Las
16:45h. de un sábado tarde en un pueblo costero de la geografía española. Tras
varios días de lluvias, cielos cubiertos y muchos aires bajando de la montaña,
al fin despunta el tan ansiado Sol, auténtico imán de turistas de dentro y
fuera de nuestras fronteras.
Nos
situamos en un semáforo. Rojo. Ante nosotros, un Seat León, algo viejo, año
2006, sucio de polvo y con alguna pegatina en el portón trasero. El monigote
del semáforo que indica a los peatones empieza a caminar con elevado ritmo. La
cuenta atrás se aproxima a su fin… 6, 5, 4, 3, 2… el rojo peatón y el verde
vehículo ya están aquí. El conductor mira… verde… suelta embrague, fija la
vista al frente… pero ¡oh, sorpresa!... un grupúsculo de jóvenes, siete u ocho,
ataviados con gafas de sol, bermudas de colores estridentes y balones de playa
cruzan con paso pausado por el paso de cebra, ajenos al verde, al rojo, al ámbar y a la madre que parió la señalización de tráfico.Van camino de la playa… de vacaciones…
El conductor, en cambio, no sabemos dónde va. Suponemos que no está de vacaciones, más bien todo lo contrario, pues el rugir del motor del vehículo denota cierta impaciencia… cierto nerviosismo… acelerón tras acelerón… amenazante ante la piara de domingueros que cruza en rojo, cerrándole el paso. ¡Cabrones, sólo me faltaba esto!
Brummm…. Brummm….
No acaba de subir al bordillo el último de los extranjeros rezagados cuando, con un patinar de ruedas digno de la más alocada de las carreras de los Autos Locos, el vehículo de nuestro anónimo piloto sale disparado hacia adelante. El guiri, sobresaltado por la furia que relampaguea a su espalda, vocifera agitando el brazo armado con el litro de cerveza de rigor. Sus amigos, embriagados de verano y playa, lo secundan afianzando mil gritos en una lengua extraña. El conductor, a lomos de su montura descarriada, gesticula con el dedo corazón mientras intenta leerle los labios al “gabacho joputa… ¿Qué coño estará diciendo? ¡Cabrón!”… con la mirada fija en el espejo retrovisor…
... sin atender a nada ni a nadie…
… por lo que no ve el coche que, unos metros más adelante, empieza a salir de su aparcamiento… ni ve el intermitente del susodicho… ni la luz de marcha atrás. Nada. No ve nada que no sea imagen reflejada en un minúsculo espejo. El impacto es física práctica. El cinturón de seguridad, algo olvidado. Olor a goma quemada. Humo negro de frenos. Fuerte impacto. Inercia. Cráneo fracturado contra el cristal.
El coma es cosa de un instante.
Cosa de abrir y cerrar los ojos.
Lo que no ven tus ojos es la hora y media anterior al fatal desenlace. Esto, para ti que te encontrabas tras el futurible lisiado, ha pasado inadvertido. Nada sabes de la vida del accidentado. No imaginas qué ha acontecido instantes antes, cuando el muchacho cerraba malhumorado la puerta de casa de sus padres, donde vive mientras acaba la carrera de Filología que cursa desde hace casi cinco años. No has escuchado a su madre recriminarle que “sales mucho con tus amigotes”… o diciéndole como “esa chica con la que te vio tu abuelo no es de fiar. Algo hay en su mirada que no es sincero”. ¿Las discusiones de los días anteriores, más de mil? No… tampoco has oído hablar nunca de ellas, al igual que es totalmente desconocida para ti la preocupación que, noche tras noche, se apodera de la habitación de matrimonio de unos padres que observan cómo las penas van creciendo a medida que su vástago se hace mayor. No escucha, cariño, dice la madre. Es cosa de la edad, contesta el padre. Ya no tiene edad para creer en Oz, corrobora una hermana que observa cómo se mitiga la realidad en torno a la órbita de su hermano.
Aunque esas voces aguardan en lo fondo de tu memoria, esta tarde de sábado, mientras contemplas los cristales desparramados por el suelo y te tapas la nariz ahuyentando ese tufo a sangre, churrasco y fracturas, ninguna advertencia acude a tu mente. Olvidaste el “cuidado con las drogas en el baile”, o el “abróchate el cinturón, cariño”… el “estudia, no gandulees”, “no atiendas a provocaciones”, “cuidado con la gente de la calle”… los consejos, las advertencias, los “malditos aguafiestas”…
No.
La vida
es demasiado maravillosa como para entretenerse en minucias y malos augurios.
Hay que exprimirla, mirar hacia adelante… seguir… la Economía lo es todo,
dicen… imaginar lo imposible, con talante, en positivo… pisar a fondo, quemar
rueda… convencerse de que los agoreros, los pesimistas, quienes siempre ven el
vaso medio vacío, aquellos que llaman a las cosas por su crudo nombre… esos “antipatriotas”...
son una calamidad, algo a desterrar, un
cáncer… metástasis para los sagrados, e incipientes, “brotes verdes”.
Pie al
hierro, chaval… acelera a fondo… vacílale a la realidad…
El
coma, de nuevo, es cosa de un instante.
4 comentarios:
¡Y ASÍ SE LLEGA, QUERIDO HEREP, DEL COMA, AL "PUNTO Y FINAL", DE TODA HISTORIA!
EXCELENTE RELATO COMO SIEMPRE.
LA SOCIEDAD ENFERMA, SE MUERE SIN REMEDIO, PORQUE NUNCA HAY "UN GUARDIA", DONDE VERDADERAMENTE HACE FALTA...
¿GUIRIS HIJOPUTAS, BORRACHUZOS Y DESCEREBRADOS?
NO TANTO COMO LOS IDIOTAS DESCEREBRADOS, QUE PERMITEN SUS CABRONADAS Y GILIPOLLECES SUICIDAS.
¡EN FIN, QUE EL QUE NO APRENDE NI ESCARMIENTA,-"EN CABEZA AJENA"-, ES QUE NO MERECE NI EL CALIFICATIVO DE "SER HUMANO"!
¡Y ASÍ NOS VÁ Y NOS IRÁ!
UN ABRAZO GENIO.
UN BRINDIS POR LA ESCOBA.
Y
¡¡RIAU RIAU!!
Qué postura más ridícula, indicar a otros a la descarada lo que tienen o no que escuchar, la cuestión es que parecer ser que funciona y eso es lo terrible.
La sociedad está enferma, pero no quiere enterarse del caso. Ya les puedes señalar el error, devanarte los sesos dándole vueltas al asunto o dejarte la salud intentando ayudar en algo... que no, que el enfermo está muy sano y todo son imaginaciones tuyas.
Es el síndrome del alcohólico empedernido, querido Old.
En fin, seguiremos desenmascarando estas prácticas fraudulentas aunque se pierdan como el eco de una montaña.
Espero que tenga un buen fin de semana y que brinde mucho, y bien, por la escoba.
¡Riau!¡Riau!
Lo más sencillo de todo es echarle la culpa a los demás. Tacharlos de "antipatriotas", de agoreros, de lenguas de serpiente...
Hoy Rajoy nos dice que no hay que hacer caso a las cifras, que "mienten", sino a ellos, los rescatadores que nos sacarán del hoyo.
¿Cuándo?
Eso no importa. Ellos son, al fin y al cabo, quienes nos sacarán.
Palabrita de político español.
(Ahora dale el crédito que te merezca. Yo, ninguno)
Un abrazo, Candela. Que tengas un buen fin de semana.
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