Quimet no podía faltar al evento.
No se lo habría perdonado jamás.
Hijo de padre jienense y madre cordobesa, Quimet dejó
atrás el rasposo nombre con el que lo bautizaron sus ancestros para, roto el
capullo de seda, tomar uno nuevo... uno más armónico, más autóctono, con esa pizca de
rebeldía acorde a los tiempos históricos que le han tocado vivir.
Del Joaquín de la EGB... infantil, como fueron aquellos años
en el pequeño pueblo en el que nació, donde sólo importaban los juegos hasta
las primerizas horas de la noche en el parque municipal, rodillas peladas,
bicicletas voladoras, pandillas con sus fuertes en lo más alto del garrofero de
turno... pasó al Quim del instituto, sito en la capital de la provincia, toda
lustrosa ella, toda histórica ella... imponente, altiva, ridícula en sus quiméricos recuerdos y trasnochadas pretensiones.
Aquellos años fueron los del cambio, o la asimilación del
cambio, más bien. El interés por estirar las coletas de las compañeras de
pupitre fue sustituido por otro interés... más carnal, más adulto, falsario...
y fueron apareciendo, descubiertos por una madre primeriza en todo tipo de lides,
las primeras colillas de cigarrillo rubio, moreno y de liar. El nuevo Quim pateó
las posaderas del niñato de Joaquín hasta allá a lo lejos, dirección al pueblo de la
infancia, rumbo a las raíces despechadas, pesadas... y se puso el mundo por
montera. Hoy chuleaba a la empollona de clase, hoy bufonea buscando las risas
de las macizas, hoy se ríe de su propia sombra...
La edad del pavo, lo llaman. Un gran pavo, la verdad. Pavo
Real.
Como no podía ser de otra forma, sus notas se fueron al
garete. Su excelente media en la básica se convirtió en una ristra de
suspensos... pero, ¿qué más da un tropiezo cuando la vida es tan maravillosa, tío?
Me río yo de las notas, de los profesores, del futuro... Ya se arreglará, ya. Pero, contradiciendo toda lógica, se arreglaba. Llegado el final de la evaluación,
cuando el agua le acariciaba el lóbulo de la oreja, siempre había un
suficiente, un aprobado raspado, una décima ganada mediante el peloteo, la servidumbre
o una caidita de ojos que hacían que el iluminado de Quim pudiera seguir
adelante... paso a paso... como esa oruga que, tejido el capullo,
deviene espléndida mariposa.
Alguien como Quim... alguien como nuestro Quim... No. No se
puede perder a alguien como nuestro Quim. Representa mucho para la causa, el chico este. Él
es el Futuro, y no hay que ponerle la zancadilla, al Futuro.
Porque Quim, aprobado el Bachillerato y el COU por arte de magia
negra cocinada en el claustro de profesores, pasó a la Universidad de la ciudad
pequeñita, y se convirtió en hombre. El prototipo. El Quimet licenciado en
Historia tras siete largos años de fiestas, borracheras, cincos apurados, tesis
copiadas en serie, confidencias con el profesorado, acampadas juveniles,
conciertos guarros perdidos en la montaña más tradicional de la geografía de la
Nación Naciente...
Del mocoso aquel de antaño... del niño que coleccionaba
canicas en un bote de cristal... del rapaz ese no quedaba nada. Alguna foto en
un álbum, quizá, aunque sólo sus padres ven algún resquicio de aquel chico en
el tiarrón que tienen ahora ante ellos... hombretón valiente... catalán de pelo
en pecho... aguerrido y voluntarioso en la utopía como el que más. La larva
rompió el capullo rosado mostrando los cuernos al Sol. Su barba de tres o
cuatro días, los tejanos ceñidos según el canon casual, las gafas de pasta a lo
intelectual de vanguardia, el pelo despeinado del antiguo manga japonés... su
desidia egocéntrica, su prejuicio relativista, su soberbia racial...
Un Quimet en toda regla: campeón de la sardana y el banjo,
segundo en el tronco de la colla castellera del barrio, aficionado a Els Pets,
Llach, Raimon y Peret... capaz de recitar todos y cada uno de los poemas de
Espriu y fiel seguidor de TV3 y derivados, únicos canales que tiene
sintonizados en el TV que reposa en el salón-comedor de su loft de la Rambla. Más
TV no, que atonta, le dice el intelecto con patas a las visitas, entre los
"Oh" de exclamaciones sorpresivas y los "Es clar" de
asentimiento tribal.
