Ona... la pequeña Ona... está tranquila.
Sentada sobre el césped del chalet familiar, en plena Costa
Brava, zona residencial de lujo cinco estrellas, juega a muñecas. Cinco Barbies
perfectamente customizadas con el ropaje tradicional de la tierra, toman el café
de las cinco. También hay pastas, zumos y un pequeño cenicero para que la más
joven de todas... la cabezota Laia... pueda fumarse esos cigarrillos mentolados
con los que muestra al mundo su rebeldía.
Son las cinco de la tarde, en pleno Julio caluroso y, a
pesar de la enigmática oscuridad del cielo, Ona está tranquila, relajada...
segura.
El domingo, cuando despertó de la siesta y contempló el gris tenebroso que se había apoderado del cielo, sintió un pellizco de pánico.
Las lágrimas corrieron como torrentes por sus sonrosadas mejillas y sus ojos,
de un verde esmeralda, se ahogaron entre mares salados y sollozos de tormenta.
- ¿Por qué lloras, princesa?
- Me da miedo la oscuridad del cielo, pare.
El padre la miró con una sonrisa piadosa en el rostro. Su
hija... su pequeña Ona... había despertado a la vida. El día, según los
principios ancestrales de la Ley Natural, era seguido por la noche. El Tiempo
cogía a la pequeña... la inocente Ona... y volteaba la cara de la inocencia,
mostrándole la cruz de la conciencia. La niña se abría a su adolescencia como una flor... tan deprisa... tan rápido... Demasiado rápida, la vida, pensó
el padre mientras abrazaba a su Ona... tan pequeña, Ona... y los dos giraban y
giraban, entre risas, pues las lágrimas habían quedado atrás, olvidadas ante la
revelación... el secreto ancestral... el dogma de Fe que su padre le transmitió
segundos antes, en pleno diluvio lacrimógeno, a modo de consuelo y salvación.
Secreto que, años antes, le había confesado el abuelo... y el bisabuelo al avi, Ona... y así hasta el principio de los Tiempos,
allá por el siglo I antes del Big Bang.
- No tengas miedo, Ona. Nada hay que temer. Nos protegen
desde allí arriba, mi vida.
Ahora Ona juega mientras la oscuridad se cierne a su
alrededor. La Barbie pija
ha derramado el azucarero y ella, como buena
mamá, debe poner paz entre sus bastardas de plástico. Son las cinco de la
tarde, pero el cielo está ennegrecido por las nubes que avanzan desde el
horizonte. Fuera, allí donde quedó la conciencia y la realidad, el segundero
avanza inexorablemente... tic-tac-tic-tac... y los escándalos y aquelarres
batallan entre ellos por ocupar el primer puesto en las cabeceras de los periódicos independientes. Atentados, asesinatos, quiebras económicas, hambrunas, muerte sobre el
asfalto... muerte entre las flores... hipocresía, cinismo, corrupción... Todo
el veneno del mundo se agolpa fuera, tras la cúpula que el bondadoso padre
construyó para su pequeña... la inocente Ona... dejando esta parcela, este
Oasis, un Mátrix de realidad paralela... donde nada perturba la inocente vida
de Ona... la risueña Ona...
Y la niña se siente segura. Y ríe mientras la Barbie
pelandrusca se queja de lo malo que es su novio machista. No te preocupes,
Judith, le dice. No hay razón para tener miedo. Por nada del mundo se le
ocurrirá ponerte la mano encima, verás. Nadie te hará daño. Ni mil ejércitos
paseando cabras por la Diagonal, ni una legión de jueces esgrimiendo Leyes, ni políticos... nadie.
¿El hombre de saco? Ja. La pequeña Ona sabe que también el hombre del saco
saldrá por patas... y las gitanas con ojos de cristal y dedos huesudos... y
esos hombres oscuros que venden gafas en el paseo marítimo, con esos ojos y
dientes tan blancos que parecen lobos...
Cualquier monstruo huirá, hijas mías. Los vampiros, los
fantasmas, los hombrecitos verdes venidos de más allá de la Luna... incluso los
osos que tanto la asustaban cuando apenas tenía dientes, allá en el Pallars Sobirà,
donde la familia tiene otra residencia vacacional.
Nada.
Lo dijo papá. Nosotros somos inmortales. Excelentes. Hijos del
Dios Mayor. Su Pueblo Elegido.
- Y quien ose tosernos tendrá que vérselas con nuestra arma secreta, guapas... así que dejad de hacer el tonto y comeos las pastas, va.
2 comentarios:
Herep: Tenemos que proteger a nuestra Layetania de nuestros propios miedos, nuestras Onas nos lo demandan, nuestros invasores acechan y nuestros traidores jefes vendidos los guían... No más silencios, no más tolerancias, nuestro honor es ignominiado, insultado, arrastrado GRITA BASTA!!
Tendríamos que protegerlos, sí... pero no hay mucha gente que esté por la labor. Son demasiados quienes se creen los cuentos para no dormir de esos líderes traidores que tan a gusto viven derrochando el dinero público. Ahí es donde radica el expolio, Jordi.
Veremos cómo acaba el percal, aunque no lo hará de forma tranquila y pacífica, tenlo por seguro.
Un saludo y bienvenido a este, tu Cuartel.
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