Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

3 ene 2014

Evolución (revisada)


Abrir los ojos... y encontrar el estudio embadurnado de luz. Tras la larga noche, vuelve a brillar el Sol. Como ayer, como aquel día... como siempre. A su alrededor sábanas, mantas, una bandeja con los restos de una rápida cena, y papeles. Papeles en revistas, en libros, en viejos cuadernos repletos de garabatos y dibujos a carbón lápiz. Cubren el sofá cama, los estantes del escritorio, la mesa de café que decora, solitaria, la habitación multiusos, ahora dormitorio... dentro de unos segundos comedor, cocina, despacho y, si no fuera por un triste tabique, aseo con ducha.

Los ojos de Indalecio se acostumbran pronto al brillo intenso del despertar. Sus pupilas, entrenadas para el caos del claroscuro mediante litros de colirio y todo tipo de cafeína, se dilatan y se contraen al ritmo del latir de su corazón... rápido... alimentado a base de anfetas y demás comprimidos excitantes, pilar del caos en el que Inda, el erudito Inda, está envuelto desde que regresó de aquella isla perdida allá en las costas ecuatorianas.

Han pasado cinco meses. Cinco meses de estudios fervorosos, de comprobaciones, de miedo... ¿Evolución de las especies? ¿Un lagarto con alas? ¿Tortugas de ocho patas? ¿Evolución de las...? De repente, con un leve guiño, el terror se había apoderado de su ser. Fue poner pie en la isla y, asombrado, escuchar la voz del gallo en las gallinas, tropezar con mantis religiosas vestidas de blanco nupcial, focas tocando las castañuelas... El Paraíso, la Utopía, el Nirvana soñado durante tantos años de su juventud, de un graznido de mariposa, se venía abajo. 

Había aceptado el viaje abordo del Santa Catalina como método de entretenimiento para, una vez acabada la fase de preparación intelectual, coger fuerzas ante lo que estaba por llegar: la acción en la rúe, a pie de barricada revolucionaria. Los estudios en la Universidad de Políticas, los seminarios en el Ateneo, las eternas reuniones clandestinas con los miembros del Comité... Fue, la suya, una juventud comprometida con el tiempo que le tocó vivir, al amparo de los insólitos cambios sociales de su época, esperanzadora en forma de nuevo resurgir del Hombre, vencidas las imperfecciones históricas.

Inda conocía toda la obra filosófica de los ilustrados en lo social. Alemanes, rusos, franceses, italianos... Podía recitarte a cualquiera de ellos imitando incluso los gestos, los tics, las neuras, pero durante aquel paseo a lo largo de la isla... todo su archivo mental dio un respingo, un giro, un mortal hacia adelante sin red. Paso a paso, Inda se adentró en la inmensidad de la selva que se habría ante sus ojos... los de antaño, antes de que le dolieran debido al abuso de fármacos, cuando aún eran ajenos a estos cinco meses de bondades de la química moderna... contemplando, en silencio, aquella fauna mitológica, extraterrestre, inhumana... "maldita de satánica", se atrevería a decir Inda si creyera en el Diablo... No. Él es un liberado, un ateo, un ex-politoxicómano de ese "opio del pueblo", que descubriera aquel.

Pero cuando asistió al cortejo de aquella negra araña, frágil bailarina en su tela de filigrana, en la que, a modo de poeta, le recitaba suaves versos al negro macho que la observaba con sus ocho ojos... Cuando vio aquello... Cuando giró, aterrado, la mirada y tropezó con aquella ave de mil colores y pico de pato silvestre... Mirara donde mirara, aquel mundo le parecía nuevo, inventado, ajeno a los voluminosos tomos que, con hambre cainita, había devorado en las Universidades más prestigiosas del Viejo Continente.

¿Y la igualdad de clases? ¿Y la lucha por la conquista de la dictadura del proletariado? ¿Y la bienaventuranza de los débiles? ¿Dónde quedaba aquello ahora, ante ese espectáculo que se presentaba frente a sus ojos? ¿Son todos los sapos iguales? ¿Lo son los caimanes? ¿Evolución natural? ¿Tan cruel era, la Naturaleza, para con sus hijos?

