TÍTULO ORIGINAL. El ataque de los tomates asesinos
AÑO. 2017
DURACIÓN. 10 minutos
PAÍS. España
DIRECTOR. Desconocido
GUIÓN. Franz Kafka
PRODUCTORA. Chirigota Española, c.b.
GÉNERO. Independiente.
SINOPSIS. Víctima de la ola iracunda que ha despertado en el
país, traemos a esta columna el blanco de las airadas críticas de la
intelectual patria. Sin tener en cuenta las carencias derivadas del irrisorio
presupuesto de la película -rodada con la cámara del móvil, sonido ambiente y
ruido de lluvia, actores improvisados sin beca-, no han escatimado vituperios,
denuncias y amenazas llegando incluso a sugerir la muerte en la hoguera para el
director de la cinta, de haberse conocido su nombre.
A pesar del intento de boicot, la mancha humana -mitad presa
de la desidia y mitad sumisa por la condescendencia-, ha podido verla a través
de los mil millones de dispositivos digitales que campean por nuestras vidas.
El virus de la democracia digital, junto con la ínfima duración de la trama, ha
magnificado su difusión, y, con ella, esa mezcolanza de sentimientos trágicos y
criminales que se ha apoderado de los cascarones vacíos que ocupan el
gallinero.
O no.
La cosa es sencilla y rápida: una mañana, con las primeras
luces del alba, Quimet, barrendero municipal, allá a lo lejos, descubre una
serie de objetos extraños... y es aquí, cuando la camarilla de la escoba debería
poner pies en polvorosa ante el terror de los vegetales asesinos de los que
habla el título de la película de Nivel C, donde el populacho que asiste a la comedia empieza a sentirse engañado, víctima de un
fraude, pues no son tomates lo que descubren Quimet y los suyos, sino banderas.
Banderas rojigualdas, y bien podrían haberse dado de bruces con el mismísimo
Belcebú que el pánico no habría sido mayor. ¡Qué manera de correr!¡Qué
gritos!¡Qué histeria colectiva al despuntar el día y verse el alcance de la
invasión!
La parroquia frunciendo el ceño ante la pantalla, el tic del
labio superior en el articulista del semanario cultural... no hay duda de que
en los cinco minutos que llevamos algo bulle en el lugar reservado para las vísceras,
y cocido a presión, el potaje de la falacia pronto rebosa la olla de la
paciencia: tras cinco minutos más, que es el tiempo que tarda el escuadrón
especial que la policía tiene para acciones antiterroristas en arrancar las
banderolas dando al traste con sus planes de colonización fascistoide.
No hay más.
Quienes entienden en esto del séptimo arte, la califican como la
peor película del mundo, esgrimen la censura preventiva de la ley mordaza y proponen, contra la realidad histórica, el olvido por lobotomía y asfixia...
... pero otros, pocos, hablan ya de una obra de culto.
Yo lo hago.
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