A sus padres ya casi ni los ve. Dice que es por causa del
trabajo, pero todo el mundo sabe que es mentira. Las siete horas en la oficina
de la Biblioteca Pública Provincial no dan para demasiado estrés. La realidad
es que tenerlos delante... a los Sánchez Heredia... no es plato de buen gusto.
Por mucho que se madre se haya teñido el pelo de rojo fuego, asista a clases de
Nivel C y aprenda el arduo arte del humor tradicional, siempre será una extraña
para el nuevo Quimet. Un escabroso recuerdo de sus orígenes. ¿Y qué decir de su
padre, que aún conserva ese tic que le hace morderse el labio cuando juega el
Real Madrid? Ah, pillín... Quimet te tiene calado, viejo.
No. Hay que mirar hacia adelante. Sobrevivir. Como siempre
ha hecho Quimet... adaptándose a los nuevos tiempos, a las nuevas
posibilidades, abierto como la boca del metro... como los brazos de la esposa
del marinero... como el coño de las putas.
Es por eso que un tío como tú, hoy, no puede faltar a la
cita.
Son las 16:00h y ahí estás, con tus dos collons, agarrado
a una señora de cincuenta y tantos, ufana tras sus gafas de sol y sus tres
capas de maquillaje, vestido vaporoso al viento, divorciada, según supones, que
mira al infinito como si esperase ese jinete azul que tantos años lleva
aguardando. Al otro lado, agarrándote los dedos con delicadeza, una jovencita
de unos veinte años... puede que dieciocho, sopesas tras hacer uso de tu
sobrada experiencia en el análisis de las nalgas femeninas... morena, ojos
marrones de tierra dentro, sonriente con esa hilera de soldaditos
blancos en la boca. Te recuerda a ti... pasional, fuerte, decidida... y canta,
¡canta!, todas las canciones que se van sucediendo allí, al borde de una
carretera perdida en medio de los campos de la provincia... antiquísima tierra...
donde aprieta un calor sofocante, desquiciante, empalagoso, bañándoos en el
sudor del mes de Septiembre... rancio, salado, asesino del perfume virginal de
la chica y de la cara eau de roches de la viuda alegre.
Agarrado a los dos peones, Quimet cierra los ojos y, por un
momento, la serpiente de asfalto desaparece, los campos pierden su brillo
sofocante, el viento deja de arder y los hedores se esfuman, aburridos. Tras
sus párpados todo se torna de vivos colores. Sus pulmones, tras una larga y
profunda aspiración, degustan el roce de placenteros manjares y la vida toda...
antigua, presente, olvidados años de infante, de estudiante, de vago
universitario, de aburrido con pretensiones... pasa, se desvanece, se derrumba
como los fascistas castillos de arena que se erigen sobre la arena de la playa.
La resaca los arrastrará. Arrancará las raíces, borrará los antepasados,
purificará la sangre corrompida, insuflará una nueva vida... mejor... libre...
donde, al fin, podremos hacer todo aquello que nos dio la real, y puñetera,
gana.
Oh, Quimet... Agarra a tus dos musas, Quimet... la fresca y
la seca, Quimet... haz historia de la buena, Quimet, participando de este
acontecimiento intergaláctico que brillará más que la más brillante de las
supernovas... y emprende ese nuevo rumbo por esta carretera sin coches... la Vía
Catalana... única que no lleva a Roma, sino a la Ítaca de tus sueños... allí
por donde la Láctea, Vía, perdió la zapatilla.
¡Qué viaje, Quimet!
No podías faltar.
4 comentarios:
Lo del tal Quimet no sabe uno si es un sueño o una pesadilla,el tiempo no los dira,un saludo,
Algunos "charnegos" son los peores...
¿Has visto la cadena de tontucios en la Muralla China y la foto de los catetos culos al aire?
Lo de Quimet es una quimera, Agustín. Un sueño que se tornará pesadilla, tenlo por seguro.
El problema es que arrastrará a demasiada gente que, hasta la fecha, se cree libre de esta telaraña.
Un abrazo, neozelandés.
Más que peores, Maribeluca. Ellos tienen que demostrar que han "asimilado" los puntos iniciáticos del movimiento.
He visto esas cadenas y muchas más que no salen en los medios.
Tras más de dos siglos seguimos igual... "Vivan las caenas".
Un saludo.
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