¿Habremus?

Notición bombástico, de esos que marca época…

Esta mañana de lunes tristón, el Sumo Pontífice Benedicto XVI, pater familia de la cristiandad católica del Globo Terráqueo, ha anunciado su dimisión.

Dimisión. Acto de dimitir, dejar un cargo… abandonar el barco. Retirarse, para los parásitos políticos españoles, tan poco acostumbrados a la conjugación de dicho verbo, sano y digno todo él.

Ojo… para los políticos españoles, repito, que no estoy yo del todo convencido de que un Papa, por muy Papa que sea, pueda echarse para atrás cuando el cargo, sea por edad o necedad, le venga grande. San Pedro, según tengo entendido, murió crucificado en edad avanzada y, vuelvo a suponer, no se tiene constancia de que estuviera cansado ni fatigado.

Pero bueno… eso es lo de menos… que lo de más gira en torno a que la Iglesia Católica, otra vez más, se encuentra sin cabeza, a la espera de que el Cónclave se reúna pronto y vuelvan a deleitarnos con las señales de humo negro… esperar… o blanco… ¡Viva el nuevo Papa! Hasta que la fumata blanca suceda se habrán dejado atrás millones de plegarias y billones de buenas y malas intenciones. Los habrá que orarán para que la decisión sea correcta, ajustada a los cánones. No serán pocos quienes rezarán para que la decisión también sea correcta, pero desajustada a los cánones. Unos querrán seguir como hasta la fecha mientras que otros promulgarán ese “gran salto adelante” que ayudará a “salvar la Palabra y la Obra”… aunque con tanto salto queda un poco difuminado el sentido de la palabra y el protagonismo de la obra.

Nostradamus, ese personaje cuyas visiones le acarrearían, hoy, acusaciones de adicción al LSD, profetizó que un día, llegado el momento, seríamos obsequiados con la aparición en escena del Papa Negro… y hoy, día gris, ni blanco ni negro… nos hemos descubierto todos mirando la lista de “posibles” investigando a cuál de ellos le resplandece más la dentadura en claro contraste epidérmico… uno de Canadá, otro useño, uno de Italia, un español, otro de Zaire… ¿Zaire? ¿Es negro?

¿Será ese, el Papa Negrata?

Será, será, será…

Ahora, reposada la comida, cierro los ojos con intención del tan típico descanso español de diez minutos y me asaltan multitud de imágenes, interrogantes y divagaciones indigestas. ¿Negro? ¿En serio hace falta que el próximo Papa… ese que, según Nostradamus, vendrá acompañado por el Anticristo en el sidecar… sea negro? ¿Es negro, el Mal? ¿Es negra, la Parca?

¿En serio caeremos en un relativismo pictórico tal?

No, Monos.

La Religión… cualquiera de ellas… son un cúmulo de creencias reales o imaginarias con las cuales se pretende dar una explicación a las grandes cuestiones del ser Humano, dotando cualquier acción terrenal de su posterior reacción supra terrenal, razón por la que todo aquello que el Hombre realiza en vida tendrá una consecuencia cuando se abandone el plano físico. Por ello el creyente, sea cristiano, católico, protestante, budista o judío… abstenerse los estafadores enturbantados del Falso Profeta… tiene, en su código de conducta, unas pequeñas líneas rojas conocidas como Moral. No matarás, no robarás, no desearás a la mujer del prójimo… cosas así que, en un momento dado, cada cual es libre de saltarse a la torera, haciendo perfecto uso de su Libertad.

Libre Albedrío, lo llaman.

Pero amigos… el Hombre es un lobo para el Hombre… y, como en tantas y tantas cosas, la Religión no se iba a escapar de esta magna sentencia. A lo largo de los siglos y por obra y gracia del enorme poder que otorga el desconocimiento, tanto los amigos de Dios como sus enemigos han utilizado la Palabra en beneficio propio. Así se comprende la existencia, durante periodos de la Historia, de varios Sumos Pontífices, a gusto y disfrute de el Rey de turno, o la lectura y relectura de los Evangelios hasta que aquella coma quede borrada y el salmo diga justamente aquello que debe decir… ni más ni menos, que nos jugamos mucho, cardenales. En nombre de Dios todos han querido arrimar el ascua a su sardina y la bíblica sentencia de “a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, quedó escondida en más de una ocasión, ya fuera por egoísmo integrista o a causa del miedo intrínseco del fanático laicista.

