El Teatro Oasis se complace presentarles, en rigurosa
exclusiva por vez primera en la ciudad, el fabuloso espectáculo que está
causando sensación en las más importantes plazas de la Nación española.
Enormes titulares, excelentes críticas, titubeantes testimonios de un público desconcertado, obnubilado por aquello que acaba de presenciar, sobre la tarima del escenario, con sus propios ojos... ellos, sin historias contadas por boca de la amiga de la prima de Martín, el sereno
municipal... espeluznados debido a hechos que escapan a toda lógica,
inalcanzables para las más fundamentales leyes de la física y la química...
... se miran los unos a los otros, hacen preguntas que,
suspendidas en el éter, se tornan recíprocas, olvidadas, perdidas entre la
marabunta de dudas, desconfianzas y miedo.
La superstición es una arma poderosa en la mano inexperta.
Produce picores, sarpullidos bajo el mentón, cierto tembleque en las
extremidades inferiores y, si ataca a la materia gris, el enfermo puede darse
por condenado.
Pero, ¡no teman! ¡No retrocedan titubeantes, señoras de la primera fila! Acérquense,
prueben, compren su entrada, ¡apenas se resentirán sus carteras!... compren,
sean valientes, el precio es irrisorio, tan sólo dos peniques... ¡dos peniques,
señoras, por ver las teorías de Newton convertidas en papel mojado!... el
teorema de Arquímedes, vilipendiado... la "relatividad" del judío
loco relativizada a la velocidad de la luz...
... porque a la velocidad de la luz, señoras y señores,
ancianos e imberbes que aquí aguardáis, veréis cómo nuestro jamás
suficientemente venerado maestro Houdini... Jordi Houdini... se zafa de las más
gruesas y recias cadenas de acero templado, escapando de la infranqueable, para
el común de los mortales, caja de gruesos barrotes que es la Justicia española en su forma física, negra mazmorra olvidada en la que pudrir las penas.
No duden. Corran. Acudan prestos a disfrutar del espectáculo.
Ante sus ojos, el ilusionista Houdini... Jordi Houdini... será apresado con
inquebrantables ataduras de dura estafa millonaria milenaria, por no hablar de los
templados grilletes de negra usura feudal, frías corruptelas familiares y despotismo
nacional-secesionista. ¡Imposible huida! ¡Terrorífico sino!, pues no contento
con tan pesadas vestimentas, el padre de todos los ilusionistas del ramo
nacionalista del Reino del Mago de Oz, para aterrorizar a las viejas desdentadas
y los niños con chichonera, encadenado como un Prometeo cuya herida cierra de
noche y abre de día, se lanzará a las profundidades del angosto mar jurídico de
la antaño conocida como España. ¡Él! ¡Voluntariamente, se arrojará a los abismos de la legislación vigente!
Pasen, niños y niñas. Acudan a observar cómo nuestro Houdini...
Jordi Houdini... se arranca las cadenas como haría un gitano en su casamiento, luchando contra las adversidades y librándose de toda condena que pretenda sumergirlo hasta las profundidades del
océano judicial de esta tierra nuestra, plagada de incrédulos y supersticiosos.
Degusten una piruleta, un cono de pipas, fumen sus pipas
libremente mientras contemplan, espeluznados, cómo nuestro maestro ilusionista
se contornea, se debate, cabriolea, boquea, disloca sus extremidades a voluntad... el triunfo de
la voluntad... hasta libertarse de una muerte cierta.
Atrévanse a contemplar como nuestro Houdini... Jordi
Houdini... renace de su funesta tumba para, seco y perfectamente planchada su venerada y santa estampa, presentarse ante el público en honor de multitudes, presto a
recibir el aplauso por tamaña (e imposible) maniobra de escapismo.
No se arrepentirán.
Les doy mi palabra.
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