Raquel camina por la avenida a contracorriente.
Todos se dirigen al Norte. Ella al Sur. Todos avanzan con la mirada clavada al suelo. Ella, con la
vista fija al frente, oteando el horizonte, hinchando sus pulmones con la brisa
fresca que ha despertado las calles de la ciudad... respirando hondo...
sonriendo, feliz... Sus ojos, si te detienes un segundo a observarla cuando
pase por tu lado, tienen un brillo especial, una chispa, un reflejo de dicha,
una leve arruga que tensa su mejilla arrancándole una sonrisa.
Raquel acaba de abandonar la cafetería tras comerse un mini
de jamón serrano y un café con leche muy suave, dulzor que conquistó su lengua
mientras ojeaba un periódico de papel. Portada, contraportada, artículos de
opinión... Lo ha devorado todo con ansiosa gula, a mordiscos de necesidad,
desesperada por satisfacer ese órgano que se asienta en su cabeza y que, a
diferencia de tantos, apenas hace ruido.
Los bajos de su raído abrigo latiguean al paso de un autobús,
produciendo un sonido seco que se pierde entre los ruidos de la urbe, que son
muchos... incontables... pero invisibles a los oídos de la joven, que sigue
su rumbo impertérrita, decidida, sonriente.
Posiblemente Dios no exista, así
que..., reza el cartel publicitario de la guagua. Raquel no pierde el tiempo descifrando las trampas de la
ecuación de primer grado. Ella sabe muy bien en qué cree. Lo demás posibilidades, son infinitas.
Posiblemente el Amor no exista...
Posiblemente...
Semáforo en rojo. Estampida de vehículos Gran Vía abajo. Un
hombre bien entrado en la treintena la mira, frunce el ceño, se gira para
volverla a mirar. Duda. Sigue adelante.
Ella tiene vista su cara. Todos los martes, en el Club, le
pide un baile privado. 60 euros, sin tocar. Jamás se toca. La carrera de Medicina
no tiene asignatura troncal de magreo. Tampoco optativa. Esos créditos están
aprobados, allá en el pueblo, a día y medio de trayecto en tren, donde aguarda Alberto...
su Berto... arreglando viejos motores de destartalados tractores de antes de la guerra, con
sus rudas manos callosas y su rebelde flequillo negro.
Raquel sonríe más.
Ya queda poco. Un semestre más de estudio, unos bailes más,
un puñado de desayunos en el Chaplin's...
Un chaval de apenas diez años la mira cuando cruza ante la
puerta del supermercado. Está pidiendo limosna, aferrado a un trozo de cartón
en el que se intuyen tres o cuatro palabras sin sentido. Alguna vez, de tanto
en tanto, algún trompetista vagabundo o alguna guitarra abandonada le ha
arrancado una solitaria moneda, pero ¿pedir por pedir? No, gracias. Tengo
prisa. El periódico hablaba de la tremebunda Crisis... pero tú, pedigüeño, no
eras el protagonista del titular. Nada se decía de ti. Nada de tus errores, de tus
aciertos, de tu esfuerzo por remendar el roto de las costuras... Yo bailo,
vosotros pedís. Yo apenas duermo, vosotros apenas sudáis.
El Mundo sigue su curso, girando y girando como una infinita
peonza mágica.
La página par hablaba de una posible guerra, allá donde
Jesucristo perdió su zapatilla... si Jesucristo existió, claro, y supo qué es
una zapatilla. El autobús no lo tiene muy claro, pero los rumores advierten de
una contienda enorme, mundial, precursora de una nueva edad de las cavernas...
y la gente se hace cruces, grita, maldice a quienes tienen el poder de apretar
un botón y robar cualquier futuro existente... así, con un chasquido de sus dedos...
... y piden limosna como ese niño que la miró al cruzar ante
el badulaque, aferrados a su cartón serigrafiado con bolígrafo azul. No a la
Guerra. Paz a los Hombres. Otro Mundo es Posible. Uno mejor, donde el título
por el que lucha Raquel sea un regalo más en la tómbola de los feriantes; el
hambre en África sea un recuerdo que grabe el dorso de las monedas de oro del
Templo; el ser humano sea bueno, solidario, fraternal, idéntico, generoso, fiel...
y las mujeres no tengan que bailar en los clubes nocturnos, ante la mirada
infinitamente triste de unos maridos que nunca ven la hora de volver a casa,
junto a sus familias.
Verde.
Adelante, Raquel. Camina. Sonríe, pues tuyo es el Futuro. El cierto, el que huele a frescor al amanecer y a rancio
sudor una vez llegada la noche, cuando todos los gatos se convierten en lobos y
no hay caperucita que sea salvada por leñadores furtivos. El tuyo es el
futuro de la información, el conocimiento, la Realidad... la Razón... el del
sonido de las bombas y el llanto de los niños moribundos... olvidados,
despreciados por todos aquellos que hoy, mientras caminan dirección al Norte,
se vanaglorian creyéndose Dioses... arquitectos del porvenir.
Raquel sonríe, sabiéndose única, mientras su lengua, al
rozar sus labios, vuelve a regalarle el dulzor de un café con leche digno de su
precio.
2 comentarios:
Realmente POÉTICO Mi GENIAL HEREP-
Cada Día Te Superas Y Escribes Mejor.
Me Gusta Ese Estilo Tuyo Tan Flexible Y Siempre Sorprendente.
¡SIGUE CAMARADA!
Un Abrazo Por EL MUNDO VERDADERO, QUE SIEMPRE ESTÁ AL ALCANCE DE LOS QUE SABEN LO QUE ES DESEARLO Y COMBATIR POR SU CONQUISTA.
Un Brindis POr Los Buenos RElatos
Y La CALIDAD, Humana Y Literaria.
Y
¡¡RIAU RIAU!!
Gracias, Old.
Siempre pensé que era un esquizofrénico más, pero cada día estoy más convencido que los locos son los que están fuera del manicomio... aunque, de tanto en tanto, compruebo que no estoy tan sólo.
Eramos 12... pero quizá se me olvidó contar a alguno.
Un abrazo y un brindis con buen vino, caballero.
¡Riau!¡Riau!
Publicar un comentario