La especie, clasificada dentro de la suborden Feliformia, ha pasado a ser bautizada como Hyaenidae en su forma científica, aunque concretando más, debido al elevado número de parientes que pululan por su hábitat de actuación mesetario, se ha apellidado al espécimen como Hyaenidae Olimpicus.
Su puesta de largo no es nueva. Varios zoólogos habían estado siguiendo su pista desde hace varios años, cuando anónimos ciudadanos alertaron de la presencia de este nuevo carroñero gracias al hallazgo de extrañas y desconocidas descomposiciones situadas alrededor de la Casa de la Villa gallardoniana. Varios informes indicaban el testimonio de un elevado número de particulares que habían distinguido el veloz paso del cuadrúpedo surcando las avenidas de la ciudad, o alimentándose en los oasis más exclusivos de la misma, pero tras largas jornadas de estudio se desatendió la información de tales testigos al no poderse concretar hecho alguno.
Rumores, dimes y diretes, susurros… pero la
comunidad científica acabó dictaminando que la Hyaenidae Olimpicus no
era más que un reflejo del subconsciente y, en caso de ser real, nada indicaba
que su hábitat se encontrara en las tierras de la chirigota perpetua.
Quizá en Londres… o Río de Janeiro…
Pero anteayer mañana todo cambio. Como ese
cometa que, de improvisto, aparece en lo más profundo del telescópico espacial que
orbita alrededor de la Tierra, las huellas y aromas de la última evolución de
la hiena hispánica volvió a hacer acto de presencia. A primera hora de la
mañana, aquellos incrédulos del cambio climático fueron testigos del
acontecimiento. Los noctámbulos, apenas diez minutos antes de acostarse con sus
estómagos saturados del típico, y tópico, chocolate con churros… o porras…
también quedaron boquiabiertos ante el espectáculo… la buena nueva… el ridículo
bramido de la hiena… mitad risa, mitad pena, todo esperpento.
Mi madre me decía que, cuando escuchara un
sonido semejante, corriera a ponerme a salvo… pero de aquello hace mucho
tiempo. Fue antes, cuando no era zoólogo… cuando podía escapar…
Sin comerlo ni beberlo, justo al amanecer, los
sensores de los equipos de investigación empezaron a emitir pitidos y
vibraciones de alerta. El Hyaenidae Olimpicus había hecho acto de
presencia. Como esos microorganismos que colonizan las tierras vírgenes
transportados por el suave viento, el Hyaenidae llegó mecido por las
suaves turbulencias de un avión a reacción… vuelo exclusivo… aunque su
aparición será motivo de discrepancias entre la comunidad científica, pues
algunos de nosotros creemos que, a pesar de no haberse detectado su presencia
con anterioridad, ya estaba entre nosotros… esperando bajo la escalerilla del
aeropuerto a sus parientes.
Las Hyaenidae, propias y extrañas…
autóctonas envalentonadas y foráneas advenedizas… se caracterizan por esa
capacidad asombrosa para alzarse y caminar a dos patas. Tal milagro de la
evolución les permite que, con las dos restantes, puedan acaparar todo aquello
que está a su alcance, principalmente bienes ajenos expropiados con
anterioridad… o no, simplemente arrebatados por obra y gracia de esas poderosas
mandíbulas con las que la Providencia los dotó, capaces de arranar una hacienda
privada de una tacada.
Anteayer, a primera hora de la mañana, las Hyaenidae
Olimpicus se juntaron todas, en manada, en la planicie de Barajas. Entre risas
y saludos afectuosos, empezaron su devastador trote por esos caminos de Dios, en
busca y captura de sus indefensas presas, paseando por aquellas zonas más
emblemáticas de la ciudad, atentas a todo aquello que se movía, presas
potenciales, posibles víctimas de su desenfrenada gula.
Hihihihihihihi… hahahahaha…
El afilado sonido de sus carcajadas precedía
la aparición de las fieras carroñeras, ahuyentando a todo bicho viviente que no
estuviera dispuesto a sucumbir bajo las fauces de tales alimañas. Los mejores
restaurantes, los más sabrosos cuartos traseros del cerdo ibérico de pata negra…
gambas, langostinos, camarones…cigalas, centollos, bueyes marinos… percebes…
Nada escapa al voraz apetito de la Hyaenidae
Olimpicus… sea carne o pescado… chicha o limoná…
Quizá la tierra que ahora las acoge esté
arruinada y cercana al cierre por derribo, pero la hiena… la hiena olímpica…
encontrará el más minúsculo resto, ínfimo, y clavará en él los dientes… presto
a sorber hasta el último aliento de vida, como buena fiera carroñera.
Y todo entre risas.
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*... y parió la hiena.
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*... y parió la hiena.
6 comentarios:
La madre que los trujo y aún dicen que el 80% de los madriles estamos con las olimpiadas. Pues que me presenten alguno...
Saluditos.
Nuestros politicastros son niños mimados que creen que todo es suyo y pueden hacer con el dinero de todos sólo lo que a ellos les salga de los cojones. Creo que no entienden que estamos deseando cortarles las subvenciones y el cuello por la vía rápida.
Creo que siguen anclados en el despilfarro de los años dorados de su inmunda gestión. Tanto que siguen viviendo en un país de Jauja que financiamos enteramente los de abajo.
Un saludazo.
Para que cojones necesita Madrid unas Olimpiadas.Hay paises como Suecia o Noruega que han rechazado ese envenenado caramelo,por algo sera digo yo,un saludo,
Las Olimpiadas, Zorrete, sirven para muchas cosas, pero una de las principales es para repartirse, con excusa, una buena dosis de comisión perfectamente ensobrada.
Un abrazo.
Los politicastros no entienden nada, CS. Se han acostumbrado a vivir a todo lujo, y de ahí no los intentes bajar. Mira el contubernio que han montado con los ERE's o los sobresueldos... mientras el ciudadano de a pie sigue ahogado a impuestos y tasas, cada día más.
Todo el ahorro viene del sector privado, mientras el público sigue derrochando a manos llenas.
Pero lo que más gracia me hace es que, encima de todo, vienen muchas sanguijuelas de esas que han estado viviendo a todo tren y ahora te pretenden dar lecciones de aquello que se ha hecho mal.
Miserable todo.
Un abrazo, artista, y buen domingo.
Pues las quieren para gloria de esos mismos políticos que nos han llevado a las puertas del abismo, Agustín.
Madrid 2020. Me hace gracia. 2020. ¡A saber qué será de nosotros en el 2020!
Un abrazo, neozelandés.
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