Dices, ¿para qué desaprovechar así el tiempo? ¿Qué me empuja
a elegir un libro antes que una cerveza helada, un sarao televisivo o una
verbena en la plaza del barrio? ¿Quién te ha vendido esta versión friki del
famoso "Carpe Diem"?
¿Y las tías, dónde están?
Luego, cuando la resaca se retira a las profundidades de los
océanos, una leve chispa, una bombilla que parpadea, una vela que tiembla, hace
que sonrías, agradecido, ante la respuesta a, ahora, tan insignificante duda.
Viene ese pajarito cantor y, susurrándote alguna anécdota a escasos milímetros
de la oreja, vuelves a verlo claro... y la cerveza se te antoja caliente, la
televisión maléfica y la verbena del barrio, monótona.
El Servicio de Inteligencia, ayer, nos pasó un informe... pío,
pío, pío... cuanto menos, curioso. Versaba sobre Ralph Wiggum... exacto, es un
nombre falso, comprended la confidencialidad del asunto... y este último
episodio de tan compleja vida. ¿No conocéis al bueno de Ralph? ¿No?
Bueno, no importa, os resumo su particularidad en cinco líneas, no más.
Wiggum fue un tío guay... pero no guay de esos que
ahora copan las TV de Chirigota Española, s.l., no. Ralph fue guay, guay... de los que deambulan por ambientes sitos a ambos lados de la línea
roja, con tatuajes tipo cementerio y espíritus de dioses profanos adornando
brazos y espaldas, siempre rodeado de clones idénticos que, hipnotizados por el
místico embrujo de la utopía, se afanan en reírse las gracias y bailarse el
agua los unos a los otros. De familia desestructurada, se crió en la calle de
esa manera que tenían, los chavales de los noventa, de criarse en la calle.
Tiempos de cabezas al cero, camaradería, litronas y rally por las carreteras
secundarias, viejas arriba, viajes abajo, destino la capital... destino la
gloria... Tiempos de fútbol, de cánticos con los "ultras", de gruesas palabras gritadas y pintadas
al amanecer en vagones de tren... palabras de odio... tiempos de odio...
Tiempos que acaban, igual que se marchitan las rosas.
A grandes rasgos, ahí tenéis a Ralph Wiggum..
Y ayer, según nuestro SI, Ralph fue arrestado. ¿La acusación?
Ciscarse a medio país en las Redes Sociales virtuales. Apología, amenazas, chistes, todos puesta la mirilla en aquello que, en la cainita España actual, es objetivo de moda: la Casta Nuestra. Señoras
y señores, se abre el debate. Ley Mordaza, Libertad de Expresión, las reflexiones del Ránger Garnett... pueden apostar por lo que quieran, pero no hoy. Hoy es el día de Ralph Wiggum, la sorpresa, y esta sensación
de gratitud que me ha quitado varios kilos de esperanzas de encima... parece
que, incluso, algunos años.
Porque Ralph, a diferencia de lo que habría acarreado mi
total ruina en caso de apuesta tras el flop, no fue apresado por cantar las
viejas canciones de antaño, sino por la nueva melodía que se escucha hoy en las
emisoras más punteras de esta tierra. Ralph ha cambiado el color de los cordones de sus Dr.
Martens. De blanco, pasó al rojo. De una pasión, a otra, aunque el odio sigue siendo el mismo. A ojo vago, el cambio de ideología le parecerá descomunal, tremebundo, herético sacrilegio que emborrona toda una
piel curtida con mil pinturas de guerra...
... pero, ¡ah, Monos, esas tardes de lectura, frente al
ventanal de tu celda, buceando entre quienes, anteriormente a vos, relataron
esta historia que se repite y repite! Algún sabio de los que pululan por las
bibliotecas, te susurró a cau d'orella* que ambos Wiggum, el
del Fondo Norte y el Fondo Sur, vienen a ser lo mismo, pero con diferente color. Ralph, eternamente joven, ha experimentado los dos extremos de la
baraja a la que se juega en el Casino Estatal, donde siempre gana la banca. Él
cree en la imperiosa obligación del Estado para con su existencia... y, después
de todo, lo de menos es qué brazo levantar frente al nuevo líder de los tiempos
modernos. Barba, bigote, coleta, parche... tanto monta, monta tanto, pero imaginarlo con el forro de la chaqueta
del revés... no sé...
... me produjo esta sensación de ahora, este cosquilleo...
esta gratitud inmensa al "Carpe Diem" que me ha tocado por elección
propia, donde abundan los desengaños doctrinales, los ejemplos a modo de vidas noveladas, el reencuentro con la poética pasión perdida en una grada de primera... Conocimientos que, como
ese último rayo de Sol de Invierno, te alegran el día iluminándote en la noche,
enseñándote aquello que se esconde tras el escenario del Gran Teatro, donde se
travisten los actores de la Obra... y ríes, feliz, porque dejaste atrás las
ovejas... y ahora los sabios pajarillos ya no huyen, y te conocen, y has aprendido a
hablar su lengua, descubriéndote los ojos a la realidad que se revela al caer el telón de tamaño encantamiento quijotesco.
---
* al borde de la oreja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario