Quien no conozca el Palau correrá el riego de creer que todo
el funcionariado público está disfrutando de las vacaciones de Agosto, pero el
Secretari, con tres décadas acumulando experiencia en los entresijos del
edificio, sonríe ante tal ocurrencia. Él conoce cada recoveco, cada esquina,
cada ángulo muerto, colilla lanzada bajo el WC... los caros perfumes que
pululan los pasillos... Nada tiene que ver el Agosto, piensa para sus
adentros... o tiene mucho que ver, pues retorciendo el dicho, "en el Palau
todos los días son Domingo... y todos los meses, Agosto".
Aunque hoy se sorprende al cruzar ante él dos figuras
extrañas, atareadas, de movimientos nerviosos. Arriba, abajo, arriba, abajo...
Nadie se percata de su presencia nadie hace nada en especial. Sólo mueven carpetas, miran hacia los lados
buscando algo, se abren cajones y se cierran páginas web guarras.
La vida es puro teatro, murmulla entre dientes, y llego la
hora de salir al escenario.
Tras golpear suavemente la puerta con el puño, el Secretari
se adentra en el despacho. Amplio, espacioso, de grandes ventanales encarados a
la Plaça de Sant Jaume por los que entra un puro haz de luz luminoso. La
claridad baña las maquetas que adornan el despacho oval... su Palau de la
Música, Montserrat, la maqueta 1:50 del Camp Nou... y esa nueva adquisición de
la que tan orgulloso se muestra el President, en forma de bosquimano.
Bosquimano de Bañolas, para ser más precisos.
- Pase, pase, Secretari. Le estaba esperando -dice el
President mientras se limpia con la servilleta una boca que, segundos antes,
mordía un líquido tomate cherry -.¿Quiere butifarra, Secretari?¿ Leche de la
Vall? ¿Anchoas de l'Escala?
- No, no. Gracias, President. Desayuné a primera hora y
dentro de un rato tengo un almuerzo con la Consellera -dice un Secretari que,
como cada mañana, nota pequeños pellizcos de vergüenza ajena aferrarse a su
pellejo. A pesar de los años sigue sin acostumbrarse a los copiosos desayunos del
President, rozando el mediodía, donde no escaseaban los más elitistas manjares
servidas en fuentes de plata. Los otros, las delicatesen foráneas...
"extranjeras", se dice por estas latitudes... no descansan en la mesa
principal. Lo hacen en otra, más pequeña, a la derecha, junto a los puros
habanos. El caviar, la langosta, centollos, fuagrás, salmón de escandinavia...
De repente, el Secretari observa que en la mesa hay dos
cubiertos. ¿Y esto? ¿Quién acompaña...?
- Home, Secretari -grita una voz a su espalda, gruesa, con
marcado abrasión de carajillo Soberano, inconfundible. El Conseller de Economía
aparece cerrando tras él la puerta del lavabo privado del despacho,
abrochándose los pantalones y con el nudo de la corbata visiblemente aflojado.
- Señor Conseller... No sabía que estaba aquí. Creí...
- No se preocupe, no se preocupe. Estábamos debatiendo
cuatro tonterías cuando me asaltó un retortijón. Usted ya sabe.
- Estás perdiendo saque -espetó el President entre sonoras
carcajadas-. Ya no aguantas como antes, Conseller. Te estás volviendo un
sarasa, con tanta verdura y tanta sopa de nouvelle cuisine. ¿Dónde quedan
aquellos días en los que devorabas tres platos de mongetes antes de lavarte la
cara, bribón?
Nadie lo diría, piensa el Secretari clavando su mirada en el
prominente buche que va abriendo paso al Conseller. Desde que tiene uso de
memoria siempre gozó de igual arqueo, aquella tripa, pero los dos miembros del
Govern se conocían desde hacía más tiempo. Desde niños.
- No sabía que esta mañana tenía reunión con el Conseller,
President.
