¡Qué tiarrón es Gastón!

De todas las películas infantiles que tenemos en la Sala Z, en el Cuartel General de El Ejército de los 12 Monos, existe una titulada “La Bella y la Bestia”, de los estudios Disney, que nos insufla gratos recuerdos… noches de risas, cerveza y cánticos hasta altas horas de la madrugada. Todo gracias a una banda sonora pegadiza… como todas las películas de la factoría… y a un argumento simplón y moralizante… metraje de culto para los Monos en edad infantil.

En un momento de la cinta, el malo de la película recibe una dosis de moralina mediante una tonadilla interpretada por el súbdito “lengua de lija” de turno. Porque… ¡Hay que tiarrón es Gastón!... tan alto, tan fuerte… ¡qué inmensos sus brazos y su cuello!... ¡qué azules sus ojos!... de torso velludo y poderoso… mil corazones de mil damiselas virginales hechos añicos a sus pies… ¡Qué tiarrón es Gastón!

Pegadiza, sí señor. Tanto que, desde hace un par de semanas, no puedo olvidar el estribillo de la melodía… taladrando mi cerebro a cada momento… desde la mañana a la noche… encienda el televisor, la radio, navegue por Internet… hablando con los soldados en las imaginarias…

Pero existe una sutil diferencia: mientras canturreo no viene a mi cabeza la imagen del cazador de bestias del imaginario infantil…no… El espectro que posee mi mente no está trazado con graciosa pluma de tinta china, coloreado a vivo color. Para nada. El fantasma es de carne y hueso… respira, ama, come y reza… Es un fantasma ataviado con una negra sábana, con puntilla en los puños… enfangada por los polvos del camino… y responde al nombre de Garzón.

¡Hay que tiarrón es Garzón!

El súper juez Garzón. El juez estrella Garzón. El justiciero Garzón… el llanero solitario… Haiooo Silver… en lucha eterna contra la corrupción, el terrorismo, el crimen organizado… defensor de las nobles causas, de los Derechos de la Humanidad… de la Paz Interplanetaria Universal… Juez Supremo de la conjunción interplanetaria pajiniana, precedente directo de la Federación de Planetas Unidos.

Estos últimos días, nuestro cazador patrio se encuentra sentado en el banquillo de los acusados… injustamente, dirán los “lenguas de lija”… pasando cuentas ante la Justicia Española a causa de dos o tres entuertos abiertos contra él… pobre incomprendido… que amenazan su carrera y su honra, si alguna vez existió algo parecido a carrera y honor en este Gastón de carne y hueso.

Ayer, Monos, la Ley no dejaba hacer Justicia para con los asesinados de Paracuellos, pero hoy sí que permite juzgar a los represaliados por el General Franco. Porque aunque ayer, Monos, los papeles del GAL fueran escondidos a cambio de una cartera ministerial, hoy se sacan para vengar una palabra defraudada… porque, aunque ayer, hoy, mañana y siempre lo importante sea hacer Justicia, la llave que guardaba el caso Faisán fue lanzada al más profundo abismo marino.

Yo soy de izquierdas, balbuceaba el tartamudo intelectual henchido de gloria.... y todos aplaudían con las orejas, orgullosos del espectáculo organizado a costa del minusválido de Pinochet. ¡Pero qué tiarrón es ese Garzón!, decían todas las rotativas mundiales al tiempo que, en página impar, se obviaba la amistad del macho ibérico con otra Bestia… real como la vida misma… apellidada Castro. ¡Qué paladín de la Justicia!...

… ¡Insobornable!, gritan... incluso cuando se le cazaba de romería con ministros de Justicia, comisarios en jefe de la Policía y demás aves de rapiña… pegando tiros en cotos ilegales mientras degustaban el vino peleón de una ficticia trama contra la oposición política del Gobierno de turno… siempre izquierdista… siempre progresista…

Al igual que sucedía con la película del famoso criogenizado, no son pocos quienes defienden al cazador de la Bestia. Poco importa que ésta no sea tan fiera como la pintan o que se encuentre bajo un potente hechizo distorsionador. Nada. Él es la estrella… él es el tiarrón… ¡Él es Gastón!… desfacedor de entuertos… tergiversador de leyes e interpretador de cartas.