Cinco meses pasó Indalecio encerrado, tras su vuelta, en el estudio del extrarradio. Ajeno al mecer de las horas y los días. Alienado del mundo... raro... que se había descubierto más salvaje que nunca. Pensaba. Discurría. Mil veces rasgó sábanas y cortinas mientras se debatía en esa lucha interna que, a modo de veneno, le había inyectado la araña en las sienes. Perdió peso, se descuidó en el vestir, desatendió las tareas y los compromisos... desconectó el teléfono e, incluso, olvidó abonar varias cuotas mensuales del sindicato.

¿Evolución? ¿Adaptación? ¿Debilidad frente a fortaleza? ¿Igualdad? Pero... pero... ¡pero si ni la propia Naturaleza era justa! Bueno, justa... Justa sí, pero a su manera... Algo totalmente ajeno a las leyes de los hombres. Esas que promueven la igualdad, la fraternidad, la labor para con el necesitado, el tullido, el desamparado... Las garantías, la inmensa red social que estaban diseñando para el mundo del mañana, ¿en qué quedaba, si iba contra la propia Naturaleza, en la que se imponía la ley de la selva, el sálvese quien pueda, la mutación y la supervivencia biológica?

Todos aquellos planes discutidos por el Comité hasta altas horas de la madrugada, toda aquella imagen idílica de la Nueva Sociedad Progresista, con sus mil organismos asistenciales, sus legiones de entregados voluntarios para con la causa... abogados, pedagogos, médicos, intelectuales, curas, políticos, estanqueros, loteros, auxiliares de administrativo... El inmenso tinglado de derechos humanos universales e inalienables, las Constituciones abiertas, las leyes de igualdad... la Paz entre los hombres... el "otro Mundo es Posible"...

Cinco meses. Cientos de botellas y cigarrillos. Mil horas muertas mirando al techo del maloliente estudio, tiritando de horror y pánico. Calor, frío, sudor, náuseas, televisión por cable, ruido de tacones en el piso de arriba...

Cinco meses de furibundo esfuerzo mental, el de Inda, para acabar, tras 153 días, atisbando la respuesta y la solución al entuerto que, de no ser por su hercúleo sacrificio, podría haber dado al traste con toda la visión del sabio alemán de la barba canosa. De un salto, Indalecio lanza a la estratosfera de su hábitat personal los restos de la última cena, enquistados en su camiseta imperio con forma de grandes lamparones, mientras apoya sus desnudos pies sobre un suelo plagado de cenizas, colillas y algún que otro escupitajo accidental, ajenos al asco, henchidos de alegría, voluntariosos por alzar a aquel tipo que allí, durante aquellos cinco meses, se había devanado la mollera para descifrar el enigma, encontrar la "x", soliviantar la derrota.

¡El Estado! ¡Hete aquí la solución, Baldomero! Un ente... una organización revestida con mucha fanfarria de vivos colores... con poder, persuasión y legitimación pública que, amparándose en las leyes de los hombres, deshaga aquellas que la Naturaleza dictó allá por el principio de los tiempos, desterrando esa crueldad y esa Justicia extraña a la voluntad. Un Estado, sí, que borre el gracioso cortejo de la araña, que garantice el banquete de la mantis a cuenta del esposo bobalicón... que enmudezca el futuro canto de las gallinas...

Un Estado que legitime nuestro Paraíso de progreso común, igualitario... garantizando nuestra existencia...

... nuestra supervivencia...

... nuestra aportación a la evolución de la especie humana tal y como dicta el Partido.


2 comentarios:

Tellagorri dijo...

Buena ironía sobre los prohombres mantis mangantis de la izquierda española.

Herep dijo...

Hay que saberse adaptar a los tiempos, don Javier... pero las izquierdas, rizando el rizo (para desgracia de España), son expertos en adaptar los tiempos a sus monsergas.

Un saludo.