- Ni yo, ni yo. Pensaba que hoy tocaba entrevista en 8TV, o
en Catalunya Radio... o aquí, en el Palau, respondiendo preguntas a alguna
becaria de ComRadio o la Teletaxi... mmm... Eso está bien, si señor, pero mira
tú por dónde quien acabó apareciendo ha sido el figaflor este. ¿Qué era tan
urgente, Conseller?
- Això... espera que recuerde... -dice un tonel mientras se
rasca la coronilla en gesto simiesco-. El déficit...el expolio... los
presupuestos del 2014... no, no, no... ¡Ah, collons! ¡Ya recuerdo! ¡La gana,
President! el hambre, ¿entiende? No, no me mire con esa cara, hombre. ¡Ahora
dicen que en Cataluña se pasa hambre!
El Secretari, inmóvil como una estatua de mármol, vuelve a
sentir el mordisco del pellizco en la pierna. Duro, fuerte, vergonzante. El President,
que por esos momentos lidiaba la laboriosa tarea de encenderse un habano, tosió
con un fuerte espasmo, tornándose su rostro rojo barretina.
- ¡Hambre, diu! ¿Puede creerlo, Secretari? Puede creerlo,
Conseller? ¿Quién osa decir esa mamandurria? ¿Quién es el fascista que ataca a
Cataluña diciendo semejante dislate? -exclama el President levantándose de su
poltrona y señalando con su brazo derecho el festín que descansa sobre la
mesa-. ¿Usted cree que puede decirse que se pasa hambre en presencia de estos conejos
al ajillo, esta fideuá al ron, el lechal al Oporto, la paella con cebolla... ¡Y
qué vinos! ¿No tendrá usted sed, Conseller, teniendo ante usted estos caldos
del Penedés, la Garrotxa, el Priorato...? ¿No se atreverá a decirlo rodeado de
cava, verdad?
- Ni por asomo, President. Nadie en Cataluña reúne el valor
necesario. No lo verá en ningún sitio. Son esos malditos expoliadores, que nos
calumnian para hundir nuestra imagen internacional. Envidiosos. Ellos sí pasan
hambre, allá en el fondo de sus cortijos, donde no tienen ni para alimentar a
sus bastardos.
- Ni que lo diga, Conseller. Hete aquí la venganza que nos
acarrea aquellos carteles del apadrinaje en Extremadura. Rencorosos,
analfabetos, ladrones. Hay que contraatacar, rápido -dice el President despejando
la mesa oval con los brazos dibujándose, en el suelo enmoquetado, un lienzo de
carnes, arroces, pescado y líquidos de todo color y textura-. Veamos. Hay que
llamar a todos: la Vanguardia, el Periódico, los digitales... ¡A tothom!... y
dar instrucciones claras: un artículo... no, no, ¡un editorial conjunto,
mejor!... donde se diga que aquí no pasa hambre ni quisqui.
- Magnifica idea -apunto eufórico el Conseller-. Un artículo
extenso, de tres o cuatro páginas, con estadísticas que digan que los niños
catalanes son los más sanos y atléticos de la Península Ibérica...mejor de
Europa, sí... Y podemos acompañarlo con fotos y dibujos de chavales bien
lozanos, altos y rubios.
- ¿Modelos?
- Más bien había pensado en alguien conocido, President.
Conocido por el pueblo, con liderazgo... alguno de los nietos del Excelentísim...
- ¿El Excelentísim? No -dice el Secretari-. Está enredado
con la familia ensayando para la cadena nudista.
- ¡Lástima! ¡Ostia puta, con la bandera y los rollos! ¿Alguno de Unió
habrá, no?
- Están en el Festival del Cargol, en Lérida, President.
- ¿Y los de Esquerra?
- De calçotada.
- ¿Iniciativa... cuperos... algú...?
Silencio.
- ¡Veis!¡Para que digan que aquí se pasa hambre, cony!
Y se oye una fuerte carcajada a dúo, y el Secretari vuelve a sentir la mordida, más arriba... cerca de la lengua.
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