Cuando yo era joven... más joven... pocas veces paré la
oreja a los consejos de esos que tanto te dicen querer. Padres, madres, primos,
hermanos... todos ellos, con sus charlas las sobremesas de los domingos,
intentaban disipar las nieblas del amanecer vital de ese chico de perpetuo moco
seco allí donde empezaba a despuntar un miserable bigotillo de pelusa.
Escuchaba sorbiendo un café frío como mi ánimo.
Atento con las mujeres, decía la madre. Arrímales
la mano al trasero, decía el padre. Pareces un adefesio vestido así,
vociferaba la hermana forofa de las revistas más "guays" del
momento. "Guays", que no "cool". La lengua
española no estaba tan prostituida por aquellos tiempos y los
compatriotas, cada vez menos, seguíamos hablando con propiedad castiza. Cuidado
con los coches, se oía mascullar al abuelo con voz de carajillo perenne. Ojo
en la discoteca, que echan droga en los vasos, exclamaba la abuela santiguándose
cinco veces en apenas dos segundos. Exclamaba o soñaba, pues en todos esos
años... en todos estos años... jamás di con la discoteca en la que regalaban
drogas así, como si de un "dos por uno" se tratase.
Consejos, consejos, consejos.
La vida entera está plagada de gente que te aconseja, te
sugiere, te induce, te invita, te manipula... te reeduca... te interviene, quirúrgicamente,
la masa encefálica...
En el instituto, cuando abandoné la seguridad rural del
pueblo para adentrarme en la espesura intelectual de la capital, la cosa fue a
más. A los protagonistas anteriores se añadió el claustro de profesores, afines
a la "tradición cultural catalana" de progreso, solidaridad
racial y hecho diferencial... ancestral donde las hubiere... el Imperio de los
1000 años, que diría aquel... pero allí, para sorpresa mía, se afilió al elenco
de especialistas en mi conveniencia, un elevado número de compañeros de
clase... que no amigos, pues amigos hay pocos.
Ellos fueron quienes quemaron los últimos cartuchos de la
Esperanza. A partir de ahí, nada... soledad... silencio... un tic-tac
interminable que danza a mi vera, esperando el momento en el que me
envalentone, abandone mi asiento, levante mis posaderas y me ponga a bailar con
él esta canción triste que no deja de repetirse.
Suele decirse que la juventud será quien heredará la
Tierra... "tiene todo el Mundo, en sus manos tiene el Mundo entero"...
y la dominará en un próximo futuro. Ella posee la fuerza, la motivación, la
claridad de ideas... Todo lo necesario para encauzar las situaciones pretéritas
o presentes, pero... ¡qué quieren que les diga! Comprendí, sentado en el
pupitre de la última fila, que esa rebeldía no es más que un teatro
perfectamente organizado por los de arriba... sí, sí, arriba... y las
consignas, las quejas, los "pues ahora no te ajunto, ala", no son
más que actos de la comedia... trampas en el camino... minas Claymore que amputan
las piernas de la voluntad individual, una a una... trozo a trozo...
Hoy Berto se ha topado con la foto que encabeza esta
entrada. Cinco, diez, quince minutos, quizá, ha perdido, embobado, mirándola. Y
se ha visto joven, otra vez, deslizándose con su monopatín por las calles
asfaltadas de las afueras, sin coches, sin peatones... esquivando la infinidad
de piedras... y ha contemplado los brazos en jarra del adulto, su expresión
seria, agresiva, políticamente correcta del que pretende dar lecciones, sean
estas buenas o malas.
¿Qué estará diciéndole? ¿Que respete las señales de tráfico?
¿Que no diga tacos? ¿Le dirá que las mujeres son malas y los amigos unos
descarados?
¿Sabrá el adulto dónde se esconde la discoteca de la droga
regalada?
Míralo, ahí, al James Dean del Wi-fi, con los hombros
echados hacia adelante, la gorra a lo redskin y las Nike clásicas. Parece
querer responder algo: una queja, una disculpa, un insulto inmaduro y
descarado, típico de adolescente rebelde.
Rebelde. El rebelde que fui... tan diferente, ¿no, Berto?
Porque tú sí tenías una causa, no como estos, que no saben por qué se rebelan,
quién es el responsable de sus miserias, cómo solucionar el valle de lágrimas
en el que han transformado sus vidas... Fueron ellos... sólo ellos...
asintiendo, contradiciendo, negando las realidades que esos... los de arriba...
les han ido poniendo ante los ojos. Drogas malas... y todos a pillar
costo o esnifar fato mientras esos se carcajean comprobando lo bien que
funciona la psicología inversa. El sexo, seguro... y los mocosos de hoy
a fornicar como conejos, alimentando el negocio de las abortistas y los grupúsculos
femi-nazis que tanto abundan por el decadente Occidente. El Mal Supremo, el
Dinero... y legiones de jóvenes patean las calles lanzando proclamas contra
el vil metal y quienes lo poseen. El dinero, tan despreciado él, tan odiado... pero,
al final, tan deseado por todos aquellos que se vanaglorian en despreciarlo.
Materialismo Histórico, que dirían los marxistas, tan paupérrimos
todos ellos.
Dicen que A es A... y los rebeldes con acné, todo chulería,
lo niegan para gozo del Amo.
Arriba... mirad, mirad, que los veréis... los mismos de
siempre se frotan las manos observando la horda de zopencos que les bailan el
agua y les llena la cartera ya sea comprando camisetas, arrendando voluntades
o, simple y llanamente, vendiéndoles su alma.
Esclavos.
Esclavos que se creen rebeldes.
Berto, un día cualquiera, creo que fue un martes, agarró los
consejos.. buenos, malos... las advertencias, las contradicciones, los
compañeros de viaje, las fotos en blanco y negro... toda la palabrería "por mi bien"... y, tras hacer una
bola enorme, los pateó rumbo directo al espacio exterior, fuera de órbita,
creando... incluso en ese gesto individual e indivisible... un conflicto con lo
establecido, lo políticamente correcto... el Plan... pues el balón de "correcciones bienintencionadas" cruzó como un meteoro por delante de las lentes ultra-reflectantes
del Hubble, desatándose la histeria en la NASA ante lo que se creyó un
asteroide apocalíptico.
Quizá lo fuese, sí. Un asteroide apocalíptico rebelde.
Este sí, Berto.
Suena hasta bien.
2 comentarios:
Precioso artículo, Don Herep. Me encanta. Y metes en él toda la vaina tradicional de lo que este país ha producido y que se ha quedado en simples frases hechas.
Frases hechas que se repiten sin el menor sentido práctico y en mor a lo tradicional.
Nos faltan 100 años como mínimo para dejar de tener mentalidad de campesinos.
Lo sencillo es repetir las consignas al estilo papagayo, Javier. Frases hechas carentes de sentido, pero que proporcionan a quien las utiliza una falsa sensación de trabajo bien realizado... o deber cumplido.
Se lava uno las manos y a pasar la patata caliente al prójimo.
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