Hay uno entre vosotros, Monos, que no cree en Dios y toda la
alfalfa de las religiones, los pecados o el más allá. Con suerte será fiel a la iglesia maradoniana, los
reptilianos, la cienciología o esta última pero sin el añadido "logia",
tan terrorífico todo él, con sus salones oscuros, máscaras, túnicas, mandiles y
arañas... muchas arañas negras y viudas... pero toda creencia será muy de aquí, de acá, palpable, tocable, contable.
Hay uno entre vosotros, pero no creáis que me traicionará a
lo Judas, no. En El Ejército de los 12 Monos no se piden carnés ni
preguntamos qué grito retumba en el fondo de las cavernas interiores, ¿para qué?
No hay necesidad, ninguna, por lo que queda descartada la puñalada trapera. CAda cual hace lo que le place. Vestir el verde, en este Cuartel General, es voluntario. No hay ataduras, no
hay soldada, no esperéis fama ni honores por parte de nuestros predecesores cada
x día del mes y, con desfiles, banderitas y salves a la memoria de los caídos.
Nosotros no somos de esa clase de héroes.
No se levantan mausoleos a los monos.
El hecho cierto, pero, es que yo, Comandante en Jefe, soy
cristiano, hijo de España, hermano de Hispanoamérica y heredero de Europa.
No cristiano de Roma, o de la Reforma, la Contrarreforma o
los cuadernillos para el diálogo de papagayos, no... Soy cristiano de los que
creen en Dios y en un hombre que fue su hijo, un hombre libre, sabio, bueno,
correcto y justo cuya vida marcó una época, quedando reflejada -con mucha lírica-
en un libro de libros. Toda la estructura de Occidente se fundamenta en la
tradición judeocristiana que emana de ese libro... y ese gran poder, como todo
poder terrenal, corrompe y es fuente de corrupción. En el haber, muchos siglos
de hierro, pero el debe brilla bajo la luz de los bienaventurados.
Y peco con el vino, las mujeres todas, la risa,
la pandereta y varias piedras más del camino. Acudo poco a la iglesia de los hombres, olvidé
los rezos a causa de tantos cambios folclóricos en la liturgia y he convertido
en deporte levantar las faldas de los cuervos en un burdo intento por mostrar
sus vergüenzas. Sonrío irónicamente cuando escucho alabar al portero de
discoteca vestido de blanco satén, las discusiones dogmáticas en las barras de
los antros de carretera o las prédicas de quienes dicen tener la clave que
resuelve el misterio, siempre al albor del amanecer, cuando se cuentan las confidencias los enamorados de la moda juvenil, tan rebelde y anárquica. No me enredan las palabras zalameras de las sectas de
todo a cien, los paraísos a la vuelta de la esquina -con campo, guitarras, margaritas en el pelo y
coros esponjosos- o los libertarios eslóganes que pasean los autobuses de la ciudad
relativizando el caballo que corre por las venas. He aprendido a desconfiar de
todo prójimo que se ofrezca a lavarme los pies y tengo engrasado el resorte que
da vida a mi puño poco después de recibir la primera bofetada.
Sí, señores, soy cristiano y no le temo al día del juicio. Disfruto de la libertad que se me regaló como don precioso y,
llegado el momento, haré frente al gran tribunal... tranquilo... pues nunca
hice mal al prójimo con mis actos, y si lo hiciera con mis palabras, me
confieso culpable de no querer darle la espalda, nunca, a la dolorosa verdad. Eso
diré cuando me encuentre frente al Gran Inquisidor, que de seguro firmará la
condena.
Eso diré yo.
Otros también se preguntan qué dirán...aunque ellos deberán
hablar antes de morir vilmente asesinados como bestias por el mero hecho de ser
cristianos. Niños, mujeres, jóvenes, ancianos, hombres. Degollados, quemados, violados, arrojados
al mar. Cientos, miles... mañana, todos.
Id pensando qué diréis vosotros.
2 comentarios:
Ser Cristiano es solo un nombre.Es la tolerancia y el amor lo que puede que nos distinga de otras forma de ser espiritual,un buen post,saludos,
Agustín, así lo creo, y así lo escribo.
Un abrazo.
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