Las ciudades, al desperezarse con el amanecer, van mostrando
sus mejores galas, las unas detrás de las otras... hoy en la capital, paladín
de las causas nobles; mañana en el ayuntamiento, segundón con pretensiones; pasado
en las bibliotecas, las guarderías, en el velatorio del decrépito anciano
santurrón caído por un espanto... y no hay farola de la que no cuelguen los
pendones del lugar enumerando, uno a uno, el decálogo de nuevos usos y nuevas
costumbres; no hay mástil del que no ondee la heráldica de la sociedad
liberada, voluntariosamente gramsciana, reescrita sobre las cenizas de la
Historia. Blasones hechos con cascotes del caído Muro de Berlín. El triunfo de
la voluntad del mediocre. El gozo del rebaño, y el pastor bondadoso que lo
redistribuye, todopoderoso.
Asoma el sol y, con el café, los locutores no olvidan
mencionar qué se celebra esta semana en el mundo universal. Monotema en las
entrevistas. Monotema en la prensa escrita, en la infinidad de gilipolleces que
circulan vía móvil y hasta la tiparraca de ventas, mientras echabais el pitillo
que sigue a la fiambrera de ensaladilla rusa del almuerzo, ha dicho que ella va
con unas amigas... «amigas, amigas, eh; de las de la infancia, no pienses», ha
recalcado después, con las mejillas sonrosadas, pero eso es lo de menos porque
todo, alrededor, se ha confabulado para que esta semana, en la vieja almojama
de piel de toro, a pesar del ensañamiento cruel del calor y el olvido de la
deseada lluvia desengrasante, los brillos del arcoíris reluzcan como monedas de
oro puestas al Sol.
La conjunción planetaria está aquí.
Orgasmos democráticos para todos... periodistas, actores,
caricaturistas, políticos desde sus ministerios, médicos y el (julan)dron espía del Ejército del Aire, intelectuales que pasaban por allí, programadores informáticos
actualizando logos de las páginas web hasta las tres de la madrugada, usureros
frotándose las manos pensando en el aluvión, engullendo migajas en el sofá mientras ves correr los anuncios en la TV, aplicaciones gratuitas para colorear
perfiles y que no desentonen en la ciénaga de redes, cuando el senegalés de
turno te despierta de la siesta llenándote la cara de arena de sus chanclas
para venderte un reloj más falso que la palabra libertad en boca de un
humanista, o mientras miras la estatua del héroe de Cartagena, el medio-hombre
más célebre que parió España, con una kufiyya multicultural que alguien le anudó
al cuello, aún ahí, incrédulo alienado, todo serán orgasmos democráticos al
amparo del sudor, el roce de la carne y el sonido de las fanfarrias del
regeneracionismo del superhombre sin género.
Toca la orquesta que echó el cierre al imperio romano, la que corrió tres maratones delante de la barbarie, y suena alto, suena fuerte, pero la cueva es profunda aquí
dentro.
1 comentario:
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