se pavonea, el excelentísimo!".
Improperios de la trena. Nada serio. Juego psicológico a expensas del nuevo, aunque con Osito, la comparsa que lo acompaña y jalea a cambio de un par de caladas en la tacha que seguirá al rancho vespertino puede distinguir briznas de inquina. Un desprecio real. algunos dirán que, incluso, se destila rencor.
Él se ríe cuando le hablas del asunto. Dice que "¿quién te crees que es ese para achantarme a mí?", y escupe al suelo sin saliva, retador, antes de enumerar sus aventuras con los quinquis de los ochenta y esa anécdota tan sobada del día en el que quisieron ficharle para una película de cine, pero El Plumas, por dentro, sí que está removido y agitado como uno de los viejos larios-cola que se arreaba de joven, cuando era libre y las noches se hacían eternas conduciendo por las cuestas de su barrio, con Carlota a su vera, su pelo negro y suelto.
A verle en el comedor, al verle pasear por el patio, todo vuelve. Los recuerdos aparecen y lo martirizan con su sucesión de fracasos y derrotas, todas provocadas por tipos como él, alquimistas como Osito, hideputas que haciendo uso del poder del apellido y el adn habían pisoteado a tipos como él, minusvalorando todo aquello que fuera diferente, impuro, extranjero a su perra estirpe. Osito, ¿no sonrius, osito? Mañana lo sacarán por la puerta grande, como a los morlacos indultados, con esos ojos soberbios impostados de lágrimas, vestido con el naranja de las series americanas -que hasta para eso es llorón, el peluche amoroso- y, tras ducha y escudella, los viejos camaradas podrán verle en la TV de la cantina siendo entrevistado por la mamporrera máxima de la cadena amiga, la seva, gran reserva del racialismo catalufo.
Osito, culito fino, ¡esta noche te rajo, Osito! Es lo que hay: El Plumas no ha podido resistirse.
Osito, ajeno a la realidad, sigue caminando cabizbajo, chutando una piedra a gol, absorto. Su mundo está fuera, lejos, en Ítaca, donde ha colocado a su delfín para que mañana, cuando las aguas vuelvan a su cauce... transcurridos quince años... las vergüenzas pasadas se tornen coronas de laurel futuras y al fin se cumpla el designio mesiánico de verse ungido President de la republiqueta.
Las masas lo aclamarán. Todas. Nuevas generaciones embelesadas por la idea implantada con la precisión quirurgica del adoctrinamiento perfeccionado y victorioso.
Quince años... y un día de prisión.

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