Se repiten las imágenes de niños muertos. A todas horas, en
las redes sociales, cientos de cadáveres de ayer, hoy... y siempre... vienen
acompañados de citas grandilocuentes, palabras bienintencionadas, corazones
encogidos en un puño, lágrimas, rezos... Alá, Yahvé, Marx, la Cienciología, las
tetas gordas... todos rezan a sus dioses, y tiran bombas aquí y allá, segando
vidas como el campesino que, llegado el día señalado, amanece en sus tierras dándole
a la guadaña, herramienta de la inmortal Negra Parca... danzando al compás de
los movimientos de la siega, al son de la trompeta lastimosa, un pasito
adelante, María... quince pasitos para atrás, lozana...
Todo... todo, todo, todo... depende del color del cristal
con el que se mira.
De los niños muertos por obra y gracia del misil ruso 9K37
Buk... alrededor de los 80... poco se sabe. El cristal, en este caso, es opaco
como un agujero negro interestelar. Pocas críticas, poco rasgarse las
vestiduras, pocas lágrimas... y cien mil excusas, todas de colores, idénticas a
los cristales de las vidrieras de las catedrales de esta España nuestra a la
que, cada día, cuesta más reconocer, ensimismada en la corriente de la moda de
vanguardia, donde todos lloran los niños que perecen sin tener en cuenta nada
más que no sea una mirada aturdida y sangre que se pierde por algún sumidero callejero.
Las nietas de Francisco José Alcaraz, un día cualquiera,
mientras jugaban, también volaron por los aires. Ellas y muchos más también
asistieron al baile de la guadaña, mientras héroes anónimos de la Guardia
Civil, ensangrentados y desgarrados, corrían con los pequeños cuerpos en
brazos, sin saber muy bien a dónde... por qué... cómo... En esos cristales, en cambio, se ha ido acumulando toneladas de polvo y
mugre, pasando desapercibidos para el rebaño nuestro de cada día que hoy pasta por estas
tierras nuestras, antaño habitadas por valientes que se partieron la pana
durante siglos de lucha encarnizada. Acomodados, preferimos mirar hacia otro
lado, convencidos de que la paz... la Paz del Corral... bien vale una rápida
bajada de pantalones, una herejía edulcorada o una puñalada trapera a papá o
mamá, usted elige, todo muy democrático, ¿ve?.
Cobardes.
No hay más... y por eso, cuando vemos las acciones que
mueven este Mundo raro, no hacemos más que buscar un agujero en el que
esconder la cabeza, esperando que escampe... que los niños no mueran, que las
bombas no caigan, que las pateras sean botadas con chalecos salvavidas "para
todos", que las fronteras desaparezcan... menos la Catalana, perdonen,
no vayan a ofenderse los Napoleones del "otro Mundo es Posible"... y
que ojalá llueva café en el campo o, en su defecto, Renta Básica emanando de
las frescas fuentes de nuestro Estado Todopoderoso, amén.
Y otra de gambas... ¡Viva el vino!... y más Soma en vena.
Yo tenía un camarada, para nada el mejor... y ayer, mientras
ojeaba un fanzine de los "bienpagaos" del charneguismo servil,
aka Súmate, encontré su nombre en el encabezamiento, etiquetado como "presidente"
del contubernio. Me sorprendí, lo confieso. Estupefacto quedé unos minutos, no
más... hasta que volví a librarme del peso muerto de la esperanza esa que te
hace creer que el mañana será más luminoso... esperanza que te recuerda que de
otras peores salimos, Herep, verás... la alegría volverá y... y... y... y...
- Tío, ¿y esto?
- ¿Qué?
Silencio incómodo. Mirada rápida, profunda, sumergiéndome en esos
ojos azules, tenues falsarios que me miran, pero me esquivan, traicioneros que
se conocen culpables, Roma no paga, ¿lo sabes?
- Recuerdo, ayer, cuando me decías que esto sólo lo
arreglaba un tío con los cojones de Franco... y, te miro...
- Otros tiempos, chaval. Otros tiempos. Ahora tengo trabajo,
y mis chiquillas no lloran hambrientas.
De nuevo, el cristal con el que se mira. De nuevo, la luz,
cegada por la mierda acumulada en esas vidrieras altas, alejadas de la vista
del común de los mortales, más pendientes del tocino y la velocidad que del
futuro incierto. Pasan las horas, los días, los años... pero el nauseabundo
operario de mantenimiento al que se contrató para lavarle la cara al edificio
sigue pelando la pava ante el aparato de TV... de plasma, se sobreentiende...
disfrutando del Tour y la Vuelta a Iberia. Lástima de Contador, pero a Rey
muerto, Rey puesto... y para muestra, un Bourbón.
Los niños... los hombres, todos... seguirán muriendo cuando
nosotros ya no estemos, y, de igual modo, algunos pasarán desapercibidos,
escondidos o ignorados, mientras otros, más afortunados, se tornarán inmortales
gracias al color de los cristales que se graban en las retinas.
Todo lo demás, nausea.
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Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería.
Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. huyo de
la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria
la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato? Don Quijote de
la Mancha.
6 comentarios:
Así es, Herep, todo es una nausea, desde los niños muertos por Eta, los de los aviones malasios derribados por joder al prójimo próximo, a los niños palestinos masacrados y los niños judios caídos bajo misiles de terroristas islamistas de Hamas.
Siempre caen antes los niños. Justamente los que aún no han tenido tiempo de aprender a odiar.
Los chiquillos son presas faciles de utilizar.A veces son demasiados utiles segun sea la causa.Siempre sera repudiable la muerte de un chiquillo a mano de una causa,un gran post,un abrazo,
La utilización del pueblo llano, siempre ha sido así y aún más la utilizacion de los crios para provocar culpabilidades.
Mañana sacaran mas fotos nuevas y no tan nuevas, pero al final nos adaptamos a ellas y ya no provocan nada de nada. La humanidad nos ha llevado a aceptar cualquier cosa. Al final, los monos nos conquistaran.
Un abrazo.
Niños y no tan niños, Javier. Son muchos los muertos que, al ser contraproducentes frente a la corriente actual, pasan desapercibidos sin que a nadie le importe un bledo. La utilización de los muertos, hoy por hoy, es signo de la banalización de nuestro tiempo y la degradación moral de la vida humana.
Existen millones de organismos que dicen luchar por la dignidad humana, pero como diría Orwell, unos humanos son más que los otros.
Un saludo, campeón.
Es repudiable, Agustín, pero estas cosas suceden y sucederán siempre. Lo importante es, bajo mi punto de vista, no permitir que el árbol nos impida ver el bosque... o, lo que es lo mismo, no dejar que quienes utilizan así a los muertos consigan sus objetivos doblegándonos el entendimiento.
Un saludo, neozelandés.
Que los monos nos conquistarán queda fuera de toda duda, Doramas. El hombre, con sus conciencia y su raciocinio, es el único ser humano capaz de provocar su propia destrucción.
Un abrazo.
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