Poco importa, al fin y al cabo, que lo negro de ayer sea revestido de rosa hoy.

En uniforme desfile, ante nuestros ojos, deambulan cientos de especímenes perfectamente ataviados para la ocasión. Peluca rojo fuego, barba filtra migajas, cacerola Todo a 100, pinzas, imperdibles, chinchetas, rastas, tatuajes, pearcings… mala baba, mucha coña marinera y megáfono a pilas. Todo aliñado con alguna pancarta donde se observará el típico error ortográfico, fruto de la rebeldía ante unas normas… ortográficas… que “nos han sido impuestas por los fascistas de turno”.

Sus partidarios… “Nozotro zomo er pueblo”… se tiran a la calle. ¡Adelante! ¡A las mariscadas!, gritan los cabecillas del invento… sindicalistas de estomago agradecido que han permanecido callados como muertos ante la miseria que viene y la que está por venir… felices con sus subvenciones y sus billetes marcados con sangre. ¿Tendrán honor estas ratas? ¿Tendrán vergüenza? ¿No crujirán sus cuellos, como crujen todos, tras el latigazo de la horca?... Seguidos de cerca, aparecen las ratas viejas de duro pelo casi blanco, canosas por la edad y el sufrimiento… que reclaman derechos pasados abolidos en el presente… como el de pernada, la primma nocte… viejos verdes que quieren catar las mieles que despreciaron en su juventud por una palmadita en el hombro y una estrella de cinco puntas… Pobres. Perdieron el tiempo imaginando mundos imposibles que debían ser posibles… ¡Es nuestro derecho!... y, a día de hoy, todavía intentan vivir de la ilusión.

Porque, ¡qué tiarrón es Garzón!, gritan mientas recriminan a la fascista oposición el no criticar al héroe cuando éste realizaba su trabajo… si alguna vez lo hizo. Si alguna vez lo hizo… bien, claro. Porque de cara a la galería, en el papel cuché de las revistas del corazón y en las primeras planas de la prensa seria… si existe… siempre aparecía hecho un macho, un servidor ejemplar… un juez. De nuevo, tras voltear la página y llegar a la impar, se comprobaba que todo era fachada, marketing barato progresista… instrucción ridícula, imperfecta, infantil… y el preso, llegada la contraportada, estaba ya en la calle… de tapas y fino manzanilla.

Pero tranquilos, Monos… en El Ejército de los 12 Monos conocemos al dedillo la película original… y no nos van a engañar con esta versión adulterada digna del más sectario “cine de autor” español. No existe tal tiarrón… que sí rata.

¡Qué rata es Gastón! ¡Qué miserable es nuestro cazador!... capaz de llevar a lastimeras ancianas a suplicar ayuda ante el Tribunal Supremo, con la intención de conmover a la opinión pública mundial  ante la injusticia de su caso... él, que quería sembrar la paz entre las víctimas de nuestra Guerra Civil… pero sólo unas, eh… no vaya a enfadarse su izquierda del alma… no vaya a enfadarse su Stalin de mi vida…

Nuestro tiarrón de pacotilla… nuestro Gastón particular, no es más que un miserable Juez Político ajeno al daño realizado… pues tan sólo piensa en el sabroso queso que le espera en su profunda despensa. ¿Muertos? ¿Cunetas? ¡Otra medalla! ¡Otro bocado para mi ego desmesurado! ¡Otro altar en el Olimpo de la miseria, la muerte y el caos!

Gastón. Cazador de pelo en pecho, humilde, noble, defensor de ancianos y desamparados. Comisario de partido con carnet entre los dientes… bajo los negros y largos bigotes… hedor que tumba… mordisco que mata…

… Peste Negra .