Pero, sea como sea, la Religión da sentido a la vida de muchos hombres. Los motiva. Los empuja para que, día a día, intenten ser mejores personas e intenten evitar los “pecados” del Hombre, que son muchos… buenos, bonitos y baratos.

El prófugo Benedicto XVI, como líder actual de la Iglesia Católica, la religión imperante en la mayor parte del continente europeo… la Vieja Europa… es el objetivo nítido y definido de esta nuestra sociedad actual, tan dada al relativismo y al nihilismo nitzscheniano mal entendido. Para ellos, laicos, Dios ha muerto… si alguna vez estuvo vivo… y, por consiguiente, toda la doctrina Moral de la Iglesia, todas las cadenas que impiden su libre vuelo, deben ser reventadas a golpe de cizaña y barreno de TNT.

Para ello, para tan ardua tarea, la maquinaria ya está en marcha. Empiezan las tertulias, las reuniones secretas, públicas, en el andén del cercanías… en las que todos hablan, creyentes y no creyentes, vomitando sus opiniones a cada cual más mezquina. Pregonan la “apertura” a los nuevos tiempos, más dóciles, pacíficos, globales… y desean que el nuevo Papa, al que no harán ni puto caso, sea de aquí o de allá… ¡de África! ¡Negro! ¿Por qué no puede ser el Papa un negrata del Bronx? ¡Así la iglesia molaría mazo, toda llena de música hip-hop y free dance sobre el altar! Y todos se ríen porque un Papa más así, más castizo, sería lo mejor que podría pasarle al invento.

Y si no es negro no pasa nada. Lo importante es que sea “progresista”… socio preferente de los Cuadernos para el Diálogo, vamos… con ideas revolucionarias sobre el aborto, la eutanasia, el condón, el matrimonio entre hombres, mujeres, perros… Un Papa guay, que venda todo el patrimonio de la Iglesia y lo done a la Fundación Ideas, a Amnistía Internacional o a la puta ONU…  No, no, mejor: que ayude a los ayatolás en la financiación de la Gran Mezquita, ahí al lado, en el polígono industrial.

¿En serio hace falta un Papa Negro para eso? ¿Seguro que no está el Vaticano repleto de sujetos así, y blancos, además? ¿En serio creemos que los pasillos de la Basílica de San Pedro no están corroídos por las ratas de la escuadra y el compás?

No seamos ingenuos, Monos.

El Vaticano está lleno de sujetos así. Hombres purpúreos que creen eso de que “Jesús es el primer comunista”, padrecito de los pueblos, líder de los parias… clavado en la cruz en defensa de la virtud de sus hijos. Virtud por la cual el Hombre, la iglesia de los hombres, puede ser corrompida para adaptarla a “la nueva ola”, el nuevo sino de los Tiempos… con un Presidente negro, un Papa negro, una Moral negra y un Futuro negro tizón.

No.

Nosotros, en El Ejército de los 12 Monos, sabemos que no hace falta un Papa negro para derruir la Obra. Los blancos nos valemos por nosotros mismos. Cualquier cardenal agradecido, en un acto de bondad suprema, podrá llamar a Concilio y cambiar los dogmas, derrumbarlos ante el poder de la MTV, de Gran Hermano o de Gandía Shore, auténticos Oráculos del Nuevo Mundo… tan progresista toda él… rebosante de futuro, como podemos comprobar si echamos una mirada a nuestro alrededor… todo repleto de pan, Justicia, Ley, Respeto. De esta guisa, entre relativismo y vacío espiritual, el alma del Hombre caminará alegre y presta bajo lo estipulado por la Teoría de la Liberación... todos cogidos de la mano y comiendo perdices, como los mocosos del cuento.

Amén.

En unos días tendremos nuevo Papa, cuya principal labor será el tener que enfrentarse a la decadencia de nuestro Tiempo. Benedicto XVI era un erudito, un sabio de los entresijos de la psique humana, varias veces doctorado y conocedor de idiomas, con una fuerte personalidad. El “posible” encontrará el listón muy alto siempre que quiera emular a su predecesor… pero si por el contrario decide mecerse, como el Viento, el único esfuerzo que deberá hacer será el de doblar el espinazo.

Y eso, Monos, lo hacen tanto los negros como los blancos.