Hay una escena en la película "Apocalypto",
del sublime Mad "Gibson" Max... otro genio... en la que están a
punto de rebanarle el cuello al protagonista, un indígena de una tribu perdida
en la inmensidad de la selva sudamericana, sacrificado en nombre del Dios Chamán
y su calavera de buey de tres ojos. Aupados en la cima de la pirámide, todo es azul: la piel
azul, las manos azules, los dientes que tintinean, las mejillas azules... y,
uno a uno, prisionero a prisionero, incrédulos y aterrorizados ante la visión
de esos seres venidos de otro Mundo cuyas pieles están forradas de huesos,
collares y plumas de aves extrañas, van pasando por el escenario de la ofrenda
divina. Una soflama mientras se eleva la daga al cielo del olimpo, un gritito
de pánico del reo azul y, de certero tajo, la cabeza es desprendida del cuerpo,
rodando ambos apéndices pirámide abajo, destartalado el tronco de la copa.
Una gran lección cultural para los paladines de la
Civilización prehispánica, tan ensalzada e idolatrada por los brujos mascadores
de coca, cúspide de la sapiencia del hombre que no conocía el uso de la rueda,
tan añorada por los mequetrefes disfrazados de brujos modernos con sombrero
calabrés, falsarios al estilo del "Bobo" Morales de la Selva, y olé, incapaces de comprender que mientras ellos segaban cuellos, en
Europa se levantaban catedrales y universidades.
Ay, santa paciencia...
Pero existe una duda que siempre me asalta cuando pasan la
película por la Sala X. Es un instante, un segundo y un gesto imperceptible,
justo en el momento en el que van a afeitar al protagonista indígena, cuando la
Providencia del Dios Chamán de las 1000 Bestias obra el milagro cubriendo el
Sol con su teta... que no es teta, sino ubre, que todo lo cubre. El Astro Rey
empieza a ser mordido y el verdugo de las plumas y la daga de sílice, con gesto
ladino, se gira levemente hacia el Amo, el jefazo rodeado de su prole
nauseabunda de gordura, miseria y vísceras, y las miradas de ambos diablos se cruzan, se
abrazan, se dan calor en medio del día que se torna noche.
Siempre, siempre, siempre... siempre dudo, de forma inútil
ya que la respuesta me es indiferente, si esa mirada esconde más de lo que muestra
a un gran público que, desde sus butacas cómodas de civilización occidental cinematográfica,
degusta palomitas mientras la sangre brota de las yugulares de los pobres
diablos de los días pasados. ¿Será agradecimiento lo que se entreve en ellos
una vez el Dios Guepardo escuchó sus súplicas? ¿Será la veneración sincera al
Dios Puma la que provoca ese brillo misterioso en sus pupilas? ¿Será el Amor, aún
en su versión más tribal y antropofágica, la que mueve los hilos de la
Civilización precolombina?
O... y aquí radica el misterio de esta pasada noche, la duda
que me ha impedido disfrutar del Jack Daniels con hielo servido en la barra del
tugurio perdido en el callejón del gato, apoyado en la barra mientras miraba la
teta que tapa mi luna, ebrio de fantasmas y sombras, incapaz de asaltar
caballerosamente a la divorciada que me guiña el ojo socarronamente... podría
ser esa mirada entre los dos jerifaltes en la pirámide, tamaña complicidad, leve
media sonrisa que deja entrever unos dientes raídos de corrupción vital innata...
¿podría significar que ambos, después de contar estrellas y pasar largas noches
mirando al cielo midiendo distancias mediante rabos de lagartija secos, supieran
que el eclipse iba a producirse -o tuviesen una ligera idea del suceso- y hubieran decidido, a pesar del análisis
científico en pañales, seguir con el festival del degüello para gusto, disfrute
y aleccionamiento del lumpen analfabeto que, en la plaza pública, se tira de
los pelos rogando a los cielos clemencia?
De ser así, de conocer la futurible llegada de la noche en
pleno día, los sacrificios de los indígenas pintados de azul no serían muy
diferentes de los que se realizan hoy en día, cuando los líderes nos convidan,
desde sus altas pirámides de conocimiento esotérico moderno, a que apaguemos la
luces que dan confort a la negra noche en un nuevo sacrificio al dios de la Pacha
Mamma, sumiéndonos en las tinieblas de la superstición, hoy, climática.
Enfrascado en estas pésimas reflexiones, amén de inútiles,
he dejado escapar a la divorciada, su teta y mi luna.
6 comentarios:
..no recuerdo haber comido palomitas en esa escena amigo Herep, se me hubieran atragantado (de garganta)
Pues.
-No eran tanto esos chamanes si no saben de lunas y "tetas"
-Me pongo en la cabeza del indígena azul y me sé tocado por los dioses.
Saludos.
Desde luego algo salieron ganando los mundos y culturas prehispanica,con la llegada del hombre castellano.Si no fuera asi,a dia de hoy continuarian los terribles sacrificios humanos.Posdata,no deje a la divorciada y sus ubres,jejeje,saludos,
Tengo la impresión de que el bombo concedido a la chorrada ha declinado un tanto y cada vez le salen más críticos, otros años yo encendía hasta lo que nunca utilizo por llevar la contraria...lo del buen salvaje da mucha risa, que se lo digan a Sting.
La única ocasión en la que recuerdo haberme atragantado fue viendo "Holocausto Caníbal", tomae. También cosas relacionadas con chamanes y dioses extraños. Supongo que una cosa lleva a la otra.
Un saludo.
A pesar de todo, Agustín, no son pocos quienes se quejan de la "conquista". Son nostálgicos de la época de los chamanes, las dagas y los sacrificios a los espíritus de sus antepasados.
La viuda escapó, hastiada de tanta palabrería vacía.
Un saludo, neozelandés.
Aquí, Maribeluca, en el Cuartel General, cuando llegan noticias que convidan a bailarle el agua a los agoreros climáticos, optamos por hacer todo lo contrario.
De Sting no puedo decirte nada ya que lo último que escuché de él es que se había perdido buscando el fuego amazónico.
Lástima que los años en The Pólice le frieran tanto la mollera.
Un saludo.
Publicar un comentario