El USS Ross y el USS Porter, destructores de la US Navy con base en Rota -donde forman parte del escudo anti-misiles de la OTAN-, llevaban unos días navegando por el Mediterráneo cuando, al llegar alrededor de la isla de Chipre, han soltado cincuenta y tantos Tomahawk directitos a una base aérea de Siria.
A estas alturas, todos estaréis al tanto de la noticia, y
del ruido.
Esta noche charlaremos del tema en la Sala X, así que mejor
será marcarme unos puntos que contribuyan en la ardua tarea de intentar
averiguar cuánto más ha de hincharse el avispero que nos trajeron las
primaveras árabes.
Para ponernos en antecedentes, recordar que hará unos días
nos sirvieron de menú las imágenes de civiles -profusión de niños- asfixiándose
entre horribles sufrimientos y espumarajos. Los rebeldes, hijos de la primavera,
dicen que fue la aviación del ejército sirio la causante del crimen al lanzar
bombas con gas sobre los pacíficos vecinos de la comunidad, y al-Ásad, el
hasta anteayer hideputa amable, se defiende diciendo que el gas estaba allí: o
almacenado en alguno de los recintos alcanzados o traído a la carrera para su
desprestigio por las brigadas de la agitación y la propaganda.
Si difícil es pasar por alto la vileza de los rebeldes,
expertos en rebanar cuellos a criaturas de pocos años, no lo es menos encontrar
una razón para bombardear un pueblucho sin valor estratégico con agente
nervioso -agravando la estulticia el hecho de ir ganando una guerra que lleva
desangrando al país la friolera de seis años-, pero tampoco se puede olvidar
que no es la primera vez que al-Ásad le da al botón del arsenal químico, pues
fue por los primeros días de conflicto cuando Putin, tras un episodio parecido,
se implicó en el desarme de su aliado mientras Obama, el nobelado, se envainaba
su largo miembro viril y pacificador.
Su sucesor trompetas, en cambio, no ha hecho lo mismo. Para él
las investigaciones realizadas con varias víctimas por los científicos del
hideputa turco, la palabra de los israelíes y la ñoñería uropea al son de un
piano de cola, han sido suficientes para que, contraviniendo sus propias
palabras -y amargándole el desayuno a más de un devoto convencido-, soltara sus
pájaros sobre la base aérea desde la que salieron los aviones sirios,
arreándole al sátrapa y dándole oxígeno a los moromierdas.
Se rumorea que Rusia, con sólida presencia militar en la zona
mediterránea de Siria, fue avisada del vuelo de los Tomahawks useños, pero lo
que sí parece confirmado por su ministerio de defensa es que, de los cincuenta
y tantos pájaros, sólo llegaron al nido alrededor de treinta, y, según se
aprecia en algunas fotografías, hay hangares intactos salvaguardando aviones de
caza impolutos. Que se activaran las modernas baterías de defensa antiaérea o
que el ataque fuese más simbólico que táctico podría ser un buen tema de
discusión esta noche, como también podría hablarse largo y tendido acerca de la
teoría de quienes creen que con esta acción el halcón useño ha pretendido poner
freno a los desmanes de la segunda potencia en disputa, ese oso ruso
acostumbrado a las victorias por retirada de los días pasado, al tiempo que
daba un toque de atención -y trompeta- a los asiáticos del otro lado del océano Pacífico.
La única cosa clara, eso sí, es el ruido... la propaganda,
de guerra o política, la geoestrategia de barra de bar, el escozor sarnoso del
antiimperialismo ajeno, el prejuicio insano de los cobardes, la soberbia
infundada de los salvaguardas de la humanidad... y el hedor de la muerte.
La guerra, monos, es muy perra.
Y los hombres son lobos.
Y los hombres son lobos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario